Con tanto estruendo de bombas y liturgias terroristas estamos perdiendo la razón capital de por qué España no debe ni puede negociar con ETA.
Hay un error de partida cada vez que se sostiene que ceder o negociar con ETA es una villanía porque se ofende la memoria de las víctimas. Sin lugar a dudas es una ofensa a las víctimas, pero no es el fundamento político, ni ha de ser la causa por la que el Estado deba rechazar conferencias de paz. O al menos, no debe ser "la" causa. No es una cuestión de ofensas, sino de principios democráticos. Es el Estado de Derecho entero el que se cuestiona. Si matar hasta aterrorizar a la sociedad puede lograr borrar el delito, el compromiso de dirimir las diferencias sin violencia como fundamento de la Democracia se quiebra.
Tampoco es una cuestión de duelos. Si así fuera, cualquier circunstancia subjetiva podría suplantar el fundamento del Estado de Derecho. Son las razones objetivas de la democracia, esas que nos han convertido a todos en ciudadanos, las que se están cuestionando si damos rango de Estado a quienes sólo son delincuentes.
Si fuera por el dolor de las víctimas, ¿qué gobernante arriesgaría una sola vida en la defensa de la dignidad, la libertad o la seguridad de una sociedad? ¿Cuánto sufrimiento se cobró la defensa de la libertad en la IIª Guerra mundial? Los 50 millones de muertos se podrían haber evitado si las sociedades abiertas hubieran claudicado como claudicó el primer ministro británico, Neville Chamberlain, en la conferencia de Múnich de 1938 cuando permitió a Adolf Hitler anexionarse los Sudetes con la esperanza de apaciguar su voracidad y evitar la guerra.
No son las emociones subjetivas de las víctimas, sino la defensa del Estado de Derecho la razón instrumental imprescindible para garantizar per se y universalmente la dignidad de todos los ciudadanos, es decir, de todas las víctimas de ayer, de hoy y del futuro. Porque defendemos la aplicación sin excepciones del Estado de Derecho podemos evitar la existencia de víctimas, y no al revés.
Se cae en ese error emocional, porque el dolor ha suplantado la causa primera por la que ETA comenzó a matar. Han sido tantos los muertos y tanto el terror que aún nos ahoga, que tendemos a relativizar sus fines. Y sus fines, al menos con esta Constitución, son inaceptables. ETA comenzó a matar por la independencia y el socialismo de hoz y martillo. Y en ello sigue. Y por ello ha escenificado sus delirios de Estado con una conferencia de paz donde se quiere acabar una guerra que nunca existió. Todo un juicio de intenciones.
Es posible que ETA busque una salida, pero no para renunciar a sus fines, sino para proseguir "su guerra" por otros medios. Si ahora está dispuesta a dejar las armas, no es porque haya caído en la cuenta de la maldad de sus actos, sino porque carece de fuerza militar y atmósfera social para seguir matando. Los fines siguen intactos. Ni una muestra de arrepentimiento, ni la más mínima intención de pedir perdón, nada que nos indique la sinceridad de sus propuestas de paz. Sólo una calculada puesta en escena de un plan para blanquear sus crímenes, escribir el final de un relato donde no hubo vencedores ni vencidos y exigir como pago buena parte de los objetivos por los que comenzó a matar. Se trata de aparentar que sus actos fueron legítimos. Un relato donde su mundo aberzale presente hoy en las instituciones acicala el escenario para evitar condenar la sangre derramada. Todo es mentira en esa liturgia maquillada. Hasta los recogenueces del PNV esperan sacar carroña sin asumir que su nacionalismo es el origen del mal. Cuando se comparten fines, se tiende a justificar sus medios. O a maquillarlos, como han hecho ahora, como han hecho siempre.
La integridad territorial del Estado es parte esencial de los derechos de todos los españoles. Si renunciamos a la ley, mañana tendremos el mismo problema, pero con los asesinos en las instituciones, más fortalecidos y el rencor a España gestionado desde ellas. Un asunto serio que solo puede ir a peor, incluso a reavivarse como los peores incendios. Sin descartar hechos consumados y violencia, ahora sí, de Estado a Estado. Llegado el caso, las víctimas se multiplicarán.
Ante esa amenaza, no deberíamos tomar en vano el reproche de Churchill a Chamberlain: "Entre la guerra y el deshonor, habéis elegido el deshonor, y tendréis la guerra".
P.D. ETA acaba de dar un comunicado donde anuncia el cese definitivo de la lucha armada. Me ratifico en todo lo escrito. En el comunicado, ETA no tiene intención alguna de asumir culpabilidad alguna, actúa como víctima, se lamenta del sufrimiento de los propios, se olvida del ajeno, y advierten que el camino hacia sus objetivos últimos no será fácil. Y encima pretenden que el Estado español y francés ceda a sus pretensiones. Zapatero ha capitalizado el comunicado de ETA. Y Rubalcaba se cuelga medallas por la entrega de unas armas y una rendición que no se ha producido. Cada cual elige a sus amistades peligrosas. ETA acaba de cambiar la guerra por otros medios. Con la sonrisa cínica de Zapatero. ¿Es el nuevo 11-M que esperaban ante la crónica de una derrota anunciada...?