He escuchado con entrañable condescendencia la entrevista que le ha realizado TV3 a Toni Martín Iglesias, dirigente del PP andaluz, tras colgar en su Facebook que se siente "gilipollas", después de pasar unos días de vacaciones en Gerona, por haberse tragado los estereotipos sobre Cataluña.
¡Alma de cántaro! Producen ternura y cierta desazón sus ganas de agradar. ¿Qué ganso de 50 años, político profesional, con cargo de responsabilidad en el PP, puede haber pasado toda su vida sin reparar en que en Cataluña no se comían a los niños crudos?
No es una pregunta menor, es la tragedia de nuestro tiempo. Nos dirigen indocumentados, inútiles, y toda clase de acomplejados y traficantes de penas.
No es que el pepero Toni Martín se haya dado cuenta después de 50 años de que en Cataluña hay gente amable, que atiende bien a los visitantes y hace carantoñas a sus hijos, es que el lumbreras se ha pasado 50 años confundiendo Cataluña con los nacionalistas. Hay muchas Cataluñas, no solo la de los catalanistas, aunque éstos han logrado vender en el resto de España que ellos son Cataluña a base de dar la brasa con el expolio fiscal, lo de que el castellano es fruto de una violencia antigua o lo de "Fuera las fuerzas de ocupación". A ver si él y todos los indocumentados como él dejan de referirse a Cataluña o a los catalanes cada vez que quieran despotricar contra los independentistas. De la misma manera que en la dictadura no todos los españoles eran franquistas, aunque el caudillo se empeñase en confundir el franquismo con España, en Cataluña los nacionalistas no son todos los catalanes, sino una parte de ellos. Desgraciadamente, quien cae en esa simplificación fortalece el independentismo y es injusto con millones de catalanes demócratas, que los padecen más que nadie.
Este papanatas se tragó el tópico de una Cataluña que prohíbe hablar castellano por la calle y no reparó en que donde se excluye de verdad es en la escuela, a los hijos de andaluces como él; se tragó el sapo de que todos los catalanes piensan que, mientras Cataluña produce, los andaluces se pasan la mañana en el bar; se creyó el cuento de que los catalanes odian a los españoles, sin reparar en que la mayoría de los catalanes son españoles que lloran y ríen con las mismas penas y alegrías que el resto de los españoles y padecen más que nadie la exclusión. No es privativo de dirigentes andaluces del PP –el ránking lo encabezan actores, famosos e intelectuales orgánicos– que dicen sin sonrojarse que en Cataluña no hay problema alguno ni se excluye a nadie por cuestiones lingüísticas. Y se quedan tan anchos. Suelen pasar por Cataluña como nuestros progres por Cuba, del brazo del poder.
Es una lástima que nuestro Pablo de Tarso, a sus cincuenta años, siga siendo ciego, a pesar del fogonazo vacacional: ¿no se dio cuenta de que no hay ni una calle en español a causa de la limpieza lingüística puesta en marcha por Pujol? ¿Tiene constancia de que la escuela se ha convertido en una fábrica de independentistas? ¿Reparó en la nula pluralidad ideológica de las tertulias de TV3? ¿Se interesó por la historia que se enseña en los colegios? ¿Contactó con la ANC o cualquier otra organización independentista para que le explicaran la pedagogía del odio que esparcen a diario contra España por las calles de Vic? ¿Habló con los numerosos comerciantes que han sido multados por rotular en español? ¿Invitó a un helado a los niños de las familias que han sido acosadas por pedir el derecho a estudiar en la lengua materna? ¿Tuvo la deferencia de preguntar por qué un andaluz como él tendría vetado cualquier trabajo en la Administración de Cataluña por no saber catalán? Y ya para ir terminando, ¿se ha preguntado por qué, por un simple post en su Facebook, un político completamente desconocido como él es llamado por TV3 para que le hagan la ola en una entrevista y, por el contrario, a quienes denuncian esos excesos los ocultan?
Me da la sensación de que ha pasado de tragarse los tópicos anticatalanes a zamparse los pronacionalistas, sin transición. Deje de comer helados y documéntese. El saber no ocupa lugar.