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Antonio José Chinchetru

Yahoo y la banalidad del mal

La ley no es siempre justa y cuando su cumplimiento es claramente atentatorio contra los más elementales derechos humanos, obedecerla es un acto criminal e ilegítimo.

La razón de ser de las empresas es una. Conseguir su legítimo objetivo, que no es otro que ganar dinero. Pero para conseguirlo no vale todo y existen límites. Uno de ellos es el respeto a la ley. Esta es la explicación que ha dado Yahoo ante la acusación de haber colaborado con el Gobierno chino en la captura de un disidente. Sin embargo, en este caso dicho límite no debería estar marcado por el cumplimiento de la normativa del país. Una legislación que, lejos de estar diseñada para proteger al ciudadano, tiene como objetivo principal el mantenimiento de un sistema dictatorial mediante la represión de los más elementales derechos humanos.

La respuesta de Yahoo a la acusación de Reporteros Sin Fronteras ha sido precisamente no contestar. La empresa no ha aclarado si facilitó al sistema represivo chino la información necesaria para localizar y capturar al periodista Shi Tao. Dicha falta de claridad hace sospechar lo peor. Si no es culpable de colaborar con la dictadura comunista en este caso, no debería tener ningún problema en decirlo. Así que es bastante posible que lo sea y los responsables de la compañía no lo reconozcan por ser concientes del daño que supondría para su imagen en Occidente.

Desde Yahoo se han defendido con un argumento que recuerda demasiado al “yo obedecía órdenes” o “me limitaba a cumplir la ley” con los que tradicionalmente tratan de diluir sus responsabilidades los funcionarios y altos cargos de todo tipo de dictaduras y regímenes totalitarios. La ley no es siempre justa y cuando su cumplimiento es claramente atentatorio contra los más elementales derechos humanos, obedecerla es un acto criminal e ilegítimo. Aunque centrado en una cuestión de dimensiones infinitamente más trágicas (el gigante de Internet no ha sido una pieza fundamental ni ha participado en el asesinato de seis millones de personas), Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal es una obra fundamental para comprender los mecanismos que permiten que alguien se ponga al servicio de los más criminales sistemas políticos sin sentir el menor atisbo de culpa.

Es suficiente con sustituir la moral por una ética centrada en el cumplimiento estricto de la legislación, sin plantearse la naturaleza de esta última. Adolf Eichmann, uno de los principales ejecutores del Holocausto, no tenía especiales impulsos genocidas o sádicos, ni siquiera le caracterizaba una judeofobia similar a la de los dirigentes del partido nazi. Se limitó a obedecer, a cumplir una ley criminal (los deseos de Hitler tenían esa consideración) sin plantearse en ningún momento la naturaleza de la misma. Nadie le obligó a hacerlo, pero tampoco se planteó no ejecutar la terrible misión que se le asignó dentro de la estructura del Estado nacionalsocialista una vez que aceptó formar parte de la misma.

Con las debidas distancias, el comportamiento de Yahoo tiene un trasfondo filosófico similar. La conciencia de sus responsables quedan tranquilas con el argumento de que se limitan a cumplir la ley de cada país en el que están presentes. Eso les permite no plantearse lo criminal de colaborar con la censura que impone el régimen de Pekín o, aparentemente, ayudar a esta dictadura en la captura de disidentes. Como en el caso de Eichmann, en este había una salida para no convertirse en colaborador de un régimen totalitario.

Yahoo se tenía que limitar a no hacer negocios en China si su dictatorial gobierno le imponía el convertirse en cómplice de la represión que ejerce contra la libertad de expresión. Los responsables de la compañía optaron por banalizar el mal.

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