Italia es el país que ha dado al mundo a algunos de los mayores artistas de la historia en diferentes disciplinas, como Miguel Ángel, Verdi o Dante. También es la cuna de algunos de los más populares platos en Occidente. Ahí tenemos la pizza y las diferentes variedades de pasta. Pero no todo es positivo en la Península itálica y sus islas. Es el lugar de nacimiento de algunas de las organizaciones criminales más conocidas, como la camorra siciliana y las demás ramas de todo ese entramado conocido como la mafia. Y por fin, también en el lado negativo y muy vinculado a lo anterior, es famosa lo corrupta que resulta su clase política.
Esa corrupción se extiende a buena parte de quienes se dedican a la "cosa pública", con independencia de que sean de derechas o de izquierdas. Es, como se suele decir, algo transversal. Y esto último se puede aplicar también a una característica de la que no se suele hablar pero que es terrible y peligrosamente real. Los políticos italianos están resultando los mayores enemigos de la libertad de entre quienes se sientan en parlamentos o consejos de ministros de Europa y, posiblemente, de todo el mundo democrático. Se trata de un dudoso honor difícil de alcanzar, pero ellos lo han logrado.
Ya el anterior Gobierno de izquierdas intentó colar una demencial regulación de páginas de internet que, por los requisitos exigidos, habría llevado al cierre de la inmensa mayoría de las web (bitácoras y otros) de Italia. Se pretendía que cada sitio tuviera como responsable a un periodista registrado –una figura existente en Italia y felizmente desaparecida en España al acabar el franquismo–, que funcionara al amparo de una compañía editora y que además estuviera registrada en el equivalente italiano de la CMT. Por si todo lo anterior no fuera poco, se exigía que por tener esa web se pagaran impuestos, con independencia de que fuera comercial o no.
El actual Ejecutivo de Berlusconi, o al menos sus socios parlamentarios, no son mejores. Lo único que les diferencia es que son menos torticeros a la hora de intentar conseguir recortar la libertad de expresión en la red. El Senado italiano ha aprobado una propuesta del democristiano Gianpero D'Alia para dar al Ministerio del Interior la autoridad de ordenar a los proveedores de internet el bloqueo de sitios web o redes sociales por "crímenes de opinión" (por ejemplo, llamamientos a incumplir una ley considerada injusta). Todo ello, por supuesto, sin sentencia judicial ni otro tipo de intervención de los tribunales.
Beppe Grillo, autor de un muy popular blog y crítico con el poder con independencia de quien lo ostente, ha acertado al denunciar que se quiere levantar un "Shit Wall", en referencia al Golden Wall chino (sistema con el que las autoridades comunistas limitan y controlan la información accesible por internet). Pero Grillo no se limita a denunciar. Hace un llamamiento a los bloggers de todo el mundo a participar en una campaña de derribe el muro cibernético que se quiere erigir. Nos va mucho en ello. Si en un solo país europeo sale adelante con una norma así, el resto de Gobiernos correrá a imitarla.