Una de las reglas de oro científicas es que uno sólo puede comparar lo comparable. Quizá la política no sea una ciencia, pero como hasta la fecha uno más uno siguen siendo dos, la única forma de extrapolar resultados electorales es acudir a las matemáticas.
Hay regiones españolas –Madrid y Castilla León, por ejemplo–, donde los resultados de las elecciones generales y las autonómicas son prácticamente idénticos. En las que hay presencia nacionalista, los comicios regionales y nacionales se parecen como un huevo a una castaña porque hay gente que cambia su voto, o sólo vota en las generales. Con la excepción de Castilla-La Mancha, la presencia de partidos locales es el mejor factor predictivo de volatilidad electoral.
En el País Vasco, el PSE obtuvo un 38% de los votos y 9 diputados en las generales de 2008. El PNV 27% y 6 escaños y el PP 4 representantes con el 18% de los votos. Un año después, la relación entre PNV y PSE se invierte. Los socialistas pierden un 8% y el PNV aumenta un 11%. El PP baja 4 puntos porcentuales. Traducida en diputados en el Congreso, esta diferencia, caso de que se produjese algún hecho lindante con lo sobrenatural, significa que el PSE perdería dos diputados –Vizcaya y Guipúzcoa– el PP se quedaría como está o perdería 1 –Guipúzcoa–, y el PNV ganaría entre 2 y 3.
La única generalización posible es que el partido que gana las generales suele mejorar mucho su resultado en las autonómicas vascas siguientes. Este fenómeno se debe a la transferencia de votos entre PP y PSOE, algo difícil de imaginar en otras partes de España pero que allí es perfectamente racional: los no nacionalistas se inclinan hacia el partido que ocupa la Moncloa para reforzarlo y reforzarse frente a los nacionalistas.
En 1982, el PSOE gana las generales con mayoría absoluta. Dos años después, su partido sube 10 escaños en Gernika. Los resultados del PSE se mantienen durante la presidencia de Felipe González, mientras que el PP se hunde en 1986 y luego mejora. En 1996, el PP vence en las generales. Su porcentaje de voto en las vascas de 1998 se multiplica por 2,5. En 2001, un año después de la mayoría absoluta de Aznar, su partido sube un poco más y consigue sus mejores resultados en unas autonómicas vascas con un 23% de los votos. En 2004 Rodríguez Zapatero gana las generales. En las vascas de 2005, los socialistas suben tanto como bajan los populares, un 5%.
El año pasado Rodríguez Zapatero fue reelegido y ganó en las tres provincias vascas como nunca antes lo había hecho. Ahora Patxi López mejora mucho respecto a 2005, aunque no es capaz de igualar al PSE-PSOE en las generales. Otra regla de la aritmética electoral vasca es que a los partidos nacionales les va mucho mejor en las elecciones al Congreso de los Diputados que en las autonómicas. La extrapolación es poco aconsejable simplemente porque los votantes vascos se niegan a ella.
Poco puedo ofrecer salvo un montón de cifras y un humilde pronóstico basado en la historia: se produzca o no la llamada "alianza de los maketos" entre PSE, PP y tal vez UPyD, el futuro de Basagoiti dependerá de los resultados de su partido en las próximas generales. Si como parece Patxi López gobierna y luego el PP gana a Zapatero, los populares subirán y la mayoría parlamentaria constitucional se consolidará en el parlamento vasco porque los moderados del PNV comenzarán a pasarse a los partidos nacionales también en las autonómicas, aunque sea por pura conveniencia. Más de un tercio de los votantes nacionalistas ha apoyado alguna vez al PP o al PSOE. En cambio, si el PSE cede ante el PNV eliminará la posibilidad de realineamiento electoral al no existir incentivos para ello.
A los líderes peneuvistas les gusta decir que la conducta electoral de los vascos es como los funiculares. Olvidan que también existe una pasarela. Ellos la derribarían, mientras que socialistas y populares la ensancharían. Lo que no sabemos es si Patxi López será mejor albañil que dinamitero. Esta es la cuestión, y lo demás metafísica.