El filósofo Eduardo Robredo se pregunta para qué sirve la facultad de periodismo y se queja de la paulatina disminución del número de alumnos interesados en las carreras de ciencias. El fenómeno no se limita a España. En la última década, las universidades de varios países han tenido que bajar la nota de acceso a las ingenierías a niveles irrisorios para no tener que cerrar sus escuelas técnicas.
La semana pasada, Laura Martín San Juan, una periodista a la que conocí cuando apenas tenía seis meses de edad y con quien me reencontré el pasado verano a propósito de nuestra pasión por los deportes olímpicos, me contaba apenada que la UCM iba a cerrar Radio Complutense, la única oportunidad real de practicar el periodismo que tienen los alumnos de aquella facultad:
Seguro que aquellas entrevistas le sirvieron más que la mitad de las asignaturas que se enseñan en periodismo, aunque no parece que los gestores de la cosa pública estén interesados en que los jóvenes se familiaricen con algo que se parezca lo más mínimo a lo que luego tendrán que hacer para ganarse la vida. Es mejor seguir como hasta ahora, estudiando disciplinas utilísimas como tipografía y maquetación con regla, no vaya a ser que caiga una bomba nuclear y tengamos que reinventar la imprenta. O que pasen las horas reflexionando sobre las aportaciones de Foucault, Derrida y otros célebres mangantes parisinos a la revelación de los arcanos del punto y coma, el guión y los paréntesis y su repercusión sobre los mecanismos de opresión sexual en Occidente.Fueron los mejores años de mi vida... Empecé haciendo un programa de cine y mi primera rueda de prensa fue en el hotel Ritz con Jodie Foster. Desde entonces, este trabajo comenzó a apasionarme... Mis primeras entrevistas, pases de cine, ruedas de prensa. Allí hice mis primeros pinitos (y también cometí mis primeras meteduras de pata), fue algo especial.
¿Entrevistar a una actriz de Hollywood? ¿Acudir a la rueda de prensa de algún político o deportista? Menuda ordinariez. Eso es venderse al capitalismo y al mercado de trabajo, que como todo ciudadano comprometido y responsable debería saber no tienen nada que ver con la universidad.
Entre lashipótesisexplicativas del súbito cierre de la emisora, el deseo del decano, Francisco Javier Davara, autor de trabajos con títulos tan esotéricos comoEl espacio urbano como un sis-tema de signos , por con-seguir su re-elección sin o-posición (yo también sé francés). Eso o la construcción de aulas para que sus compañeros sigan cobrando complementos con los nuevos planes de estudio diseñados para cumplir con Bolonia.
En los años noventa del siglo pasado proliferaron en las páginas de varios periódicos de Madrid anuncios de trabajo que incluían una ominosa nota al final: "Abstenerse licenciados de la Complutense". De golpe y porrazo, miles de estudiantes se dieron cuenta de que su título no servía para nada. Parece ser que el señor Davara es de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Ante las elecciones a decanato el curso que viene me pregunto: ¿A quién agradecerán los futuros periodistas los contratos basuras y las colas en el INEM? ¿Quién les está robando sus mejores años? En esta vida hay dos cosas realmente tristes: una, ser parado; la otra, ser decano. ¿Quién se merece una alegría? Es hora de botar al... Deán másbobo.Au revoir.