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Antonio Golmar

Algunos hombres justos

Barbero fue un hombre justo que hizo lo que nadie se atrevió a hacer, entrar en el Banco de España, en Ferraz y en otros sitios. Iba en taxi y sólo le acompañaba su secretario. Era de izquierdas, pero independiente, y muy creyente.

Un 31 de julio de 1995 Marino Barbero renunciaba a su magistratura en el Tribunal Supremo y abandonaba la instrucción del caso Filesa, el de la financiación ilegal del PSOE a través de empresas que cobraban a banqueros y empresarios por informes y servicios inexistentes. Los insultos recibidos por parte de algunos dirigentes del partido en el poder y la negativa del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a ampararlo frente a la campaña de destrucción personal socialista le llevaron a tomar esta decisión.

Al día siguiente la noticia fue relegaba a las páginas interiores de los periódicos, pues se habían producido algunas novedades en torno al Caso Roldán, aquel escándalo de corrupción protagonizado por el Director General de la Guardia Civil y destapado en 1993 por el desaparecido Diario 16.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra, entonces presidente de la Junta de Extremadura, había dicho que el juez del caso Filesa quería "intervenir en política sin presentarse a las elecciones dictando sentencias, abriendo y cerrando sumarios al igual que hace ETA, que quiere participar en la vida política poniendo bombas". En su carta de renuncia, Barbero lamentaba la falta de apoyo de sus colegas y afirmaba que, dada su falta de protección ante la campaña que los poderosos habían desencadenado contra él, no le quedaba otro remedio que despedirse de la judicatura y regresar a la enseñanza.

En noviembre de 1997, el ex magistrado denunciaba en una entrevista en ABC las presiones recibidas durante la instrucción del caso de corrupción política más célebre de la España democrática. Ministros de Justicia, Fiscalía General del Estado, Tribunal de Cuentas, Felipe González y "el ínclito Pascual Sala", a la sazón presidente del CGPJ, habían obstaculizado su investigación, de modo que ante la imposibilidad de seguir adelante y de actuar con la independencia propia de su cargo, lo más honrado había sido desistir.

El 26 de junio de 2001, Marino Barbero fallecía en el Hospital de Puerta de Hierro de Madrid. La noticia pasó casi sin pena ni gloria y sólo unos pocos acudieron a su entierro. Se rumorea que entre ellos estuvo Javier Gómez de Liaño, pero como me dijo uno de los que acompañaron al juez en su penúltimo viaje, "a pesar de que no éramos muchos, la ocasión fue tan triste que ni me fijé en quién estaba; creo que vi a Javier, pero no lo recuerdo bien". Mi interlocutor añade que "Barbero fue un hombre justo que hizo lo que nadie se atrevió a hacer, entrar en el Banco de España, en Ferraz y en otros sitios. Iba en taxi y sólo le acompañaba su secretario. Era de izquierdas, pero independiente, y muy creyente. Tuvo varios hijos que estarán muy orgullosos de su padre. En la profesión se le recuerda con cariño aunque muchos no lo digan; yo le considero un ejemplo para todos".

En palabras del ex magistrado José Luis Manzanares a propósito del juez Barbero y de los casos de corrupción y de crímenes de Estado durante la larga presidencia de González, "fueron algunos periodistas, contra el indisimulado malestar de otros, los que hicieron posible una investigación sobre esas prácticas criminales. Y fueron algunos jueces, empezando por Marino Barbero, los que investigaron contra viento y marea (...) Un grupo de periodistas descubrieron lo que no se pudo averiguar desde el Poder (...) y un par de jueces decidieron que allí había materia suficiente para iniciar una investigación".

Aunque parezca mentira, parece que cualquier tiempo pasado hubiera sido mejor. Descanse en paz, Marino Barbero; descanse en paz, libertad.

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