En este verano bochornoso hay una pequeña noticia que ha pasado inadvertida. La voy a referir al plano local, que es el más auténtico. El estímulo ha sido la malhadada Ley de Identidad y Expresión de Género, de soltera Ley de Transexualidad. Ha sido aprobada por la Asamblea de Madrid con el apoyo de todos los partidos. La idea central es que cada persona puede construir su sexo, su orientación social. Asombra que los partidos conservadores hayan dado el visto bueno a una ley tan sectaria. Ni siquiera la Conferencia Episcopal ha alzado una clara voz de protesta, o por lo menos no se ha difundido mucho.
Me congratulo de que en mi pueblo (Collado-Villalba), el párroco, Enrique Cabrera, se haya atrevido a condenar la ominosa ley. Concretamente, ha protestado con santa ira contra la instrucción que van a recibir los niños madrileños a partir de ahora: “El sexo de cada uno no se tiene, se escoge”.
La valiente homilía, en la misa del patrono del pueblo, cayó como un meteoro. El cura adujo que “quien se pone de rodillas ante Jesucristo, ya no se pone de rodillas ante nadie”. Es decir, no pasó por la corrección política de acatar el dictado de la Asamblea madrileña y manifestó su derecho y su obligación de recordar la doctrina católica al respecto. Algún concejal socialista abandonó ostentosamente la misa. Las fuerzas vivas de la izquierda en el pueblo han puesto al párroco a caer de un burro.
El ataque personal al cura desata una defensa también personalísima. El bueno de don Enrique recuerda a su familia, en la que su padre fue condenado a muerte por comunista. Más entrañable todavía, algunos de los amigos del sacerdote, un varón y una mujer, manifiestan su orientación homosexual.
Esta es la España real a la microescala de un pueblo de la Sierra madrileña. Frente a ella, la España oficial desnaturaliza el sexo, considerándolo como género y poco menos que elegible a la carta, una cosa de quita y pon.
Lo sustantivo de toda esta historia es que la libertad de opinión está siendo cercenada en España. Se impone la corrección política, que es la que impera en la izquierda, y la acepta ovejunamente la derecha. Criticarla equivale a ser tildado de facha y machista, entre otros vituperios. La tesis sobre la transexualidad se va a imponer en las escuelas madrileñas con el consentimiento del PP y la alegría de la izquierda. La opinión del párroco de mi pueblo será la voz que clame en el desierto. Claro que siempre habrá algunos que se dispongan a su travesía.
Dijeron de Tomás Moro que era “un hombre para todas las estaciones”, dicho en romance, un tío con lo que hay que tener. Fue decapitado, pero su ejemplo de conciencia libre le llevó a su canonización.