Melitón Cardona Torres me envía estas dos imaginativas comparaciones dislocadas:
- Tener menos luces que un barco de contrabando
- Ser más peligroso que una piraña en un bidé.
- Estás más fuera de lugar que Miss Universo en una reunión de mujeres de Nafarroa Bai.
Agustín Fuentes me envía cientos de comparaciones dislocadas y frases hechas con metáforas acuñadas para el habla cotidiana. Elijo una pequeña muestra:
- Armarse la de Dios es Cristo [= confusión, lío; por la discusión teológica del Concilio de Nicea].
- Estar hecho un Eccehomo [= con apariencia ridícula o maltrecha, por la figura de Jesucristo torturado ante Pilatos].
- Cogérsela con papel de fumar [= con ánimo delicado o escrupuloso].
- Ser más feliz que un marica con lombrices.
- Sentarle a uno como a su santo dos pistolas.
Obsérvese en esos ejemplos clásicos lo que aquí se decía, que en las comparaciones dislocadas el efecto se logra con la referencia a lo sagrado, lo sexual o lo escatológico.
Israel Cabrera, a propósito de las comparaciones dislocadas, me hace llegar una larga lista de preguntas sin respuesta, que son otras tantas formas de reconocer una metáfora popular. Entresaco algunas:
- Adán y Eva ¿tenían ombligos? [en algunos cuadros clásicos nuestros primeros padres aparecen sin ombligos].
- ¿Por qué no hacen los aviones con el mismo material que usan para hacer las cajas negras? [que, por cierto, no son negras. Me parece que son muy pesadas como para reproducir sus materiales en la estructura del avión].
- ¿Por qué cuando llueve levantamos los hombros?
- Si la cárcel y la prisión son sinónimos, ¿por qué no lo son carcelero y prisionero?
- ¿Por qué las bailarinas andan siempre de puntillas? No sería más fácil contratar bailarinas más altas?
- ¿Qué cuentan las ovejas para poder dormir?
La ristra de preguntas de don Israel me remite a mi libro El libro de las preguntas que publiqué hace algún tiempo. Está escrito con la misma ironía.
A propósito de las metáforas, Santiago Roig Mafé (Vinaroz, Castellón) recuerda lo que decía su profesor de Literatura: las metáforas no deben llegar al ridículo de la frase de un político del siglo XIX: "el carro del Estado navega sobre un volcán". Está claro que entre la poesía y el ridículo solo hay un escalón.