Gran invento, el de los partidos políticos. Solo que, si no cumplieran ciertos requisitos de calidad, se quedarían en partidas, partijas o partiquinos. Son tan decisivos en el juego democrático que en las dictaduras se crean también partidos únicos, lo que no deja de ser un divertido oxímoron.
No es suficiente el hecho de que compitan varios partidos. Debe exigirse algo más. Por ejemplo, que su funcionamiento sea democrático, como dice sabiamente nuestra Constitución. Podría ser un artículo inútil, pero no lo es. La prueba es que lo usual es que los partidos actuales funcionen con escasa democracia interna. Baste recordar que muchos de sus dirigentes no han sido elegidos por sus militantes. Tampoco suele ser público su estado de cuentas.
Me parece un dislate la estructura que mantienen algunos partidos, con sedes costosas, con un ejército de empleados fijos, todo ello pagado por los contribuyentes. Estoy dispuesto a una pequeña contribución para sufragar los gastos de la oficinilla que monta en mi pueblo el partido al que voto. Pero me parece una aberración que con mis impuestos colabore a los gastos de las otras formaciones políticas.
Comprendo que en las elecciones locales se presenten partidos independientes o adscritos al territorio municipal. Pero en el caso de las elecciones que llaman "generales" (sería mejor "nacionales") las organizaciones que concurren deberían ser de carácter nacional. Bastaría una norma que dijera: "Los partidos con representación en las Cortes deberán obtener representantes al menos en 10 provincias". Por algún lado hay que cortar. ¿Cómo se puede sostener que haya un partido con representación en el Congreso de los Diputados que se llame Esquerra Republicana de Catalunya? Es evidente que ni siquiera trata de representar a todos los españoles, como quiere la Constitución. Es evidente que sus diputados no se sienten españoles. Sí, pero cobran de todos los españoles. En España somos así, señora.
La condición inexcusable de representar a todos los españoles llevaría asimismo a que no debe haber partidos adscritos a una confesión religiosa, o a una etnia. Cierto que no los hay (de momento), pero estaría bien que en la dirigencia de los partidos hubiera musulmanes, judíos, negros, gitanos o hispanoamericanos, por poner un ejemplo. Bastaría con una cuota simbólica para quedar bien. No hay nada de eso o no se conoce lo suficiente.
Los partidos deben orillar a los corruptos a la menor sospecha. Se necesita que no tengan que ser desvelados por los medios de comunicación. El control debe establecerse de modo rutinario dentro de la organización. Ni siquiera basta apartar a los delincuentes; hay que hacerlo con los mediocres. En los Parlamentos o los Ayuntamientos no debe haber más coches oficiales que los que necesiten los políticos con alguna discapacidad física. Anoten el dato de que en el Congreso actual solo hay un diputado en silla de ruedas y él mismo conduce su coche particular. Al mismo tiempo hay concejales en España con coche oficial. No se entiende por qué.
Las observaciones anteriores se derivan de un derecho fundamental que todos tenemos: el de pagar impuestos.