Son muchos los correos que sacan punta a los excesos verbales con ocasión del mundial de fútbol. A mí me interesa también el lenguaje no verbal o simbólico. Por ejemplo, el Rey recibió públicamente a la selección española, rodeado de su familia (la Reina, hijos y nietos); al final de su discurso gritó "¡viva España!". En cambio, en esa misma fausta jornada, Zapatero hurtó la presencia de su familia (mujer e hijas) y se abstuvo de gritar "¡viva España!". Me pregunto por qué.
Julio Iglesias de Ussel me envía una copia del BOEdel 1 de julio de 2010. Contiene la "ayuda de acción y promoción cultural" para 2010 por un total de más de tres millones de euros. Predominan los proyectos relacionados con reuniones, exposiciones y representaciones, sobre todo de artes escénicas. Está claro que la ministra utiliza las subvenciones para contentar a los "titiriteros" (en expresión feliz de Federico Jiménez Losantos) de su cuerda. En la lista de subvenciones apenas hay cultura como cultivo o creación. Don Julio acuña la voz "subvencionista" como el profesional de la mamandurria. (Lo de la "mamandurria" lo acuñó Graciano Palomo).
José María Navia-Osorio (a quien por fin voy a conocer personalmente este verano) critica la postura pusilánime del PP ante la deriva que está tomando el nacionalismo catalán. Es a propósito de la confusa sentencia del Tribunal Constitucional. Para el de Oviedo se trata de un paso más hacia la definitiva desmembración de España. Esto conforme con ese diagnóstico. Opino que la salida podría ser la reunificación de lo que queda de España (tras la secesión de Cataluña y el País Vasco) con Portugal. En ese caso, mi propuesta es que la capital de Iberia se pusiera en Lisboa. El problema no es fácil. Los nacionalistas vascos y catalanes no van a lograr la secesión pacífica de sus respectivas "naciones". Realmente, lo que les va es la fórmula ambigua amagar con la secesión para seguir mandando en España. Esa ha sido la fórmula del último siglo.
Don José María comenta el incidente de la Cospedal, que llamó "fascista" a Montilla y luego le pidió perdón por haber insultado al "muy honorable". El de Oviedo arguye que no se trataba de un insulto sino de una acertada calificación de los hechos. Estoy de acuerdo. Una actitud fascista es identificar la crítica política de los contrarios como atentatoria contra la dignidad de la nación. Eso es lo que ha hecho el honorable (aunque no mucho) Montilla al interpretar la sentencias del Tribunal Constitucional como contraria a la dignidad de Cataluña. Por lo menos podía haber dimitido el lenguatrapo y así no pasaría por la vergüenza de perder el cargo en las próximas elecciones. Es muy atinada la interpretación que hace el de Oviedo del fascismo como una combinación del socialismo con nacionalismo y un toque de sindicalismo y de violencia.
Estéticamente, esa actitud se asoció, en los años 20 y 30 del siglo pasado, con las camisas oscuras. Añado que los socialistas y nacionalistas actuales en España gustan de ese atuendo de las camisas oscuras, más oscuras que las corbatas. En resumen, don José María concluye que Montilla no tendría que ofenderse con el epíteto de fascista, porque le cuadra muy bien. En mi opinión, le vendría mejor la comparación con lo "nazi", por cuanto el "muy honorable" quita legitimidad al partido conservador y al Tribunal Constitucional. Es lo que hizo Hitler en su día, aunque de una forma energuménica. Me sumo al juicio del de Oviedo cuando se queja de la costumbre de tildar de "fascistas" as los liberales y conservadores actuales. En fin, el mundo al revés.