Lo que queda claro es que el politiqués no es una lengua muerta. Antes bien, se esmera cada día en aportar nuevos hallazgos. Selecciono solo algunas muestras para indicar por dónde va el camino de la evolución de esa jerga. Predomina la razón del eufemismo: las situaciones embarazosas se ocultan con palabras rimbombantes. El axioma de los hablantes del politiqués es decir con más palabras (y más largas) el menor número de ideas. De esa forma se librarán de muchas críticas. Veamos algunas ilustraciones.
Está el nuevo verbo "redimensionar". Normalmente quiere decir que se va a reducir de tamaño alguna burocracia. Es algo que siempre puede alarmar a los empleados. Así, con el "redimensionamiento" se quedan más tranquilos. Por lo mismo, otro palabro sesquipedálico es "desregulación". Quiere decir simplemente que se van a quitar trabas burocráticas, esto es, se va a dar más libertad. Por lo visto, eso de la libertad suena mal. Recordemos el pueblo que gritó una vez "vivan las caenas". El otro día me quedé de piedra berroqueña al oír a un sindicalista en una tertulia que se refería a la "imposibilidad tautológica". No he averiguado lo que significa. Seguramente pensó decir "imposibilidad metafísica", pero esa expresión está ya muy vista. La jerga politiquesa busca siempre la originalidad, aunque a veces sea tan repetitiva.
En las tertulias, una forma de argumentar es que lo del contrincante es una generalización. Así pues, generalizar está mal. En la España pública lo que priva es el casuismo, lo que sucedió ayer o lo que dijo Fulanito. Un tertuliano afirmó rotundo que "las generalizaciones son absolutamente injustas". El hombre no cayó en la cuenta de que su afirmación era una grosera generalización. El adverbio "absolutamente" suele tener mucho predicamento. Un consejo: tradúzcanlo por "relativamente" y se entenderá mejor lo que se quiere decir.
Ahora están muy bien vistas las comparecencias de los políticos en los órganos legislativos o judiciales. Se ha llegado, incluso, a hablar de "comparecencia a petición propia", lo que fuerza un poco el concepto.
Debo advertir que el politiqués no es que destroce la sintaxis sino que la altera a su conveniencia. Por ejemplo, no está mal decir "legalidad" en lugar de "ley", pero es la reiteración lo que puede llegar a cansar. Algo parecido sucede con la voz "tremendo" y sus derivados. No se sabe muy bien si es algo ponderativo o desdeñoso. Pero esa ambigüedad es lo que le da prestancia a la jerga politiquesa.
Queda dicho que uno de los rasgos del politiqués es la preferencia por las palabras que irónicamente llamo sesquipedálicas. Cuantas más sílabas tengan, más prestigio obtienen. En una tertulia de la radio me dejó estupefacto este nuevo vocablo: "microcosmización". El tertuliano (admirable, por otra parte) lo repitió varias veces. Le gustó el hallazgo. Más fácil es lo de la "gobernabilidad", en lugar de la gobernación. No es solo que tenga más sílabas sino que, si se habla de gobernabilidad se hace ver que uno sabe inglés. Bueno, en realidad lo que quiere decir es que el político que se refiere a la "gobernabilidad" quiere seguir mandando.
Tampoco sé lo que quiere decir que un hombre público esté "a la altura de las circunstancias". No sé quién mide la altura ni qué circunstancias son esas, pero la expresión queda enfática y rotunda. Esos últimos adjetivos están anticuados; ahora se dice "contundente". No importa que "contundente" implique algún tipo de violencia. Ahora lo contundente es un mérito, algo admirable. Lo que me desconcierta es que algunos políticos simplemente dicen que se ven obligados a "estar a la altura". Ya me explicarán.