Son muchas las consultas que recibo sobre dudas gramaticales. Me parece que no estoy facultado para resolverlas, puesto que no soy gramático ni nada parecido. Así pues, contesto y resuelvo de oído, como escritor que soy. Cualquiera podría hacerlo de la misma forma. Todos los lectores son aquí escritores.
Nicolás Rodríguez (Málaga) me dice que oye y lee con frecuencia a los periodistas que dicen expresiones como “se intentó entregar a la policía”. A él le suena mejor “intentó entregarse…”. A mí también. La acción reflexiva es la de entregarse. Otra cosa sería decir “se intenta que, con la nueva ley, disminuya el número de accidentes”. Ahí la acción reflexiva es la del legislador.
Más que si una construcción está bien o está mal, lo que a mí me gusta es reflexionar en letra impresa sobre la oportunidad de una palabra o expresión. César Gironella me da pie con una estupenda divagación sobre el euro. Se lamenta don César de la mala suerte que tiene la nueva moneda, que todavía no ha merecido la ristra de sinónimos y coloquialismos que acumuló la peseta. Don César me recuerda: pelas, pavos, calas. En cambio, dice, no hay más sinónimos para el desgraciado euro que uro, simplemente una mala pronunciación. Su tesis es que euro es más bien un prefijo, lo que hace desangelada su transformación en una palabra con entidad propia. Hay tantas ideas concentradas en ese argumento cesáreo que requiere un poco de parsimonia. Ya habrán notado mis dilectos lectores que estos comentarios veraniegos son más sosegados.
Es cierto que las pesetas merecieron todo tipo de sinónimos populares. Lo de pavo es más bien el duro, la moneda o billete de cinco pesetas. Esa palabra quizá venga de la forma popular e irónica de describir el águila del escudo de España que figuraba en las monedas de duro, en los antiguos pesos. Por cierto, peseta es ya un diminutivo de peso, digamos un peso enflaquecido. Otra curiosidad es que en el escudo de España de los antiguos pesos figura la cinta con la orla “plus ultra”. La estilización de ese símbolo pasó al dólar. Lo más divertido es que, sin pretenderlo, el símbolo del euro (€) sigue llevando esa estilización del “plus ultra”. Otra derivación extraña es la de llamar perras a las monedas de cinco o de diez céntimos. Yo todavía conocí las de Isabel II, de cobre, que duraron un siglo. Fueron tan manoseadas que la figura de un león, que se representaba junto al escudo de España, se fue erosionando hasta hacer difícil su identificación zoológica. Así los leones se quedaron en perras.
Es verdad que el euro es un prefijo (eurocopa, euroescepticismo, etc.), pero muchos prefijos acaban obteniendo la dignidad de sustantivo. Por ejemplo, la tele, el súper, el ultra, el ex. El euro ya es ese sustantivo y de la mayor sustancia. Pero tiene razón don César, sin gracia. No creo que se llegue a decir “echar el euro” en lugar de “echar la peseta” (vomitar). En vez de “echar”, póngase “cambiar”, todavía con mayor gracia. “Hacer la peseta” es el gesto obsceno llamado también corte de mangas; equivale a “que te den por el culo”, con perdón. Lo de “hacer el euro” con el mismo sentido no cuadra.
Todo procede de que la voz euro es de difícil pronunciación para el aparato fonético de los españoles, fuera de los gallegos, claro está. Por eso tendemos a decir uro, lo que es un horror (Uropa, uropeo, etc.).
Cuidado que resulta diáfano lo de “Lo que no son pesetas, son puñetas”. Traducido a euros, resulta un monstruo léxico. Para empezar, no hay ninguna palabra que rime con euro. Por lo menos, otra de muy difícil rima, carcaj, tiene una que le va: herraj. A ver quién es el majo que hace un soneto con euro y carcaj.