El principio general de la conversación cotidiana, por poco importante que pueda parecer, es que utilizamos más palabras de las que son necesarias para comunicarnos. Las sobrantes constituyen los adornos literarios, las muletillas. Aunque también es verdad que en el habla cotidiana a veces ahorramos palabras necesarias porque nos comunicamos con gestos e incluso con la elocuencia de algunos silencios.
Una larga misiva de Miguel Ángel Mendo permite detenerme en la curiosa función de las muletillas. Son expresiones fijas que actúan como amortiguadores del lenguaje. Recordemos algunas:
- Bueno
- Tío (tía)
- ¿Sabes?
- ¿Vale?
- ¿No?
- Te lo juro
- Es decir.
- ¿No es cierto?
- De alguna amanera
- Mira
- Escucha
Hay varias docenas más. En sí mismas no significan nada o muy poco, pero si las repetimos tanto, es que alguna utilidad tienen.
Don Miguel Ángel atribuye muchas funciones positivas a esas palabras aparentemente sin mucho sentido. Las doy todas por válidas, pero hay una que él no cita y que para mí es fundamental: las muletillas sirven para ganar tiempo. Se gana tiempo, a su vez, para tener razón, para no perder la palabra, para imponernos sobre los interlocutores.
A veces las muletillas pueden llegar a ser repetitivas hasta el cansancio. Por ejemplo, "lo cierto y verdad es que...", "única y exclusivamente". En esos casos lo que busca la repetición es anular la inseguridad o la incredulidad que puede generar lo que vamos a decir. En otras ocasiones es el que habla quien se siente inseguro, y con las muletillas se parapeta ante posibles amenazas del prójimo. Quien tiene fama de confuso hará bien en dejar caer en la conversación un "¿entiendes lo que te quiero decir?". En inglés ese recurso es todavía más frecuente.
Lo más sencillo es decir "sí" o "no" a la pregunta que se nos hace, pero eso será en el Catecismo. En la conversación cotidiana el "sí" se refuerza con algunos añadidos. Por ejemplo, "sí, sí", "absolutamente", "efectivamente". Por lo mismo, un "no" resulta mucho más efectivo o efectista si lo sustituimos por una expresión más fuerte. Por ejemplo, "por los cojones", "que te crees tú eso", "a mí plin", "(v)amos anda". La muletilla de mayor aceptación mundial es el OK, deletreado normalmente en inglés (= okey). Algunos hispanoamericanos la pronuncian en español: "oca". Animo a los curiosos a que se chapuceen en el nuevo libro Se habla español (Madrid: Biblioteca Nueva) que está escrito en colaboración con Francisco Marcos-Marín, colega de San Antonio (Texas). Ahí hablamos de muletillas y de otras muchas expresiones coloquiales del español actual. No es asunto sobre el que se detengan mucho las gramáticas al uso. Es mucho más interesante el habla que la lengua.