Ahora resulta que los adalides de la independencia de Cataluña se ven juzgados por "desobediencia" en los tribunales por haber organizado un referéndum secesionista por libre. Parece algo pueril, y encima ellos se defienden arguyendo que no era tal referéndum sino una "consulta participativa". Puede que no sean niños, pero sí cobardes, como aquellos ridículos burgueses de La kermés heroica.
Así no vamos a ninguna parte. Esto parece una comedieta de barrio. Por si fuera poco, cunde la impresión de que los jefes secesionistas han sido unos ladrones. Ahora se explica que lanzaran el estribillo de "España nos roba". Díjole la sartén al cazo: "Quítate que me tiznas".
Cuando los que se consideran caudillos de una nación irredenta aspiran a independizarse, no tienen más que una salida digna: pasar por la cárcel. Así se ha hecho otras veces en la historia. Nada de "desobediencia". Su conducta debe ser de perfecta sedición. Solo así podrían ser mártires de la causa, verdaderos padres de la patria catalana. Por el actual camino de la sisa del 3% (como mínimo) no se llega a tal beatitud cívica. Se precisa algo más de finura, de grandeza.
Otro error del movimiento secesionista catalán ha sido agarrarse al argumento de la lengua propia, distinta del castellano, para un gran parte de los catalanes. Pero en Europa no es causa suficiente para separarse del resto de la nación. Sobre todo, porque el castellano es hoy una lengua de comunicación en el mundo. Es decir, la aprenden millones de personas que tienen otra lengua familiar. Por tanto, al intentar erradicarla se cae en el ridículo. En América hay una veintena de Estados con el español como idioma oficial. Algunos de ellos también tienen otras lenguas propias. No se les ocurrió suprimir el español, aunque México estuvo a punto de adoptar el francés como lengua oficial y Argentina el italiano. Por fortuna, se impuso el sentido común.
Se dice que Cataluña es la tierra del sentido común, pero los separatistas se han embarcado con mal viento y con el timón defectuoso. Habrá que esperar a una nueva generación de valientes independentistas, dispuestos a pasar por la cárcel para hacer méritos. De paso, cultivarán el castellano, como hicieron en su día los irlandeses con el inglés.
Los españoles vamos a terminar por aceptar que, en efecto, Cataluña es una nación con deseos de constituirse en Estado, solo que el Estado más corrupto de Europa. Ahora está claro por qué tantas prisas por la independencia. Sería la ocasión perfecta para que los políticos corruptos se libraran de la cárcel. De momento, solo por la presencia de los jueces y de los inspectores de Hacienda se puede advertir que Cataluña es parte de España.
El asunto de Cataluña empieza a ser fatigante para el conjunto de los españoles. Son muchos años comprobando que las noticias sobre Cataluña suelen abrir los periódicos informativos y telediarios de España. Es una donosa forma de no sentirse españoles.
En los últimos lustros son muchos los profesionales, directivos y técnicos que han salido de Cataluña hacia otras regiones españolas. Pocos son los que con gusto han hecho el camino inverso. Imagino que el éxodo de capital humano se reforzará el día en que Cataluña se declare independiente de verdad. Procederá entonces la pregunta que solía hacer Josep Plá: "¿Esto quién lo paga?".