Juan B. Solana me envía una reflexión curiosa sobre algunas voces que pueden ser masculinas o femeninas, con la particularidad de que la versión femenina tiene un sentido enaltecedor. Veamos:
Versión masculina (sentido objetivo) |
Versión femenina (sentido superlativo) |
El calor |
La calor |
El mar |
La mar |
El banco (institución de crédito) |
La banca (poder capitalista) |
El agua |
Las aguas |
Añado que "el agua" es siempre una voz femenina; si lleva "el" es por la regla de que antecede una <a> tónica. Por otra parte, la regla que enuncia don Juan no me parece muy generalizable. Así, barco es el nombre objetivo, mientras que barca significa un barco muy pequeño.
Pedro Maestre Yenes me plantea este acertijo: se trata de completar la frase: "Subí mi vaca lechera encina de la baca de mi coche y en una curva se me cayeron las dos... ¿vacas o bacas?" Muy sencillo. Ninguna de las dos. No hay más remedio que decir que "se me cayó la baca y con ella la vaca".
Luis Lebredo (Redlands, California, EEUU) se siente atraído por la curiosa preferencia entre los diminutivos terminados en –ico y en –ito. Don Luis observa que en Costa Rica se inclinan por el –ico y por eso sus habitantes los llaman ticos. Esa es la norma en las Antillas, aunque en el resto de Hispanoamérica se inclinan por el –ito. Se pregunta don Luis por la norma de que las palabras con una <t> en la última sílaba den lugar al diminutivo en –ico para evitar la cacofonía. Don Luis quiere saber cómo se ajustan las diferencias regionales en España sobre esa cuestión. No soy dialectólogo ni nada que se le parezca. Toco de oído. En mi tierra de nación (Zamora) se utiliza a veces el –ico, para cuando se quiere cargar la palabra de afecto. Por ejemplo, mi abuelo Amando me llamaba cariñosamente "revecerico", por el diminutivo de revecero (= pastor, ayudante del pastor, gañán que cuida el ganado). En el resto de Castilla y León supongo que se emplea más la fórnula –ito, que es también la general en España. No obstante, en Aragón y en las provincias de Albacete, Murcia y Almería –entre otras- se impone el –ico, casi siempre con una desinencia cariñosa o tierna.
Francisco Consegal se siente sorprendido con mi decisión de no acentuar los pronombres demostrativos o el adverbio solo. La interpreta así: "Quizá la relajación en su observancia [de la norma general] no sea más que un reflejo del espíritu de estos tiempos, en que tan de moda está cumplir o no las leyes según las conveniencias de las personas llamadas a aplicarlas, con el inevitable deterioro (cuando no desprecio) de la jerarquía normativa y del sistema de fuentes, imprescindibles si se quiere contar con un auténtico Estado de derecho". Creo que don Francisco saca los pies del tiesto. Lejos estoy de la mentalidad que podríamos llamar anómica, la de ser indiferente a las normas de todo tipo. Aunque solo fuera por mi formación sociológica, tendría que reconocer que una sociedad sana no puede vivir sin normas, incluidas las de la Gramática. Pero esas normas varían con el tiempo. Es más, mi decisión (y la de otros escritores, académicos incluidos) de no poner la tilde a los pronombres demostrativos (este, ese, aquel, etc.) y al adverbio solo no hace sino aplicar la norma general de acentuación: No se acentúan las palabras llanas terminadas en vocal o las agudas terminadas en consonante que no son ni <n> ni <s>. Dicho de otro modo, la tilde en las palabras dichas resulta una excepción, un privilegio, que no hay por qué mantenerlo. No se trata de un capricho. Antes bien, da pie para ello las observaciones de la RAE, madre y maestra de la lengua. El problema puede estar en el riesgo de la anfibología, el doble sentido, pero, fuera de algún juego de palabras, ese riesgo es mínimo en el caso que nos ocupa. Por otra parte, el habla discurre siempre con ese riesgo a cuestas, lo que le da una especial gracia. Puede que el esperanto haya eliminado ese riesgo, pero entonces el habla esperantista debe de ser una aburrición, que es como un aburrimiento innecesario. Aun así, mi respeto por la norma es tal, que, si la cortesía lo aconseja, escribo este, ese, aquel y solo (adverbio) con las tradicionales tildes. Tampoco es que haya que ser coherente hasta el final; solo los locos de atar suelen ser del todo coherentes.
Javier de Arvizu se plantea si es correcto decir "a la mañana, a la tarde, a la noche", en lugar de "por la mañana, por la tarde, por la noche". Entiendo que se puede decir de las dos formas, o mejor, de tres, porque cabe también la fórmula "en la mañana", etc. Digamos que la variante con por es la más general en España, con la excepción del País Vasco y Cataluña, donde prefieren la variante con a. La fórmula con en es más típica de los países americanos; va entrando en España por la influencia del inglés.