Hace cerca de 40 años, una camada de ingenuos profesores encabezamos un manifiesto en Barcelona. Suspirábamos por lo obvio: el bilingüismo en la enseñanza de Cataluña. Nos adelantábamos al propósito contrario, el de imponer aviesamente la llamadainmersión lingüísticaen la lengua catalana. Se trataba realmente de una gigantesca operación adoctrinadora. Fruto de la cual ha resultado una amplia mentalidad que propicia el separatismo, la desmembración de España. Ha calado asimismo en los hijos de los inmigrantes castellanoparlantes. Por desgracia, se cumplieron nuestros presagios, como atestigua la actual generación de rufianes en la política catalana. Nada es más exitoso que el éxito.
Un fenómeno similar y de más altos vuelos se está incubando ahora en toda España (o "a nivel de todo el Estado", como dice la parla politiquesa). Consiste en desacreditar la tradicional ética del esfuerzo, en la que se ha basado el formidable ímpetu de la sociedad española desde hace más de medio siglo. Frente a la centralidad del trabajo y del mérito, ciertas sectas sedicentemente progresistas proponen la preeminencia en las escuelas de la holganza y el hedonismo. Condenan las tareas o deberes para casa de los escolares. Recortan las exigencias a los becarios. Añaden la ampliación de las vacaciones escolares y protegen la excrecencia del botellón. Pronto veremos la abolición de las notas y de los libros de texto. De esa forma se va adoctrinando a la generación de adolescentes que constituirá la carne de cañón en la lucha de Podemos contra el orden establecido. Conseguirán rebajar la edad para votar a los 16 años. ¿Por qué no a los 14? A través de esa especie de inmersión ideológica llegarán pronto los podemitas al poder. De momento, el orbe de la enseñanza aparece dominado por la siniestra ideológica. La diestra se conforma con salvaguardar el territorio de la enseñanza privada.
La soterrada reforma educativa en marcha se propone la demolición de lo que queda de la cultura del esfuerzo. De momento, sus promotores se distinguen con facilidad por el léxico. Se refieren siempre a "padres y madres", "profesores y profesoras", etc. Se disfrazan con la piel de cordero de la "defensa de la familia", pero se comportan como lobos feroces. Su misión real: adoctrinar a los escolares. Constituyen el equivalente hodierno del konsomol soviético.
Mientras todo lo anterior tiene lugar soterradamente, la polémica se centra en si la enseñanza pública debe depender del Estado central o de las regiones (mal llamadas autonomías). La opinión pública se entretiene con la simpleza de si debe promulgarse esta o estotra ley educativa. Es una buena manera de perder el tiempo. Los cambios de mentalidad no los determinan las leyes. Una España gobernada en gran parte por la derecha se ve superada por la hegemonía cultural de la izquierda.