Mariano Magister (Argentina) me pide que le explique la frase "a falta de pan buenas son tortas". Muy sencillo. La torta era tradicionalmente el pan sin levadura, llamado también ácimo, tendido, cenceño, a torquendo o subcirenicio. Se identificaba ese pan con los judíos o con los hogares que ni siquiera tenían horno. Naturalmente, el pan fermentado era un símbolo de un hogar con posibles o por lo menos de cristianos viejos. De ahí que "a falta de pan buenas son tortas" era un dicho para consolarse uno con lo que buenamente tenía. Todavía se emplea hoy, aunque la expresión no resulte inteligible. También se dice "costar la torta un pan" para indicar que el precio de algo es exagerado para la calidad que tiene. O también "hacer un pan como unas tortas" (o "unas hostias") para la idea de cometer un grave error. Esos dichos forman parte de una gavilla de refranes y frases hechas que son típicas de un pueblo hambriento.
Luis Martín Jadraque me pregunta por el origen de la frase "meterse en camisa de once varas". Equivale a decir que uno no debe inmiscuirse en lo que no le concierne. "Once" alude a una talla descomunal. En otros tiempos la ceremonia de la adopción de un hijo consistía en meter a la criatura por la manga de una camisa de talla amplísima y sacarla por el cuello. Después de lo cual el padre adoptante daba un beso a la criatura y así se sellaba el ritual de la adopción. El pueblo, fuera por sabio o por cauteloso, dio en pensar que las adopciones podían salir torcidas, por lo que "meterse en camisa de once varas", pasó a adquirir el sentido de no tomar decisiones que pudieran resultar desaconsejables. También se dice "meterse en un berenjenal" para indicar que uno se mete en una situación dificultosa. Es sabido que la planta de la berenjena tiene hojas y tallos con pinchos. Podría ser asimismo que la berenjena se asociara con comida de moriscos.
Paco Mena (Finlandia) desea saber de dónde viene la expresión "estar a la cuarta pregunta". Como es sabido, indica que uno tiene "dificultades de tesorería", dicho en el lenguaje refitolero de los ejecutivos. Hay varias versiones sobre el origen de "la cuarta pregunta". La más socorrida es la que recoge la tradición de los interrogatorios judiciales. Venían a sustanciarse en cuatro bloques de preguntas: (1) Nombre y edad. (2) Lugar de nacimiento y ocupación. (3) Religión y estado civil. (4) Bienes y rentas. Ante la cuarta pregunta lo mejor era aducir que el interrogado era insolvente, pobre de solemnidad o vivía exclusivamente de su trabajo. De esa forma la responsabilidad civil o pecuniaria se hacía mínima.
Reimser me pide que le dé alguna pista para averiguar el origen de algunas expresiones coloquiales o populares, por ejemplo, chorizo para indicar "ladrón". En ese caso, la palabra se deriva de chori, que en la jerga caló significa "ladrón". En principio, basta el acopio de los diccionarios, sobre todo los de uso, para explicar el significado de algunos términos o expresiones coloquiales. Cuando se trata de frases hechas, la fuente clásica es José María Iribarren, El porqué de los dichos (Gobierno de Navarra). Añádase Margarita Candón y Elena Bonnet, A buen entendedor... (Amaya y Mario Muchnik)
Agustín Fuentes sigue jugando con mi sugerencia (nada original) de que Santa Tecla sea la patrona de los interneteros. Añade estas otras locuciones a partir de las "tecla":
- Dar en la tecla = acertar.
- Tocar la tecla acertada = planificación inteligente.
- Tener muchas teclas = persona o cosa complicada.
- Estar tecloso = tener muchas pachucheces.
- ¡Es doña Teclas! = una persona particularmente incordiante.
Francisco Rodríguez Barragán entiende que la frase "vale (o no vale) la pena" es hermosa porque reconoce que las cosas valiosas requieren esfuerzo. Le doy la razón. También es curioso que demos la razón al que ya la tiene.
Luis Fernando Ruiz Bedoya se encuentra con que, en uno de los foros de la asociación de márquetin se analiza el axioma "el electorado siempre tiene razón" o su complemento "la mayoría nunca se equivoca". Me pide don Luis Fernando un comentario sobre el particular. Es claro que la razón no tiene por qué equivaler a lo que decide la mayoría. Lo que ocurre es que, para resolver los conflictos o para anticiparlos, un buen procedimiento es el democrático de aceptar la resolución de la mayoría. No es tanto la razón lo que se persigue sino la conveniencia de minimizar los conflictos y el tiempo de discusión. Se trata de una de las reglas del juego democrático. Quizá no sea muy buena, pero no hay otra mejor.