Esael Álvarez se pregunta por la significación del dicho "buscarle el traspiés al gato" que ha escuchado recientemente a una amiga. Don Esael prefiere la versión de "buscarle tres pies al gato" o "cinco pies". Se halla confundido el hombre porque dice que no encuentra la expresión en Cervantes o en otros clásicos. Me pide ayuda para aclarar el embrollo. Entiendo que la cosa no tiene mayor misterio. Siempre se dijo "buscarle cinco pies al gato" para indicar la acción de los que nos irritan porque nos lían con sus razonamientos inútiles. La expresión es clásica; la han empleado muchos escritores. La historia es la del tonto que hacía ver que el rabo del gato era otra pata. La confusión la introdujo Cervantes al escribir "tres pies al gato". Dada la autoridad del clásico, mucha gente continuó con el error. Lo de "tres pies" no tiene sentido. Peor es decir "buscar el traspiés del gato", que es totalmente absurdo. Resulta curioso que haya tantas expresiones populares para indicar que lo que dice el otro es confuso.
Félix Juan Cabasés dice que no me convence mucho lo de tafanario o antifonario para sustituir coloquialmente la voz culo o nalgas. La verdad es que me convence mucho, por la gracia que tiene. Ignoro dónde he dicho lo contrario, pero tampoco voy a ser del todo coherente. El antifonario es un canto litúrgico que sirve de respuesta a otro. Ese ir detrás es lo que dio origen al aparente cultismo de antifonario como culo. La asociación con una voz eclesiástica hace al dicho más gracioso. Luego pasó a tafanario, que es voz más obscena; alude a las partes pudendas, incluso las femeninas. La asociación humorística con voces religiosas la vemos también en expresiones como "confundir el culo con las témporas", "se armó la de Dios es Cristo" o "estar hecho un Cristo". Lejos de ser irrespetuosas, manifiestan un profundo sentido religioso. A los españoles no nos parece irrespetuoso que una persona se llame Jesús o incluso que la hostia equivalga a la bofetada. En mi infancia era corriente la expresión de "me comería a Dios por un pie" para indicar que uno tenía ganas de comer.
Gabriel Ter-Sakarian nos aclara que la expresión, ahora tan común, de "veamos a ver" es un galicismo (voyons voir). Entiendo que en francés pueda sonar bien, pero en español las repeticiones de palabras se toleran mal. Mucha gente pide "perdón por la redundancia" cuando tiene que repetir una palabra, aunque solo sea parecida. En inglés, por ejemplo, esa petición de perdón no se produce.
Germán Pedraz Calvo nos aclara la locución "a beneficio de inventario", que tanto se repite, a veces sin ton ni son. Dice don Germán que una cosa es el sentido jurídico y otro el corriente o popular. En sentido jurídico, más preciso, "a beneficio de inventario" significa que uno no acepta una herencia hasta ver si las deudas van a ser superiores a los bienes. Se trata de una cautela muy legítima. Pero en el sentido coloquial "a beneficio de inventario" significa que uno no se toma en serio lo que le dicen. Hay una cierta relación entre los dos sentidos, pero no son equivalentes. Esa degradación de los términos jurídicos se da en otros muchos casos. Revela lo popular que siempre ha sido el lenguaje, aparentemente arcano, de rábulas y leguleyos. Recuérdese lo del "modus vivendi", que la gente hace equivaler a los ingresos que uno tiene, en lugar del sentido técnico de acuerdo amistoso entre las dos partes en conflicto. Aunque me llamen vanidoso me remito a mi libro La magia de las palabras, donde se contienen muchos ejemplos de lo que digo.