Javier Zarranz me envía la siguiente perla, oída en La 2 de TVE: "El primer contrincante [del equipo español] para disputar la Copa Davis del año 2008 será Perú. El equipo de tenis de España tendrá que aclimatarse a la altitud de Lima". Desde luego, llama la atención lo de la dramática "altitud de Lima". Es una ciudad prácticamente costera, por lo que su altitud es mucho menor que la de la muchas ciudades españolas del interior, por ejemplo, Madrid. Lo de aclimatarse tendrá que ser más bien a la temperatura, el hemisferio y la humedad. Aunque situada en el trópico, Lima se ve favorecida por la corriente fría de Humboldt, por lo que goza de una temperatura suave. Lo peor es la contaminación de la atmósfera y la de una sociedad corrupta y dislocada. Pero esa es otra historia.
Humberto García Rebagliato (Torrevieja, Alicante) me corrige con acierto: la tramontana es viento del Norte que sopla en el golfo de León, Cataluña y Baleares. En contra, asimismo, de lo que yo decía, don Humberto sostiene que "el bochorno no es un viento; es el efecto de una determinada situación atmosférica que produce esa conocida sensación" [de calor]. Estamos en las mismas. La "situación atmosférica" que dice don Humberto es la que aparece dominada por el viento Sur, africano, caluroso. Después de todo, bochorno deriva de vulturnus (= viento caluroso del Sur). Dice el Diccionario de Autoridades que bochorno es "vapor caliente y molesto que levanta el viento Solano en el Estío". Antes, el Tesoro de Covarrubias propone que bochorno es una corrupción de "boca de horno", pues "es el tiempo de mucho calor, cuando corre un viento caliente que lo abrasa todo". No creo que hoy se pueda mantener esa etimología.
M. Cardona insiste en que "el bochorno no es viento sino aire caliente y molesto que se levanta en el estío", y concluye rezongón: "Se ve que es usted de tierra adentro". Cierto es, porque en mi tierra (adentro) al viento lo llaman aire. Pero ¿qué es el viento sino aire en movimiento? Para los romanos el viento vulturnus era el que soplaba entre el eurus (Levante) y el notus (Mediodía), es decir, el Sureste. Pero era un viento tórrido, no simplemente un "aire caliente".
Mariano Planells (Ibiza) me da una lección sobre los vientos de su tierra. Parece un texto de Séneca, que escribió un completo tratado sobre los vientos. Resumo los vientos baleáricos:
- tramuntana. Norte, frío.
- mestral. Noroeste. Limpia la atmósfera.
- gergal o gregal. Noreste (¿de Grecia?).
- levante. Este. Ahora lo llaman "gota fría".
- xaloc. Sur. Trae temporales.
- mig jorn (= mediodía). Sur.
- llebeig (= lebredu). Húmedo.
- ponent. Oeste. Cálido.
Recibo una multitud de correos en los que los corresponsales me señalan mi error al confundir la Guerra del Chaco con la de la Triple Alianza. Ahora lo tengo claro. La Guerra del Chaco fue entre Paraguay y Bolivia de 1932 a 1935. Fue una guerra crudelísima por la disputa de unos terrenos baldíos en los que se pensó que había petróleo. No lo hubo y en el empeño resultó diezmada la población paraguaya. La Guerra de la Triple Alianza se entabló entre Brasil, Argentina y Uruguay, por un lado, contra Paraguay. Tuvo lugar entre 1865 y 1870. También aquí el resultado fue un desastre para los paraguayos, tan desproporcionadas eran las fuerzas de uno y otro bando.
Añado que resulta sorprendente la coincidencia de una serie de agitadas guerras y revoluciones en la década de los años 60 del siglo XIX y luego en la misma década del siglo XX. Recordemos la Guerra Civil de los Estados Unidos (1861-65), la de la Triple Alianza (1865-70), la Revolución Gloriosa en España (1868) y la consiguiente Guerra Carlista, la Revolución Meiji en Japón (1868). La Revolución de Juárez en México (1867). Los años 60 del siglo XX son testigos de la Guerra de Vietnam y de las guerras de independencia de muchas colonias. Lo más curioso de todas esas "sincronicidades" de ambos siglos es que coinciden con sendos periodos de extraordinario desarrollo económico, quizá los más intensos de toda la Historia.
Isidoro Sánchez Torres (Toledo) me envía una "pequeña corrección" de mi frase "no me resisto a hurtar a los lectores esta deliciosa postdata". Entiende don Isidoro que yo quería decir "me resisto a hurtar..." puesto que transcribí la postdata. Tiene razón don Isidoro. La verdad es que esa construcción con varias negaciones siempre es un lío. Habría sido mejor decir "no me resisto a transcribir" la postdata de marras. O mejor aún: "me satisface transcribir...".
Raquel Pérez Mena (Sevilla) recoge una crítica que me hacía una libertaria advirtiéndome que "gallo" en griego era alektryon. Doña Raquel certifica que, en griego moderno, "gallo" se dice kókoras, esto es, con el sentido onomatopéyico que yo decía.
Siguiendo con lo mismo, J.J. Carballal me da la razón sobre la relación que existe en francés entre coquelicot (= amapola) y el canto del gallo.
Miguel Ángel Gallego Matías me echa un rapapolvo por haber escrito yo güay con diéresis. No soy consciente de haber cometido esa barbaridad, pero si así ha sido, pido perdón. Ya se sabe que al mejor escribano alguna vez se le escapa un borrón, tanto más una diéresis mal puesta. En este caso se me cruzó la dendrita de Paraguay con la de Camagüey.