Los extranjeros que aprenden español tropiezan siempre con la sutil distinción entre ser y estar o entre el tú y el usted. No hay reglas precisas. Veamos algunas consultas sobre el tuteo.
José Manuel Fernández quiere saber la norma para emplear el tú o el usted. En España la tendencia es hacia el tuteo, entiendo que de forma exagerada. Crea una sensación de confianza que puede ser buena, pero que a veces resulta engañosa. No por tutearnos somos todos iguales. El tuteo fue una ilusión igualitarista que se impuso en la última guerra civil, en los dos bandos. Sea como fuere, la opción del tuteo nos separa cada vez más a los españoles del resto de los hispanohablantes. Claro es, no se pueden poner puertas al campo; quiero decir que en España el tuteo se generaliza tanto como los pantalones vaqueros o las zapatillas deportivas. Al menos podríamos reservar el usted para situaciones en las que hablamos a desconocidos. Por esa razón en las tertulias de la COPE intentamos mantener un usted ritual y un poco irónico, porque penetramos en las casas sin llamar. Desde luego, el tuteo se impone entre iguales en edad, dignidad y gobierno. Aunque parezca una complicación innecesaria, la doble opción tú-usted significa una enorme riqueza del idioma. Está también el tuteo entre personas cercanas, una a una, pero que se pasa al “ustedes” cuando es plural, en lugar del “vosotros”. El caso más chusco es el del “ustedes vosotros”, pero los andaluces responsables aseguran que solo se dice de broma. El voseo de los argentinos y colombianos es una riqueza adicional. Hay una preciosa escena del Quijote cuando Sancho trata de vos a su mujer. Es para leerla y releerla.
Gabriel Mena critica mi afirmación de que “en inglés no existe el usted y se utiliza siempre el tuteo”. Don Gabriel opina que el pronombre you equivale al usted y el arcaico thy es el equivalente del tú. No es exactamente así. En inglés el equivalente del tuteo se hace citando el nombre propio. El thy, o mejor, el thou, corresponde a un inglés arcaico y reverencial que se reserva para algunos clásicos, las oraciones y la Biblia. Sería el equivalente del tú reverencial que nosotros empleamos en la Biblia y en las oraciones. Bien es verdad que también hay otra forma reverencial: “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”. Es vos nada tiene que ver con la fórmula argentina. El Rey emplea el tú con casi todo el mundo, aunque la Reina recurre más al usted. En el caso del tú del Rey, el interlocutor no sabe muy bien cómo contestar. Lo más práctico es olvidarse del “su majestad” o “vuestra majestad” (reservado para ocasiones solemnes) y contestar con el usted. Es suficientemente respetuoso. Nadie se ofende, y menos el Rey. El “su majestad” implica hablar en tercera persona, lo que hace imposible una conversación sana. Algo parecido sucede con el “señoría” con que se tratan formalmente los diputados y hay que tratar a los jueces.
J. A. Martínez Pons se solidariza con mi queja sobre el tuteo generalizado. “El Corte Inglés te informa del tiempo”. “La Dirección General de Tráfico te avisa…”. De todas formas, conviene matizar. El tuteo se impone en España entre los parientes, amigos, conocidos, compañeros de trabajo o de estudio y vecinos, sobre todo si son de parecida edad. Es inútil oponerse a esa tendencia, aunque nos aleje de los hispanoamericanos. Dentro de España, los canarios y a veces los andaluces mantienen el usted con una forma muy graciosa de intimidad. Es algo parecido al voseo argentino. En el castellano clásico hay un tuteo que significa respeto, por estar más cerca del latín; es el que se emplea en las oraciones o en el lenguaje que remeda el gusto clásico. Por ejemplo, el tuteo con el lector como un cultismo. Yo a veces recurro a esa forma de darme el gustazo. En esta seccioncilla no lo aplico. En su lugar extremo el usted y el tratamiento de don o de doña delante de un nombre propio. Como es sabido, en inglés pronuncian el nombre propio del interlocutor para indicar el tuteo, la familiaridad. Ese recurso se traduce, a veces, en la radio y la televisión españolas con un efecto que puede llegar a ser cómico, si no se hacen las pausas correspondientes. Por ejemplo, dice el presentador hablando con su corresponsal: “La víctima Begoña ha sido encontrada…”. Evidentemente, la víctima no es Begoña. Ese es el nombre de la corresponsal. En español no hay necesidad de citar continuamente el nombre del interlocutor. Yo lo hago aquí más veces para distinguir lo que me dice el comunicante y lo que yo añado.