Manuel Tebas Peiro (Merion Station, PA, USA) quiere saber algo más de la palabra oxímoron, que no encuentra en el DRAE. Sí que está. Viene a ser un cultismo para lo que llamamos “contradicción en los términos”, pero que suele contener un punto de belleza. Por eso lo utilizan los poetas. El ejemplo perfecto es el famoso soneto de Quevedo sobre el amor:
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente;
es un soñado bien y un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parosismo,
enfermedad que crece si es curada.Este es el niño Amor, este es su abismo;
mirad cuál amistad tendrá con nada
en el que todo es contrario de sí mismo.
¡Qué belleza, señores! El soneto entero es un racimo de donosos oxímoros. Se podría decir oximorones, pero queda más prosaico. En griego oxímoron es la agudeza que resulta de unir voces contradictorias. La raíz oxi- significa “agudo, afilado, ingenioso”. Moron es tanto como “extravagante, loco, tonto”. Es decir, etimológicamente el primer oxímoron es la voz “oxímoron” (= tontería ingeniosa). Durante un tiempo se escribió como oxímorón, pero es mejor recuperar la esdrújula original: oxímoron. Es una palabra preciosa. Alguien podría pensar que “Libertad Digital” es ya un oxímoron. Como “El pensamiento navarro”, que decía el liberalote de Unamuno. ¿O fue el impío don Pío Baroja? Seguiremos dando la tabarra con lo de la “libertad digital” hasta tanto no se asegure la libertad sin más. Cuán largo me lo fiáis.
Jaime Morella apoya la tesis de la dicotomía alimentaria: “Nunca decimos solomillo de cochino sino de cerdo. El marrano lo dejamos en la pocilga. El cerdo va a la mesa”. De paso, se pregunta don Jaime por lo de perro que no parece latino. No, no lo es. Estamos otra vez ante las dicotomías. Can era la voz culta y perro la popular. Es probable que venga de las voces naturales parr, perr, pirr, porr. Es una onomatopeya del ruido que se hace al esparcir, derramar o dispersar. Seguramente eran voces que se empleaban para hacer que el perro esparciera o juntara el rebaño de ovejas. Si se llamaba al can con la voz “perr”, es lógico que se quedara con el nombre de “perro”.
Jesús Castellano y de la Yeza (Griñón, Madrid) defiende que la voz intríngulis está relacionada con la de intriga. Podría ser. La palabra intriga procede del latín tricae (= líos, enredos, bagatelas, embrollos; siempre en plural). Pero no está claro cómo es que ha derivado en intríngulis (= razón oculta, dificultad o complicación). Me da la impresión de que es una palabra inventada con una construcción que parece latina para seguir con la broma. Está en la línea de la expresión “de bóbilis” (= sin trabajo o sin pagar).
José Antonio Martínez Pons aporta otro hispanismo en el japonés. “Es un bizcocho que llaman algo así como castiella”. Supongo que se trata de nuestras venerables magdalenas. En griego magdalía es el bizcocho.
Carlos Casas (Madrid) corrige a Ismael Barba sobre el origen del topónimo “Valladolid”. Dice don Carlos que “Walid no significa en árabe gobernador, sino que es nombre propio de varón”. De paso, don Carlos asegura que Guadalajara no quiere decir “río de la mierda” sino “río de las piedras” (Wadi al-hiyara). Aclarado.
A propósito del texto de Ismael Barba, Carlo Cuomo (Madrid) dice que “hay un error de enormes proporciones […] No existe en la geografía italiana [ningún] lugar llamado Puzzoli. El nombre de la ciudad cercana al Vesubio es Pozzuoli”. Gracias por el dato. Seguimos con la idea de que los vallisoletanos de alto copete son los “pucelanos”.
Alfredo Rodríguez se muestra muy escéptico respecto a las teorías que buscan un origen latino o árabe a Valladolid. Alude a un asentamiento romano, Pincia, cerca de la ciudad actual, pero todas son “meras elucubraciones indocumentadas”.