Manuela Mangas me critica que en algún artículo he dejado caer el signo del porcentaje (%) pegado al número correspondiente, cuando la norma es que entre el número y el signo haya un espacio. Tiene todita la razón. Observo que en los libros que yo he publicado se sigue la norma correcta, pero en los manuscritos la mayor parte de las veces se me desliza el error. La explicación está en que en inglés no se suele dejar ese espacio que dice doña Manuela. Intentaré corregirme.
José María Navia-Osorio sostiene que le suena mejor "el día después" que "el día siguiente". Bueno, es cuestión de gustos. Los dos adverbios se usan por igual, pero a mí me suena más castizo "el día siguiente". Las cosas del lenguaje admiten variaciones.
José Giménez Soria aclara que la expresión personas con diversidad funcional responde a un circunloquio respetable que emplean las asociaciones de discapacitados y minusválidos. Pues insisto: no me parece un recurso apropiado. Admito lo de discapacitados, aunque ya es un eufemismo, pero se halla establecido. Son las personas que requieren alguna prótesis o ayuda para desenvolverse por la vida. Así, un ciego o un parapléjico. Revela una gran incultura suponer que esas palabras son despectivas.
En una comunicación de mi Facebook me refería a lo intrigante que resulta el atractivo de las formas rectangulares (generalmente apaisadas) en las construcciones humanas. Así, el perfil del Partenón, el diseño de las fotografías o de las pantallas informáticas. Agustín Fuentes me comenta que el secreto está en la "proporción áurea", equivalente a 1,6. Se deriva de un hecho orgánico: el ojo humano ve más a lo largo que a lo alto. Ahora comprendo por qué a mí me satisface escribir en cuartillas, no en folios.
Hablando de informática, Juan Canosa Carballeira anota este maravilloso neologismo: "obsoletar la tablet". Se refiere a que la tablet actual ha cumplido ya su corta misión y debe ceder paso a otros nuevos modelos. Ignoro cuáles son. Yo ni siquiera he llegado a la tablet. La tendríamos que llamar pizarra, en honor de ese primer artilugio que se empleó para escribir y que duró siglos. Por cierto, el diseño de la pizarra de nuestra infancia seguía también la proporción áurea.
Reconozco que lo de tablet es una confirmación del prestigio que da recurrir a palabras inglesas. A propósito, acabo de pasar una noche en un hotel de cinco estrellas en una ciudad atlántica. Ahora en los hoteles de postín, por mor de la austeridad, ya no te ponen en el baño los utensilios de antaño: peine, cepillo y pasta de dientes, lima para las uñas, etc. En su lugar, la dirección del hotel de marras había colocado este letrerito: "Tenemos disponibles una selección de amenities que puede necesitar durante su estancia". La redacción no es muy concordante, pero resulta chistosa. Supongo que se refiere a esos cachivaches para la higiene personal. Nunca imaginé que fueran amenities. Por otro lado, el hecho es que no estaban disponibles a la vista. Había, pues, que solicitarlos a la dirección. Ni lo intenté. Me dio vergüenza. Uno tiene su dignidad. De paso diré que en algún otro hotel colocan sobre la mesilla una amenity (si se puede decir así) bien agradable: un libro. No tiene que ser la Biblia de los protestantes. Se corre el riesgo del hurto, pero ocurre también con las almohadas. Todo negocio tiene su riesgo.