El British Council y la Alliance Française tienen un parecido significativo: se perciben como algunos de los mejores centros de aprendizaje del inglés y del francés y son muy concurridos entre las élites para asegurar una educación que los colegios españoles no proporcionan. Pero hay diferencias significativas entre ambos centros, que demuestran que los mismos son perfectos autorretratos de los modelos nacionales del Reino Unido y de la República Francesa.
En el British Council he tenido excelentes profesores de inglés. De lo que entonces no me percaté es que, pese a ser un organismo público del Gobierno británico, no sólo no se nos intentaba enseñar la cultura británica y la historia británica, sino que los temas alrededor de los cuales se producía la enseñanza eran muchísimo más políticamente correctos porque pretendían ser temas "globales": la sociedad multicultural, la ciudadanía global, el cambio climático, el diálogo interreligioso...
Por el contrario, en l’Alliance cada curso tiene dos grupos de objetivos: los objetivos lingüísticos y los de civilización (los franceses no hablan de cultura francesa sino de civilización francesa), ello pese a no pertenecer al Gobierno francés. Aunque no sé qué parte atribuir a la cultura y mentalidad del centro y qué parte atribuir a mi excelente profesor, uno tiene la sensación de estar descubriendo al mismo ritmo el francés, la gastronomía francesa, las costumbres parisinas, la música francófona y algo de historia gala. Ni parecido al modelo de aprendizaje del British, igualmente excelente pero donde prima la idea de la comunicación en inglés para unir culturas frente a intentar transmitir algo de la cultura inglesa. Un modelo que opera hacia los no británicos porque, por lo demás, las sociedades anglosajonas son las más patriotas del mundo y, no casualmente, las democracias más consolidadas del planeta.
Probablemente todo esto se remonte al modelo de colonización del Imperio británico y la Commonwealth frente al modelo chauvinista francés. Esto ha evolucionado hoy hacia dos modelos de sociedad: el modelo "multicultural" británico, basado en el estricto respeto a las distintas culturas y religiones que convivan bajo la Corona británica, siguiendo así su modelo de colonización, y que, sin embargo, está favoreciendo la islamización de las comunidades musulmanas británicas. Ello contrasta con el amor francés hacia su cultura, su cine, su música y su nación, y el afán del actual presidente de la República por lograr la integración de los inmigrantes en los valores franceses. Ambos son autorretratos de culturas distintas; será mucho más liberal el modelo anglosajón, pero me fascina el amor de los franceses hacia una cultura que, al menos a mí, me resultaba mucho más desconocida que la anglosajona.
El tercer autorretrato sería el nuestro, el de la España autonómica. Y sería cubista: un modelo cultural que resulta en no enseñar nuestra historia ni nuestra literatura, en multar a quienes rotulan en la lengua común o en bajar la nota a un alumno disléxico que comete el pecado de poner la fecha en castellano en el colegio Miguel de Cervantes. Esto último me sugiere algo: qué gran favor nos haríamos trayendo a España alguno de esos Institutos Cervantes que tenemos por el mundo para recuperar aquí, frente a la LOGSE, a la inmersión lingüística y a la Educación para la Ciudadanía, al menos la posibilidad de formar en cultura y lengua españolas a quien así lo quiera.
Por el momento, un autorretrato que merece la pena ver es el que ha presentado este lunes en la calle Alcalá la ex ministra de Educación y Cultura, Pilar del Castillo. Todos los ministros, al dejar el cargo, pasan a formar parte de la historia de su Ministerio a través de un retrato, que hasta ahora se encargaba a un profesional y que solía resultar estático y muy institucional. Sin embargo, esta ex ministra liberal optó por pintar y firmar su propio retrato para el Ministerio de la calle Alcalá, algo absolutamente inédito. De Pilar del Castillo se puede decir que es una persona lo suficientemente ilustrada como para que la actividad política no le haya impedido nunca mantener un rigor académico tal que, al expresarse, genera en su público la duda de si aplaudir o si tomar apuntes, algo que no se puede predicar de muchos servidores públicos.
El autorretrato de la ex ministra aficionada a la pintura metafísica refleja a la vez ambas facetas, la política y la de la expresividad artística. Y aunque no me hubiera gustado lo reseñaría igualmente por la valentía que representa que una persona relevante en la vida pública haya sabido compatibilizar la seriedad del servicio público con la expresión artística, nada menos que en la presentación pública de su inmortalización ministerial. Ahora que ha pasado un tiempo desde que dejó el Ministerio creo que ya se puede decir que Pilar del Castillo es un icono del altísimo nivel intelectual de los gobiernos que tuvo José María Aznar y que ha sido, sigue siendo y seguirá siendo una excelente servidora pública.