Acabo de terminar de leer el libro de Pedro SchwartzEn busca de Montesquieu, y todavía no me he repuesto de la impresión. Es un libro excepcional, que aborda frontalmente los problemas y dudas que tenemos todos sobre los orígenes del pensamiento liberal y sobre la democracia, la globalización, la pobreza y la riqueza de las naciones, las injusticias sociales, el margen de maniobra de los políticos para intervenir en la economía y el futuro de la civilización occidental.
PEDRO SCHWARTZ: EN BUSCA DE MONTESQUIEU. LA DEMOCRACIA EN PELIGRO. Encuentro (Madrid), 2007, 451 páginas.
No es un libro fácil, porque obliga a leer atentamente argumentos de todo tipo: filosóficos, históricos, económicos y políticos. Los dos grandes problemas de fondo que analiza el profesor Schwartz son, en definitiva, el de si puede sobrevivir la economía de mercado, el capitalismo, en un mundo en el que se confunde la democracia con el poder absoluto de las mayorías políticas, y el de cómo compatibilizar el imprescindible respeto a cada miembro de una comunidad y a las minorías, que debería ser, precisamente, la característica básica de una auténtica democracia, con el reconocimiento de la voluntad de la mayoría.
Este tema crucial es el que inspira la obra de Montesquieu, y a los padres fundadores de la Constitución norteamericana. Para compatibilizar los derechos de las mayorías y las minorías Montesquieu propone la separación de poderes; a esa separación, y los autores de la Constitución de Estados Unidos añaden la división de competencias entre el Gobierno central y los estados miembros.
El estudio de la lucha permanente de filósofos y economistas liberales en la búsqueda de la libertad individual frente al Leviatán que significa el poder de los políticos lo hace el profesor Schwartz desde esa cuádruple perspectiva a la que hacía referencia anteriormente, filosófica, política, económica e histórica. Lo más fascinante del libro es cómo Schwartz engrana el pensamiento liberal de los grandes clásicos, desde Locke hasta Montesquieu y Popper, y desde Adam Smith hasta Buchanan y Hayek. Sólo alguien que haya leído, estudiado y asimilado las obras de esos autores podía haber escrito una obra como ésta, que, al menos a mí, ilumina sobre los límites que deben imponerse a la soberanía popular y sobre el constante ataque de los colectivistas a la libertad personal.
Destaca también Schwartz el efecto del comercio, primero intranacional y después internacional, en el control de los excesos del intervencionismo público. Frente a todo tipo de mercantilismo, pasado o actual –que es lo que encarnan los "campeones nacionales", tan queridos por los políticos franceses y por muchos españoles, no sólo de izquierdas–, destaca Schwartz el papel de la libertad de comercio, como el mejor freno a los excesos de la intervención pública en nuestras vidas. No es exagerado decir que el comercio en libertad es una garantía de primer orden para asegurar nuestra libertad personal.
Me ha sorprendido la influencia de Hayek en el pensamiento del profesor Schwartz; quizá esa influencia estuvo siempre presente en su obra, pero en ninguno de sus otros libros o publicaciones era tan evidente. Sin Hayek y Popper, y quizá Buchanan, no se explican los profundos cambios sociales y económicos que han ocurrido en todo el mundo a partir de mediados de los años 70. José María Marco, en su libro La nueva revolución americana, nos ha explicado cómo se han producido esos cambios en Estados Unidos. Tanto Margaret Thatcher como Ronald Reagan están profundamente influidos por Hayek y Popper. Y son ellos, precisamente, los que permiten que la mejor política económica, la que prescinde, en sus planteamientos teóricos, del utilitarismo –en definitiva, el inexistente homo economicus– y del keynesiano intervencionista se desarrolle en Gran Bretaña, Estados Unidos y, después, en el resto del mundo.
La civilización occidental sólo puede sobrevivir con políticas liberales, que aceptan, y necesitan, una intervención pública limitada para el suministro de algunos bienes públicos, y con democracia, es decir, con separación de poderes, para evitar que los países democráticos se transformen en sociedades donde la libertad muere por asfixia, ya sea por políticas populistas o por excesos de las mayorías.
El profesor Schwartz ha sido capaz de extractarnos la esencia del pensamiento de los grandes maestros liberales y de los que defienden los intereses de "clase" por encima de las personas, y de aplicarla a resolver las tres grandes paradojas con que se tienen que enfrentar los que se autodenominan, y los que quieren ser, liberales: la primera, el malestar de la modernidad; la segunda, lo que Schwartz denomina "libertad o riqueza", un capítulo en el que analiza el concepto de libertad entre los liberales clásicos, en particular en Hayek, y la libertad según los progresistas, representados por Amartya Sen; y la tercera, la gran paradoja que persigue a los liberales: la posible oposición entre democracia y liberalismo.
No es un libro para una sola lectura. Es un libro para releer, buscar referencias, fundar argumentos y resolver las dudas que a todos nos asaltan en este momento en el que, como siempre, y en cada generación, la libertad y la democracia están en peligro. En este punto, Schwartz es optimista –con Popper y no con Hayek, al que critica, en mi opinión certeramente, por su teoría de la supervivencia de las instituciones que mejor se adaptan a la naturaleza humana– por el efecto benéfico de las nuevas tecnologías en el mundo de la comunicación, que nos permiten, a todos, escapar, a bajo coste, del control público.