El País dedica el próximo fin de semana una entrevista a la vicepresidenta económica en su suplemento semanal. Entre tanto, publican un interesante vídeo. Uno se regocija en ver como el mensaje feminista se estrella contra la terca realidad que late en cada fotograma. En el vídeo, el PRISOE intenta presentar a una feminista, no a un/a ministro de Economía. Pero no consigue ni lo uno ni lo otro. Nunca se compondría ese vídeo para presentar a un ministro: a un ministro le preguntarían por la situación económica o cualquier otra cosa seria. No pondrían ópera como banda sonora, ni saldrían imágenes de diseños o poses con trajecitos. Aquí más que nada se exhibe en un escaparate a una miembra de la cuadra selecta de la progresía. Parece como si la Salgado y sus ideas fueran parte de una galería de diseños detrás de los cuales no hay nada más que poses. Esa nadería esteticista es lo que el bazar ideológico del progresismo ha elegido como fundamento.
Pero también el mismo presidente aparece exhibiendo trajecitos y miraditas y diciendo naderías. El mundo de la publicidad está lleno de imágenes de jóvenes oligofrénicos entre formas minimalistas y metales brillantes. Ese es el Dorado de su imaginación, el cielo en la tierra. El brillo representa la pureza, la falta de mácula. La intranscendencia representa la ausencia de problemas. El paleto con pretensiones de centro o de izquierda piensa que eso es el futuro, Uropa, la modernidad. Pero uno tenía la esperanza de que no se toleraría que la cocinera de la economía o la que pone en marcha un programa de aborto gratuito a menores fueran meros decorados andantes.
Evidentemente me equivocaba. La estética ha sustituido a cualquier fondo ideológico, que era el que tradicionalmente, a posteriori, creaba su propia estética (y no al revés). La piedad de Miguel Ángel remite a una concepción del mundo con 2500 años de historia que hay que conocer para apreciarlo en su totalidad. Hoy, un cubo de metal de quita y pon con chorritos de agua saliendo del suelo es "lo más". La ideología correspondiente a esa estética simplona sólo puede hacer tabla rasa del pasado.
Hay que reconocerle a Elena Salgado un instinto que sus compañeras no tienen ni por asomo. Es una persona que sabe estar y no regurgita crudo lo primero que se le ocurre. Para algo sirve la educación en colegios de monjas. Esas cosas son de agradecer. Pero eso tampoco deja de ser estética y pose. Y cuando no hay más que eso, lo que queda es esa nada sostenible y moderna que tanto vende. Como el agua imantada o las pulseras magnéticas o la alianza de civilizaciones.
La superpija Salgado, hija de familia de derechas de toda la vida, ¿en qué podía convertirse más que en progre? Le pilló la moda progresista cuando ya era mayor de edad y para hacerse progresista no era necesario tirarlo todo por la borda a lo Vestringe. Tampoco su papi la iba a dejar sin postre. Y todo ello me conduce a otra reflexión, esta vez más práctica que la superficialidad estética: algunas personas tienen el don de la flotabilidad, que mucha gente confunde con la prospectiva. Pero no son lo mismo.
En mi pueblo, hay una familia que tiene un hijo en el gobierno del ayuntamiento y otro en la oposición. Mantienen una concesión de autobuses. Eso es prospectiva. La flotabilidad es otra cosa más básica, es una propiedad de la pijería que consiste en mirarlo todo desde la estética. Se trata de apuntarse al carro que pase en cada momento con la misma naturalidad con la que una se embute en el último diseño de Loewe. El quedar encima y pillar tajada no es más que una consecuencia de ese instinto. Por eso, cuando estas señoras de cuota hablan de "trapos y tíos" en sus reuniones de "cargas públicas" en realidad están hablando al único nivel político que les interesa.