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Alberto Gómez

Caza de brujas

Si en la fase libertaria imperaba la regla del libre consentimiento mutuo, la fase actual proclama la absoluta preeminencia de la voluntad de la mujer. Su palabra tiene carácter probatorio de delito y se introduce, de facto, la presunción de culpabilidad.

La expresión "revolución sexual" debe ser tomada seriamente. Como en la Revolución Francesa, el paradigma de toda revolución es un intento de realizar una utopía. Pero una utopía sexual en vez de política. Y, como la Revolución Francesa, recorre tres fases: primero, una fase anárquica libertaria, allá por los años 60, en la que se creía que la utopía llegaría espontáneamente cuando las viejas costumbres fueran arrinconadas; segundo, un reino del terror, en el que una facción, la feminista, secuestra el poder e intenta realizar su programa de forma dictatorial: esa es la fase actual; y tercero, una "reacción" en la que la naturaleza humana gradualmente se reestrablece por sí misma.

Este párrafo, de un autor que me resisto a nombrar por su incorrección política, creo que encierra una verdad difícilmente rebatible a la luz de las medidas legales y propagandísticas que, desde el poder, ponen a los hombres bajo la condición de sospechosos habituales. En el reciente caso del padrastro canario linchado por los medios de comunicación, todavía no se han aclarado las responsabilidades. En cualquier caso, el hecho no se hubiera producido si desde arriba no hubiera una campaña de acoso moral y legal contra cualquiera que vacile en su absoluta adhesión a la caza de brujas. En circunstancias como las actuales, los facultativos, los policías, los jueces o los mismos periodistas implicados en el caso habrían sido inmediatamente linchados y apartados de sus puestos de trabajo en caso de que hubieran dudado siquiera del maltrato cuando la autopsia hubiera descubierto que éste sí se produjo. Está claro que su actitud ha sido defensiva: para protegerse de ser ellos mismos víctimas de la cacería, optaron por imputar al hombre. Como ocurre en tantos y tantos casos no tan conocidos.

En la revolución sexual hay dos utopías, resultantes de la distinta psicología masculina y femenina (y ésta derivada de la evolución biológica): los hombres "liberados" esperan de la liberación de las mujeres el acaparar sexo abundante para sí; pero las mujeres liberadas, como hipérgamas que son, con lo que realmente sueñan es con acaparar para sí la estrella de rock o del cine del momento. Las mujeres siguen negándose igual que antes a los deseos masculinos, y permanecen sin comprometerse hasta conseguir su elevado estándar de hombre ideal, que las rechaza como pareja estable. El resultado ha sido que unos y otras se han quedado sin lo que deseaban, porque ambas utopías son imposibles e incompatibles.

En lugar de verlo como tal y aceptarlo, se ha buscado un chivo expiatorio: la llamada opresión machista, que sigue con sus hilos patriarcales invisibles frustrándolo todo; de la misma forma que los socialistas veían saboteadores capitalistas donde deberían haber visto los efectos de sus nefastas políticas. La consecuencia es el terror; si en la fase libertaria imperaba la regla del libre consentimiento mutuo, la fase actual proclama la absoluta preeminencia de la voluntad de la mujer. Su palabra tiene carácter probatorio de delito y se introduce, de facto, la presunción de culpabilidad. Como siempre, los tontos útiles de la primera fase están siendo víctimas de la segunda. La dictadura está servida.

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