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Alberto Acereda

Obama en la cuerda floja

Estamos frente a las elecciones de medio mandato más importantes del último medio siglo y nunca antes un presidente estuvo tan en la cuerda floja como ahora lo está Obama.

Confieso que desde hace ya varios meses dejé de leer lo que en la prensa española se escribe y cuenta sobre Estados Unidos. A excepción de Libertad Digital y algún otro medio veraz de los pocos que quedan en mi querida y cada vez más lejana España, la información (y no digamos ya la opinión) sobre Estados Unidos resulta bastante bochornosa. Cada semana uno va contando desde aquí lo que ve y lo que piensa. Aun a riesgo de equivocarme, nunca he buscado desviarme de los hechos, ni tampoco he escondido mi posición ideológica. Una cosa es que se pueda estar o no de acuerdo con lo que uno piensa y otra es que por España muchos sigan despreciando el liberalismo conservador.

Apunto este detalle porque a falta de unos pocos días para las elecciones intermedias de este próximo martes 2 de noviembre, vale la pena no confundir la situación y prevenirse ante las acrobacias mediáticas pre y post-electorales. Los escenarios son varios y los medios obamitas tienen ya el libreto preparado según salgan los resultados: si los demócratas mantienen control de las dos cámaras en el Congreso (algo ahora mismo bastante improbable), nos contarán que el éxito de Obama es inapelable y que estas elecciones han sido un flagrante rechazo al GOP, dando así por muerto al "Tea Party"; si los demócratas pierden la Cámara de Representantes, dirán que era de esperar por culpa de la economía pero que en nada supone esto un rechazo a Obama; si pierden también el Senado, se consolarán indicando que se trató de un problema de comunicación por parte de la Casa Blanca...

La realidad, sin embargo, es bien otra: el 2-N está en juego mucho más que un puñado de asientos en el Congreso y en el Senado, además de varias elecciones en puestos estatales y otras tantas votaciones sobre medidas concretas en cada estado. Lo que Estados Unidos se juega ahora más que nunca es su futuro y el de todo Occidente. Estamos frente a las elecciones de medio mandato más importantes del último medio siglo y nunca antes un presidente estuvo tan en la cuerda floja como ahora lo está Obama. Su agenda está en el disparadero y los resultados revelarán la dirección que Estados Unidos tome en la siguiente elección presidencial de 2012.

Para realizar una lectura clara y objetiva de lo que los resultados de estas intermedias supondrán hay dos aspectos claves a considerar. Primero, que aunque Obama no esté en las papeletas electorales, estamos claramente ante un plebiscito sobre su agenda política. Segundo, que aquí no acaba (sino que empieza) el papel del movimiento del "Tea Party" en la política norteamericana. Uno y otro aspecto corren paralelos y actúan como vasos comunicantes. Cuantos menos votos reciban los candidatos del Partido Demócrata, mayor constatación tendremos del rechazo ciudadano a la agenda política de Obama en estos dos últimos años. Cuantos más votos reciban los candidatos del Partido Republicano, más claro será el triunfo de la movilización del "Tea Party".

Porque no cabe llamarse a engaño: el entusiasmo del voto ciudadano en estas elecciones tiene su origen directo más en la capacidad del "Tea Party" por recuperar los valores constitucionales norteamericanos que por la ambigüedad de algunos de los políticos del Partido Republicano, apoltronados en muchas ocasiones y que sólo tras varios meses han despertado ante la marea ciudadana empujada por Sarah Palin, Michelle Bachmann, Dick Armey y las cabezas visibles del movimiento del "Tea Party".

El más que posible aumento de asientos en la Cámara de Representantes y el Senado para el GOP responderá sin duda al empuje del "Tea Party", de manera que el 3 de noviembre estaremos ante el inicio de una nueva carrera política mirando a 2012. Los principios de gobierno limitado, responsabilidad fiscal y libertad individual que propugna el "Tea Party" son parte ya del hasta ahora adormecido Partido Republicano pero chocan frontalmente con la agenda de Obama.

Si alguien piensa que el hasta ahora uncido presidente va a cambiar su actitud política y "moderar" su agenda como hizo Bill Clinton en 1994, creo que se equivoca. Obama ya ha dejado claro esta misma semana lo que piensa sobre quienes se oponen a su agenda: les ha llamado "enemigos", pide que se les castigue y asegura que aunque ganen asientos en el Congreso tendrán que "ir a la cola". Tales son las palabras de un presidente que dijo iba a unir a los norteamericanos pero que cada vez está más lejos de ellos, dividiéndolos y separándolos. Y estos días, para intentar salvar la ropa, Obama sale haciendo el ridículo en programas como The Daily Show, de un canal cómico donde el presentador le llama "tío" en vez de "presidente"... El 2-N el pueblo hablará.

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