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Agapito Maestre

Por un nuevo sindicalismo

Los sindicalistas, que tienen dificultades para representarse a sí mismo, gracias a la franquista figura jurídica de la "representación delegada", han estado negociando en nombre de todos los trabajadores

Es lamentable la reacción de los "sindicatos de clase" ante la reforma laboral del Gobierno. No saben qué decir y menos todavía qué hacer. Normal. La huelga general, que están preparando con lo métodos propios de épocas políticas ya superadas, puede acelerar su lento suicidio. Pero, por otro lado, si no convocan esa huelga de forma más o menos inmediata, pueden verse el próximo Primero de Mayo, el día del trabajo, aún más aislados y solitarios que en años anteriores. Es compresible la desesperación de las elites sindicales. Por fortuna, la reforma laboral es muy seria, entre otras razones, porque pone en cuestión, definitivamente, el modelo de funcionamiento sindical que, desde la muerte de Franco hasta hoy, ha predominado en España, a saber, defensa de los trabajadores y desprecio absoluto de los desempleados.
 
El sindicalismo español, o mejor dicho, el duopolio sindical,  formado por CCOO y UGT, apenas si se ha preocupado nunca por los parados y desempleados de corta o larga duración, salvo para recaudar fondos del Estado para una supuesta y ficticia formación de trabajadores en paro. Nada. Lo suyo era, simplemente, defender a los trabajadores, como si estuvieran viviendo aún en las "políticas de pleno empleo" del franquismo. El desempleo sólo les preocupaba en la medida que era una manera fácil de recaudar fondos para una elite dirigente que odia el sindicalismo profesionalizado hasta el punto de rechazar la defensa de sus afiliados; sí, sí, a la elite sindical española no le interesaba defender los derechos de sus afiliados, sino los de toda la "clase obrera". Era, y aún es, la mejor manera de ocultar su carencia de legitimidad democrática o, lo que es lo mismo, los bajísimos índices de afiliación sindical.
 
Los sindicalistas, que tienen dificultades para representarse a sí  mismos, gracias a la franquista figura jurídica de la "representación delegada" han estado negociando en nombre de todos los trabajadores. Un sin-sentido que esta reforma viene a poner en su sitio, es decir, en el desván de las reliquias franquistas. Porque, en verdad, lo que está reforma pone en cuestión es el falso y cínico funcionamiento del duopolio sindical español:  por un lado, se presenta de puertas afuera, de cara a la sociedad, como un sindicato de clase revolucionario que defiende a toda la clase obrera; pero,  por otro lado, de puertas adentro, es decir de cara al empresario publico o privado, se vende por un plato de lentejas con tal de que le sigan otorgando un poco de poder para sus dirigentes.  
 
Desde el punto de vista político, esta reforma laboral deja fuera de juego, por el bien de las próximas generaciones, el cinismo pseudo revolucionario de CCOO y UGT. La alternativa es sencilla: o el duopolio sindical se profesionaliza o muere. He ahí la esencia democrática de la reforma laboral de Rajoy.

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