La unidad contra el terrorismo ha vuelto a fracasar. Han matado salvajemente a un español, Eduardo Puelles, y los partidos políticos sólo logran movilizar a 25.000 personas en el lugar del crimen. Eso es un fracaso que sólo tiene una explicación: Rodríguez Zapatero ha conseguido desmovilizar al gran movimiento ciudadano contra los terroristas de ETA. Los millones de españoles que salieron a la calle contra el asesinato de Miguel Ángel Blanco han devenido, después del proceso de negociación de los socialistas con ETA, en sólo 25.000 personas en las calles de Bilbao.
Los millones y millones de seres humanos, que en la anterior legislatura se movilizaron convocados por las victimas del terrorismo contra la negociación de Rodríguez Zapatero y ETA, han quedado reducidas a una manifestación de 25.000 personas bajo el lema de la unidad de los partidos contra ETA. Y, sin embargo, los periódicos se esfuerzan por resaltar, primero, la "firmeza y unidad tras uno de los crímenes más crueles de ETA" y, en segundo lugar, quieren hacernos creer que hubo "una repulsa masiva a ETA en Bilbao". Los medios parecen ocultar lo real: 25.000 personas en la calle no son nada comparadas con las inmensas movilizaciones pasadas de los españoles contra el terrorismo y sus secuaces nacionalistas.
Confieso que el tratamiento periodístico de esa manifestación me sobrepasa tanto como el lenguaje de los socialistas respecto de ETA. No hace mucho tiempo todavía que Patxi López exclamaba: ¡Lo importante es que Iñaki –por de Juana Chaos– no muera". Por el contrario, ahora mantiene que "la democracia se construye sobre la memoria de las víctimas". Los cambios repentinos y radicales de su discurso y acción respecto a la banda criminal ETA son incomprensibles. Ayer, negociaban sin pudor con los criminales, mientras mataban civilmente a las víctimas; hoy, tratan de perseguirlos como si eso nunca hubiera sucedido, mientras se apropian de las reivindicaciones democráticas de las asociaciones de víctimas del terrorismo.
Esos cambios bruscos se parecen demasiado al comportamiento desquiciado del paranoico. O peor,son propios del político sin escrúpulo alguno por mantenerse en el poder. Entre el derrotismo más absoluto y el triunfalismo más exagerado, entre el nihilismo y la utopía, parece discurrir la vida del PSOE ante los terroristas. Parece, sí; porque detrás tengo la sensación de que persiste el interés por "legalizar" o integrar de alguna manera a la banda criminal. ¿Qué razón habría ahora en el PSOE para no hacer lo que siempre ha hecho con ETA? ¿Qué razón poderosa hay en el PSOE que le obligue a dejar de jugar con ETA como ha practicado en la anterior legislatura? Si la hay, en verdad, yo la desconozco; pero si existiera sospecho que nunca sería tan fuerte como su instinto obsesivo de permanecer en el poder. Porque este motivo nunca será equiparable a las razones de las víctimas, creo que los socialistas harían cualquier cosa antes que cerrar la puerta a la integración "de los etarras buenos"... Es necesario, pues, seguir jugando con ETA.
Y, sin embargo, esa destrabada conducta de los socialistas ante los criminales, en realidad, esa utilización política del terrorismo llevada a cabo por Rodríguez Zapatero y su gente también ha conducido a un lenguaje políticamente correcto, que ha terminado por contaminar incluso a los medios de comunicación. Así, después del asesinato de Eduardo Puelles, los columnistas de la prensa y los comunicadores de radio y televisión han utilizado un lenguaje tan dependiente de los socialistas, a veces también del PP, que olvidan lo fundamental: los criminales de ETA han conseguido más cosas de las que jamás un ciudadano normal hubiera estado dispuesto a conceder. Naturalmente, no han conseguido "todo" lo que querían, pero si a alguien le parece poco, por poner sólo un ejemplo, que todo un Gobierno se haya planteado la posibilidad de crear una comunidad autónoma a partir de la unión de País Vasco y Navarra, entonces es que no sabe dónde vive.
No obstante, se cuentan por todas partes los columnistas que insisten, incluso en periódicos ilustrados, en que ETA mata "para nada". Falso. Si dejamos aparte el ejemplo citado y esa conducta paranoica del socialismo a la que antes he aludido, los asesinatos de ETA han servido para castrar, sobre todo, a la nación española, pues que ni el presidente del Gobierno es capaz de hablar de España como nación sin poner un pero... Tanto han violado los asesinos el lenguaje sobre España que ni siquiera millones de españoles, las víctimas, se sienten fuertes para hablar de la nación española... Son, por desgracia, millones los que antes prefieren hablar de Estado que de nación.
Por hoy es suficiente. Otro día seguiré esgrimiendo objeciones contra quienes mantienen que "ETA mata para nada". Imbéciles.