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Agapito Maestre

Ocultaron la pedagogía política

El sábado, los convocantes insistieron en que no era una manifestación contra el Gobierno, sino contra una posible participación de ETA en las elecciones de mayo. Raro.

Sensaciones extrañas sintieron los participantes en la manifestación convocada el sábado por la AVT. Sabores agridulces dejaron los correctos y larguísimos discursos de los intervinientes en los cientos de miles de asistentes. Hubiera bastado una frase de un orador, sólo una, para que los reunidos el sábado pasado en Madrid se hubieran sentido satisfechos de quienes hablaban por todos los asistentes, pero esa frase nunca fue dicha, a pesar de que fue coreada por los propios manifestantes durante el trayecto que va de la Glorieta de Bilbao a la Plaza de Colón. La frase es sencilla de retener: "Zapatero, dimisión por negociar con ETA".

Pero, por desgracia, los oradores nunca pidieron tal cosa; por supuesto, tampoco fue el argumento fundamental de sus parlamentos. Tuve la sensación de que los oradores ocultaban algo, aunque prefiero pensar que olvidaron, como olvidó Rajoy, que Zapatero había negociado con ETA, casi, casi, desde que llegó al poder, e incluso después del atentado de la T-4. Ese olvido es un gran error. He ahí el comienzo del fin del movimiento cívico iniciado, hace ya años, por el bueno de Alcaraz. He ahí, en fin, otro triunfo de la casta política sobre la última "esperanza" para hacer Política con mayúscula. En todo caso, es menester reconocer que esa manifestación fue un acto político y, por lo tanto, susceptible de ser interpretada en términos, naturalmente, políticos. Eslóganes, motivaciones y convocantes tienen que ser objetos de análisis políticos al margen de las buenas o malas intenciones que aniden en los organizadores. Y, por supuesto, los discursos de los oradores han de ser contrastados de acuerdo con los asistentes.

La manifestación del sábado convocada por la AVT y otras asociaciones de víctimas del terrorismo no es ajena a ningún enjuiciamiento político. Ya está bien de considerar a la víctima como un "melifluo" objeto de compasión o un abstracto referente moral. La víctima del terrorismo es, sobre todo, un actor político más en el proceso del debate público de la democracia española. Precisamente, porque la víctima nos ha permitido ejercer la ciudadanía a millones de españoles, es necesario recordarle que no olvide esa tarea de pedagogía política: la solidaridad con la víctima es una forma de cohesionar la nación, o mejor de hacer nación. Por lo tanto, la manifestación del sábado fue, obviamente, un acto político. ¡Qué otra cosa puede ser una manifestación de cientos de miles de individuos reunidos para protestar contra los cambalaches de Zapatero con la ETA!

El sábado, sin embargo, los convocantes insistieron en que no era una manifestación contra el Gobierno, sino contra una posible participación de ETA en las elecciones de mayo. Raro. Una convocatoria con ese distingo mueve a suspicacia, sobre todo si tenemos en cuenta que las asociaciones de víctimas del terrorismo, independientemente del juicio que tengan de ella los partidos políticos, son agrupaciones de un alto valor cívico y político; las asociaciones de víctimas, especialmente desde el punto de vista pedagógico, nos han enseñado, reitero, que la víctima de un atentado no es sino un caso particular, singular y terrible, de un atentado contra la nación, es decir, las víctimas del terrorismo somos todos los españoles. Los muertos, heridos, lesionados, torturados, en fin, todas las victimas cayeron por ser, simplemente, españoles.

Las oradores del sábado, sin embargo, olvidaron la lección política fundamental del propio movimiento de víctimas del terrorismo, a saber, si un Gobierno quiere integrar en los espacios legales a los criminales de ETA, es necesario pedir su dimisión.

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