Por un lado la política limita siempre con la violencia y por otro con la paz. Zapatero camina por esa afilada navaja con desparpajo. Ahora le toca a la violencia. Hace tiempo que hace incursiones por las fronteras de la sangre, pero tengo la sensación de que muy pronto podrá instalarse por esos andurriales. La situación es propicia. Sí, sí, corre por todas partes un secreto a voces, a saber, es un hecho la quiebra del sistema político español. Testimonios de la gravedad de la crisis aparecen a cientos. Las pruebas por la sangre de esa fractura se cuentan por miles; por desgracia, aún vendrán más, muchas más, pruebas de esa terrible escisión...
La nación está fragmentada y el Estado ocupado por un partido. Basta mirar las imágenes de los asistentes, o mejor dicho, de los militantes contra la nación, al partido de fútbol de la final de la copa del Rey para comprender cuál será nuestro futuro... Violencia, violencia y más violencia. De la suma de un Estado controlado por un partido, por un lado, y una sociedad con su unidad de mercado fracturada, por otro, nadie espere demasiado. Zapatero está instalado en esas escisiones y las controla con gracejo populista. Lo grave es que no sólo las controla sino que las alienta. El deterioro social y la violencia son agitadas por las garras populistas del peronista Zapatero. Peronista, sí, de la peor ralea; en mi opinión, no resiste ni la comparación con Chávez. Zapatero es bastante más cruel. No dejará ni espejos donde mirarse la clase media.
Así pues, no piensen que Zapatero ocultará la violencia, por la censura de las imágenes del partido de fútbol, sino que será su primer agitador. Esto no ha hecho nada más que empezar. De momento, un día antes de la pitada al himno nacional, él ya se encargó desde la tribuna del Parlamento de despreciar a los que habían sido asesinados por los terroristas. Zapatero ha vuelto a reírse de las víctimas. Frivoliza a su costa. Zapatero hace chistes sobre los miles de heridos y cientos de muertos del 11-M. Zapatero no sólo niega a los que han sido asesinados sólo por ser españoles, sino que también estigmatiza a los agentes intelectuales que se atreven a circunstanciar el significado político y moral de esas víctimas. Zapatero no sólo desprecia a las víctimas sino que trata, otra vez, de "negarlas" –matarlas civilmente– como sujetos activos, ciudadanos, capaces de reconstruir un sistema político quebrado.
Zapatero, en fin, llegó por primera vez al poder empujado, o mejor, favorecido por un terrible atentado terrorista, hagamos votos o imploremos a los dioses de la democracia para que no permanezca en él agitando los fantasmas de la violencia.