No es la audacia, tampoco su afán de trabajo por persuadir a los ciudadanos de las bondades políticas del programa del PP, virtudes que adornen a Rajoy. Este hombre común, sin embargo, empieza a rozar los límites de una digna mediocridad ciudadana. Política. Ha dicho Rajoy, en Guadalajara, que es mejor ver Teledeporte que tratar de informarse con un programa de información política. Si le dan a elegir entre el deporte y la política, es obvio que el jefe de la Oposición opta por el primero. Nada es para Rajoy comparable al deporte. El sentido deportivo de la vida, sin embargo, no es aplicado por Rajoy a la política; por el contrario, Rajoy no tiene vergüenza alguna al declarar que su trato con la profesión política es ejercida con desgana y dejadez: "María Dolores me ha liberado de hablar de los grandes temas políticos. Ella ya lo ha hecho con brillantez y profundidad. Yo sólo quiero hablar de deporte. Me apasiona Teledeporte".
Rajoy es a fuerza de sincero un hombre con fortuna, naturalmente, sin seso que exhibir. Su inteligencia política es inexistente. La Fortuna lo ha puesto ahí y, quién sabe, hasta puede llegar a presidir el Consejo de Gobierno. Pero no será porque aplique a la política su pasión por el deporte; al contrario, lejos de tomarse en serio el sentido deportivo de la vida para la política, separa como un vulgar gárrulo la política del deporte. Es incapaz de extraer una moraleja deportiva para la política. Por favor, señores del PP, que alguien le muestre a este hombre que el deporte enseña la necesidad de esforzarse, de entregarse apasionadamente a una tarea donde el ensayo o entrenamiento permanente es imprescindible para alcanzar un objetivo, en este caso la conquista del poder.
Rajoy, sin embargo, pasa del esfuerzo y del ensayo político continuo. Desconsidera permanentemente hablar de política, o sea, desprecia hacer política. Rehuye hablar de los grandes temas nacionales. No contesta a los medios de comunicación. Él es un político, pero le apetece más hablar y moverse en el mundo del deporte que tratar de asuntos políticos... Increíble. Para Rajoy el deporte es, pues, el ámbito más apropiado para que se desarrolle el ser humano. He ahí sintetizada su gran pasión y, de paso, su manifiesto testimonio del desprecio que este hombre tiene por la política. He ahí retratado de cuerpo entero el hombre que, seguramente, ganará las elecciones generales.
La fortuna de Rajoy quizá sea la ineptitud de Zapatero. O sea puede que el primero gane las próximas elecciones generales. Pero eso no significará jamás que Rajoy, después de sus declaraciones de Guadalajara, pueda ser considerado como un político normal. Rajoy es también una excepción. Es otra pieza de la excepcionalidad de España en Europa. La fortuna, como nos enseñó Maquiavelo, sólo asiste a los políticos atrevidos, a los impetuosos, en fin, a quienes, a falta de un conocimiento seguro de lo que los tiempos nos demandan, hacen como si fuesen propicios estos tiempos. No es el caso de Rajoy, porque jamás pierde el tiempo si se trata de ofender a la criada de la Fortuna: la Ocasión.
Rajoy, como tantas otras veces, perdió la Ocasión de decir algo sensato o, sencillamente, de callarse. Y es que, como dijera Quevedo, la "Ocasión es un hembra que me ofrezco a todos: muchos me hallan, pocos me gozan; soy Sansona femenina, que tengo la fuerza en el cabello. Quien sabe asirse a mis crines, sabe defenderse de los concorvos de mi ama (la Fortuna). Yo la dispongo, yo la reparto, y de lo que los hombres no saben recoger y gozar, me acusan".