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Agapito Maestre

Derechos humanos en España

La mayoría de la casta política no se ha atrevido en los últimos veinte años a denunciar lo obvio, es decir, pocos han dicho que en Cataluña y Baleares se estaban violando los derechos humanos.

He pasado unos días deliciosos en Londres. Volveré pronto. Siempre se aprende de las diferencias. Dejo Inglaterra, un país que se precia de respetar los derechos humanos, y me entristezco con una noticia que viene de EEUU sobre España. Otra vez los contrastes entre España y el resto del mundo nos sumen en la melancolía. Me entristezco, sí, pero no porque me resulte nueva la información de EEUU, sino por la reacción estulta y frívola que ha adoptado la clase política española.

Cuando hay que demostrar lo obvio, lo evidente, estamos bordeando la tragedia, la muerte de una sociedad abierta y normal. Por fortuna, lo que para nosotros, los españoles, a veces resulta un drama, un esfuerzo sin resultados, es algo obvio y evidente para un norteamericano. Sencilla y natural, en efecto, es la denuncia del Informe del Departamento de Estado de los EEUU sobre la violación de los derechos humanos en Cataluña y Baleares. Los responsables de la información no tienen nada que demostrar; la cosa está ahí a la vista, el informe muestra con pelos y señales que miles, quizá millones, de niños españoles no pueden escolarizarse en la lengua común, oficial, de su nación.

Es prácticamente imposible escolarizar en español a un niño de Cataluña y Baleares. Terrible. Eso que es evidente y obvio para un observador extranjero, por desgracia, hemos tenido que demostrarlo, justificarlo, durante más de veinte años, los que denunciábamos tales violaciones. Por cierto que, entre los denunciantes de la tropelía, nunca encontramos "ideólogos" y "tratantes" en Derechos Humanos, es decir, jamás vimos el informe de un profesor, o escritor, o ensayista, en fin, alguien que defienda los Derechos Humanos en abstracto que se haya atrevido a denunciar la violación de esos derechos en Cataluña y Baleares. Palabrería sobre los derechos humanos encontraremos por todas partes, pero su defensa efectiva y concreta, por ejemplo, en Cataluña y Baleares, es ya otro cantar.

Aunque existan excepciones respetables entre los políticos, la mayoría de la casta política no se ha atrevido en los últimos veinte años a denunciar lo obvio, es decir, pocos han dicho que en Cataluña y Baleares se estaban violando los derechos humanos, porque los mesogobiernos de esas regiones impedían que los niños se escolarizasen en la lengua común, el español o castellano. La violación de ese derecho humano era clara. Era algo tan sabido como ocultado vergonzantemente o con chulería por los políticos y sus medios de comunicación. Algunos nos hemos desgañitado denunciando el asunto, pero nadie nos ha hecho ni puñetero caso y, lo que es peor, ni tampoco ahora nos lo harán a pesar de la denuncia de los EEUU, porque España, el gobierno de España y, seguramente, todas sus instituciones políticas, viven de ocultar lo evidente, es decir, de no reconocer que "aquí no funciona la democracia".

No hay, en efecto, un Estado de Derecho normal sin un Estado-Nación decente. El proceso de desnacionalización del Estado-Nación, que comenzó a funcionar a pleno rendimiento en 1982, está llegando a su fin. Por ejemplo, Cataluña sólo está en España formalmente, pero, en la realidad, no hay Estado de Derecho, sino un Estado Nacionalista que impide a los niños un derecho fundamental. Por eso, resulta frívola la reacción de algunos políticos españoles ante la denuncia de EEUU sobre la violación de los derechos humanos en Cataluña. Frívola y, sobre todo, cínica es la reacción de Rodríguez Zapatero negando lo denunciado. Frívolo y, sobre todo, cobarde es el silencio que guarda la casta política catalana y balear sobre lo denunciado, a saber, la "política" lingüística de estas "Comunidades Autónomas" (Cataluña y Baleares) viola sistemáticamente los derechos humanos.

Es difícil hallar en las naciones contemporáneas un proceso de desnacionalización tan grave como el sufrido por España, desde 1978 hasta hoy, especialmente grave en la etapa de Zapatero, pero, en mi opinión, es aún más difícil hallar una casta política más cínica e indecente que la "española" dispuesta a negar lo obvio y evidente.

En España

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