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Adolfo D. Lozano

Cáncer de pecho

El Dr. Cedric Garland, de la Universidad de Toronto, es taxativo cuando afirma que "el cáncer de pecho puede ser virtualmente erradicado con vitamina D"; en concreto se refiere a una reducción del 80%.

¿Cuál es el mayor temor de una mujer? Aunque no es la enfermedad más frecuente ni con mayor mortalidad femenina, lo que más teme una mujer son probablemente tres palabras: cáncer de pecho. En Europa esta enfermedad es diagnosticada cada año a unas 160.000 mujeres, y a 214.000 en Estados Unidos. Como con tantas otras enfermedades, quizás no somos particularmente conscientes de la misma hasta que la padece un personaje público; tal es el caso de Esperanza Aguirre mientras escribo estas líneas. Espero que a ella y a todas las mujeres que se enfrentan a esta enfermedad les sea de más que utilidad lo que a continuación voy a contar. Apuesto a que sí.

He aquí una estadística contundente: las mujeres que tienen una deficiencia de vitamina D en el momento del diagnóstico de cáncer de pecho tienen casi un 75% más probabilidad de acabar falleciendo por esta enfermedad que las mujeres con suficientes niveles de esta vitamina. Un estudio de 2008 concluyó que las mujeres con deficiencia de vitamina D tienen una probabilidad un 94% superior de sufrir extensión de cáncer de pecho. El Dr. William Grant estima que el 25% de las muertes por cáncer de pecho en Europa se deben a falta de exposición solar (lo que se relaciona, claro, con bajos niveles de vitamina D). En EEUU, por ejemplo, el mapa de mortalidad de cáncer de pecho muestra que cuanto menos soleada es una región sus habitantes fallecen más por esta enfermedad. El Dr. Cedric Garland, de la Universidad de Toronto, es taxativo cuando afirma que "el cáncer de pecho puede ser virtualmente erradicado con vitamina D"; en concreto se refiere a una reducción del 80%. En este sentido, el Dr. Samuel Epstein ha acusado reiteradamente a la American Cancer Association de no difundir información tan importante como ésta (Cancer-Gate: How to Win the Losing War Against Cancer, 2005). Por desgracia, la inmensa mayoría de oncólogos siguen sin recomendar optimizar a sus pacientes sus niveles de vitamina D.

Asegurar niveles adecuados de vitamina D no es por casualidad una parte central de la dieta y estilo de vida antiinflamatorios. Y a propósito de la importancia del control de la inflamación en el cáncer de pecho, un reciente estudio aparecido en Cancer Research lo confirma. Dicho estudio determina que el factor de transcripción Kappa-B (NF-KappaB) es una ruta central para la génesis del tumor en el pecho, y dicho factor es un factor inflamatorio. La cuestión es, ¿qué activa el factor de transcripción Kappa B? Determinados eicosanoides inflamatorios que previamente han necesitado niveles altos de ácido araquidónico. ¿Y qué eleva nuestros niveles de ácido araquidónico? El sobreconsumo de Omega 6, y la insulina alta (aquí es donde hay que pensar en esas montañas de carbohidratos, especialmente los refinados).

Entonces en nuestra dieta restringiremos los aceites vegetales altos en Omega 6 (aceites de soja, maíz y girasol), así como los carbohidratos refinados y aquéllos que produzcan una respuesta insulínica alta (los llamados carbohidratos glucémicos). Pero podemos hacer algo más: asegurarnos un consumo diario de ácidos grasos Omega 3. Los Omega 3 disuelven el ácido araquidónico, y el Omega 3 EPA inhibe primeramente la producción del mismo por el organismo.

En 2010, el American Journal of Clinical Nutrition publicó un estudio que demostraba que el consumo de aceite de pescado destilado aumenta los niveles de ácidos grasos Omega 3 en el tejido mamario en mujeres con alto riesgo de sufrir cáncer de pecho. Esto son muy buenas noticias.

Quizás llegue el día en que médicos en general y oncólogos en particular recomienden a sus pacientes seguir una dieta antiinflamatoria, lo cual incluye restringir Omega 6 y carbohidratos, suplementar aceite de pescado destilado y al menos 1.000 UI diarias de vitamina D. En el cáncer, y en el caso del cáncer de pecho concretamente, como un triple escudo: de prevención, de tratamiento (coadyuvante a las terapias oncológicas) y para evitar su reaparición. Pues lo peor que puede oír una mujer años después de superar un cáncer de pecho es: se te ha reproducido. Mientras llega ese día en que todos los médicos empleen una dieta antiinflamatoria como primera línea de defensa, sólo tienes que tomar las riendas de tu destino y ponerte a ello. Si conoces a alguien con riesgo, diagnóstico o cáncer de pecho ya tratado, con una dieta antiinflamatoria puedes acabar haciéndole el mejor regalo posible: la supervivencia.

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