Con exquisito, reverencial respeto no ajeno a un punto de devota admiración, como si se tratara de la Convención de Donantes de Médula Ósea o del centenario de los Beatles, informa Televisión Española a propósito de ese aquelarre del Partido Comunista de Cuba en el que Castro acaba de suceder a Castro. Juntanza donde, de creer a Granma, al fin se ha acometido la superación de una de las principales contradicciones dialécticas de la fase superior de la Revolución: el problema de las ollas arroceras y sus muy quebradizos mangos. "Uno de los temas que más preocupan a la población, en cuya solución ya se trabaja. 77.000 equipos de cocción se reportaban fuera de servicio en diciembre del año pasado", según acaba de referir en audaz autocrítica el portavoz oficial de Comité Central.
"Proceso de reforma del modelo económico" le dicen los humoristas de Prado del Rey a ésa y otras cuitas parejas que ocuparían las cavilaciones de los camaradas. Pues nuestra izquierda doméstica ha dejado de quererse marxista, pero en el fondo de su corazoncito mesiánico aún sigue hechizada por la Idea. De ahí, solo aparente, la contradicción. Y es que, síndromes patológicos al margen, el grueso de la progresía admite sin ambages la naturaleza liberticida del régimen. No cuestionan – ya no – las innúmeras pruebas de cargo. Lo que niegan es la legitimidad misma de la realidad para refutar su dogma supremo, a saber, la superioridad moral de la izquierda en todo tiempo y lugar.
¡Ah, la Idea! ¿No resultaba sublime aquel sentimiento, el de engendrar al hombre nuevo? ¿O los hechos, los prosaicos, los groseros hechos, pueden enmendar la pureza virginal de la utopía?A fin de cuentas, ¿quién es la razón para juzgar al ideal? Dejaron de creer en los Castro hace mucho tiempo. Encarcelan, torturan y espían. Lo saben. Lo saben mejor que nadie. Ellos mismos propalan que han cometido las mayores violaciones del derecho humanitario. Consecuencia: persisten en regalarles idéntica cobertura estratégica y similar inmunidad política, amén de la invariable connivencia diplomática. La Idea. Más pronto que tarde, cuando muera el otro, acudirán en procesión al entierro. Y allí, ante un mojito y frente al último póster del Che, derramarán una lágrima. Por sí mismos.