Me parece que el señor Campmany no mejora mucho su posición en su réplica sobre Gibraltar. La cuestión, según creo haberle entendido, consiste en que, efectivamente, los Gobiernos españoles "deberían" adoptar una postura más digna y acorde con los intereses nacionales, pero como no lo van a hacer y hay además por medio intereses económicos (que se parecen mucho al soborno o al tráfico ilegal) pues mejor olvidar el asunto, dejar de lado el "deber ser" y no meterse en líos, como propugna el pensador del PP, el de "la economía lo es todo" y la nena angloparlante.
El argumento es curioso y desde luego poco democrático. Podría decirse igualmente: el Gobierno debía haber previsto la crisis económica y adoptado medidas a tiempo, pero como en la realidad, en el ser, no lo ha hecho, entonces, ¿para qué darle más vueltas? O bien: en el terreno del "deber ser" el Gobierno no debería colaborar ("negociar") con la ETA, pero como en el terreno del "ser" sí lo hace, ¿para qué preocuparse? Solo cabe aceptar la realidad. O tomemos los estatutos de segunda generación, que ya no son de autonomía, sino de creación de nuevas "naciones" más o menos asociadas que reducen a residual la unidad del país y derrumban el concepto de soberanía nacional. Los gobiernos no deberían hacer tales cosas, pero como en la práctica las hacen, no vale la pena ni protestar. Esa, dicho incidentalmente, es precisamente la política del PP, que no solo no protesta, sino que colabora en esos asuntos. Y en el caso de Gibraltar, esa es la postura del señor Campmany, que no solo propugna resignarse a la situación, sino que lo hace con alegría, propugnando la mayor colaboración con la potencia colonial, no vaya a ser que nos arrepintamos si nos devuelve el territorio.
Hay aquí dos puntos clave: lo que es un Gobierno democrático y la importancia de Gibraltar. Un Gobierno en democracia representa teóricamente a los ciudadanos. En el caso de España esa representación es muy relativa, como ha mostrado el señor Recarte en su último informe; pero aun si fuera mucho más auténtica, puede ocurrir que un Gobierno contradiga intereses nacionales básicos. En tal caso, los ciudadanos deben oponerse, denunciar lo que ocurre y procurar por todos los medios legales corregir tal política. De hecho hemos visto muchos movimientos ciudadanos de ese tipo en una democracia asentada como la useña. Predicar la pasividad y la resignación en nombre del "ser" es algo propio de una dictadura soviética, no de una democracia.
En cuanto a la importancia y significado de Gibraltar, no es un asunto meramente sentimental y merecerá otro artículo, porque la llamémosla filosofía de la casta política tiende a invertir los hechos: para ella el "deber ser" consiste en hacer el caldo gordo a los colonialistas –sobre todo si median sobornos– y el "ser", es decir, los intereses y la dignidad nacional de España, deben quedar relegados. Espero que el señor Campmany no vaya en esa dirección.