L D (Agencias) La parada militar contó con la asistencia del Gobierno en pleno, excepto su vicepresidente económico, Pedro Solbes, que se encuentra de viaje oficial en Washington, y el titular de Industria, Miguel Sebastián. Sólo acudieron al desfile cinco presidentes autonómicos (Madrid, Extremadura, Cantabria, Castilla y León, Castilla-La Mancha) y los presidentes de Ceuta y Melilla.
Al término del acto, la Familia Real se despidió de las autoridades y del público asistente y se trasladó al Palacio Real, donde ofrecieron una recepción con motivo del Día de la Fiesta Nacional.
El PP estuvo representado por su presidente, Mariano Rajoy, y su secretaria general, María Dolores de Cospedal, sus portavoces parlamentarios en Congreso y Senado, Soraya Sáenz de Santamaría y Pío García Escudero, mientras que por parte del PSOE acudió su portavoz en la Cámara Baja y ex ministro de Defensa, José Antonio Alonso.
La parada militar, que contó con la asistencia de toda la cúpula militar y del Ministerio de Defensa y con la participación de más de 4.600 efectivos y 250 vehículos, comenzó tras la llegada de los monarcas a las 10.35 horas, acompañados por los Príncipes de Asturias, los Duques de Palma y la Duquesa de Lugo, la Infanta Elena, que acudió por vez primera sin Jaime de Marichalar tras su reciente separación.
Minutos antes de la llegada de la Familia Real, accedió a la Plaza de Colón el jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, recibido por cuarto año consecutivo por una parte del público con pitos y abucheos, esta vez en el momento en que la megafonía anunció su presencia.
Los gritos llegaron desde la misma zona que en las tres ediciones anteriores, la tribuna de familiares invitados situada a la derecha de la tribuna de autoridades invitadas, pero en esta ocasión tuvieron menor intensidad, se limitaron al anuncio de su llegada y no se registraron cuando Zapatero abandonó la céntrica plaza madrileña en su vehículo oficial por la calle Génova. Los organizadores subieron el volumen de la megafonía para que las protestas pasasen más desapercibidos.
Cumplido el saludo a las autoridades, Don Juan Carlos recibió los honores militares, pasó revista a la Fuerza y se procedió al izado de la bandera, que llegó portada por cuatro oficiales de los Ejércitos de Tierra y del Aire, la Armada y la Guardia Civil, en lugar de ser trasladada desde el aire por paracaidistas de élite de Tierra, que no pudieron realizar su salto desde helicóptero por la mala situación meteorológica.
Posteriormente, llegó el momento más emotivo de los actos conmemorativos de la Fiesta Nacional, el homenaje a los que dieron su vida por España, en el que participaron 16 familiares de los militares y guardias civiles que perdieron la vida en los últimos doce meses en acto de servicio. Los asistentes guardaron un escrupuloso silencio mientras la banda de música de la Guardia Real entonaba "La muerte no es el final".
Estuvieron presentes en el desfile un total de 20 familiares de los militares fallecidos en acto de servicio este año. Entre los que participaron en el acto de homenaje a los caídos se encontraban la viuda y el hijo del brigada Luis Conde, el último militar asesinado por ETA, los familiares de los últimos militares fallecidos en accidentes en Bosnia, Kosovo y Líbano y los familiares de los dos guardias civiles que murieron por el atentado de ETA en Capbretón (Francia), Fernando Trapero y Raúl Centeno.
Acompañado por el presidente del Gobierno y los presidentes del Congreso y del Senado, José Bono y Francisco Javier Rojo, el Rey Don Juan Carlos y dos oficiales fueron los encargados de colocar la corona de laurel ante la bandera de España, en recuerdo de los fallecidos, al son de la marcha fúnebre mientras los guiones y banderines se inclinaban en señal de duelo y respeto.
Concluida la honra con el disparo de las salvas y el paso de la Patrulla Águila para dibujar los colores de la bandera nacional sobre el cielo madrileño, el desfile aéreo se limitó, debido al mal tiempo, a una nueva pasada de los siete reactores de entrenamiento de la patrulla acrobática del Ejército del Aire, que dejó de nuevo su estela de humo rojigualda, esta vez sobre la vertical del Paseo de la Castellana.
El desfile terrestre comenzó con el paso de las unidades motorizadas, encabezadas por el mando del desfile, el jefe de la Brigada Acorazada Guadarrama (BRIAC XII), el general de Brigada Alberto Asarta. En este bloque participó una nutrida delegación de asociaciones y hermandades de veteranos de los ejércitos y la Guardia Civil.
Tras el paso de los vehículos resistentes a minas "Lince", el nuevo blindado de las Fuerzas Armadas españolas para sus misiones de paz en el exterior, llegaron las unidades acorazadas, que exhibieron sus carros de combate Leopard y Pizarro, entre otros medios.
El desfile a pie comenzó con el paso de un batallón de la Guardia Real, antes de la llegada de la agrupación de abanderados de los trece países que aportan personal a los Cuarteles Generales Terrestre y Marítimo de la Alta Disponibilidad de la OTAN en España, situados en Bétera (Valencia) y Rota (Cádiz). Las banderas de los trece países aliados fueron saludadas a su paso por las autoridades militares y civiles asistentes al acto.
Posteriormente, recorrieron el Paseo de la Castellana las principales unidades de los Ejércitos de Tierra y del Aire, la Armada y la Guardia Civil. Tras ellos llegaron las unidades de paso específico, lideradas por la Legión, con su veloz cadencia, de 160 pasos por minuto.
Los legionarios, con su característico carnero ataviado con la gorra, volvieron a ser los más aclamados por el público y dieron paso a los Grupos de Regulares de Ceuta y Melilla, con marcado paso lento y uniforme con capa.
Como es tradicional, las unidades hipomóviles, la Batería de la Guardia Real y el Escuadrón de Sables de la Guardia Civil, con uniforme de época, cerraron una hora después la parada militar con motivo de la Fiesta Nacional.