LD (M. Llamas) Suma y sigue. En apenas unos días han caído 3 grandes piezas del actual sistema financiero estadounidense. El Gobierno acudió la pasada semana al rescate de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac, tal y como avanzó Libertad Digital, cuyos efectos serán nefastos para la economía de EEUU. A ello se suma la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers y la compra de Merrill Lynch, que ha sido salvado en última instancia por el Bank of America.
Además, la supervivencia de la mayor aseguradora del mundo, AIG, depende de que la Fed conceda finalmente a esta entidad un crédito próximo a los 40.000 millones de dólares. Antes tales acontecimientos, no es de extrañar las caídas generalizadas que han registrado los mercados bursátiles. En especial, el español.
Las reacciones de los bancos centrales a uno y otro lado del Atlántico no se han hecho esperar ante la dimensión de tales quiebras, y en nada han variado con respecto a las medidas adoptadas desde el estallido de la crisis de las hipotecas subprime en agosto del pasado año. En concreto, la nueva batería de acciones coordinadas por parte de la Fed y el BCE se centran nuevamente en facilitar liquidez a las entidades de crédito.
La Fed acepta como colateral acciones de empresas
Sin embargo, tales medidas “no servirán para evitar una nueva oleada de quiebras bancarias”, según los expertos del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana (OCE). Y es que, “no es una crisis de liquidez sino de solvencia”, tal y como adelantó LD.
La Reserva Federal ha anunciado una serie de medidas adicionales para apoyar el sistema financiero, entre ellas una ampliación de sus mecanismos actuales para la concesión de préstamos. Así, la Fed aceptará un abanico más amplio de garantías como aval para esos créditos. En concreto, el organismo aceptará como colateral para sus préstamos acciones de empresas. ¿Qué significa esto? Que la Fed va a prestar dinero a los bancos utilizando como garantía los títulos de un mercado que sufre una elevada volatilidad y que, además, está claramente en fase descendente.
Además, la mayoría de los inversores apuestan por que la Reserva Federal rebajará en su reunión de este martes un cuarto de punto porcentual la tasa de interés del crédito interbancario a corto plazo. Desde abril la Reserva ha mantenido en el 2 por ciento la tasa de interés de referencia. Hace un año esa tasa estaba en el 5,25 por ciento, pero el banco central ha ido aflojando gradualmente su política monetaria para alentar el gasto de los consumidores y la actividad económica.
Bernanke ha inyectado 600.000 millones de dólares
Desde diciembre pasado, la Reserva ha inyectado unos 600.000 millones de dólares en los mercados, y ahora los analistas creen posible que mañana reduzca la tasa de descuento que cobra a los bancos por los préstamos de corto plazo.
¿Resultado? La Fed “ya ha iniciado la demolición total del dólar”, añade el OCE. La estrategia consiste en “hundir la divisa para salvar los bancos”. Sin embargo, el problema es de cajón: “el inflacionismo sólo ayudará ligeramente a los insolventes, pero hundirá el valor neto de los balances de los mejores bancos. Al final las quiebras de los primeros llegarán y el debilitamiento de los segundos incrementará su probabilidad de quiebra”, añaden estos expertos.
Mientras, el Banco Central Europeo (BCE) ha inyectado 30.000 millones de euros en el sistema para atenuar el pánico bursátil y la demanda de liquidez extra por parte de las entidades europeas. Pero tales inyecciones ni han resuelto ni resolverán la crisis, tal y como avanzó LD.
Es una crisis de solvencia no de liquidez
¿Por qué? No es una crisis de liquidez (falta de dinero y crédito) sino de solvencia, debido a “la acumulación de deuda de muy baja calidad”. Los bajos tipos de interés aplicados por los bancos centrales han permitido a las entidades “endeudarse a corto plazo e invertir a largo. Sus proyectos de inversión (a través de la concesión de créditos a largo plazo) maduran mucho más tarde que su deuda (emisión de bonos o petición de créditos interbancarios a corto plazo)”.
El problema radica en la expansión crediticia puesta en marcha por los bancos centrales. Entre 2000 y 2003 los tipos de interés en EEUU cayeron del 6,5 por ciento hasta el 1 por ciento. A partir de 2004, y ante el temor de una repunte de la inflación y la depreciación del dólar, la Fed revertió su política monetaria auspiciando una nueva subida de tipos hasta alcanzar el 5,25 por ciento en junio de 2006.
Como resultado, los tipos artificialmente bajos han generado un gran volumen de mala deuda e inversión, facilitando el surgimiento de burbujas como la inmobiliaria, en donde la solvencia de los prestamistas (familias y empresas) está “fuertemente condicionada por los tipos de interés”. El pasado verano, la situación se hace insostenible para muchas familias norteamericanas (impagos de crédito) ante el repunte de la carga financiera, como consecuencia del encarecimiento del crédito.
Tipos artificialmente bajos y expansión del crédito
De este modo, las familias y las empresas de los países occidentales (como la estadounidense o la española) fueron capaces de captar un volumen inmenso del crédito fiduciario (no respaldado por ahorro real, sino generado gracias al endeudamiento) para “inversiones que contaban con un doble riesgo que no fue percibido en toda su intensidad”, según recoge el último boletín de coyuntura del OCE, al que ha tenido acceso LD.
Por un lado, el “riesgo de crédito”. Esto es, la posibilidad de que los deudores impagaran sus deudas, ante el incremento de los tipos de interés y la llegada de una ralentización económica. Es decir, los deudores “sólo podía seguir pagando la deuda debido a los bajos tipos de interés y a su puesto de trabajo. Dos circunstancias que necesariamente tenían que cambiar durante el período en el que debía seguir pagándose la deuda”, explica dicha entidad.
Y es que, “los bajos tipos de interés eran sólo resultado de la intervención de los bancos centrales en el mercado monetario y no resultado de un incremento del ahorro real. Por consiguiente, estos tipos de interés no sólo no eran sostenibles a lo largo del tiempo, sino que después de generar un auge ficticio en la actividad económica, tenderían a elevarse a unos niveles incluso más altos que antes de la intervención en los mercados monetarios”, añade el OCE.
Activos crediticios ilíquidos
“Cuando los tipos de interés comenzaron a repuntar a partir de 2005 y la desaceleración económica a agravarse, numerosos deudores entraron en default (insolvencia o impago de deuda) y hundieron el valor de los activos que respaldaban el crédito bancario”, explica.
Por otro lado, los “inversores tampoco tuvieron en cuenta el riesgo de liquidez. Esto es, la contingencia de que se vieran forzados a enajenar (vender) precipitadamente sus activos a un precio inferior al que tenían contabilizado en el balance”. El problema es que “los activos ilíquidos podrán ser individualmente negociables, pero no de manera agregada".
Si quieren enajenarse cantidades muy grandes de un activo ilíquido (como los bonos o productos financieros basados en créditos hipotecarios) tendrán que "aceptarse descuentos en su precio”, lo cual se traduce en cuantiosas pérdidas en los balances de las entidades (writedowns), advierte este organismo.
Además, en una época de restricción crediticia como la actual, la necesidad de captar capital puede ser "destructiva" para los bancos, ya que fuerzan a "captar liquidez a un coste probablemente prohibitivo o a vender sus activos a un gran descuento”, indica el OCE.
Bancos de inversión en riesgo
“Por eso, las estrategias de endeudarse a corto e invertir a largo están condenadas al fracaso. El mercado en su conjunto se va apalancando (endeudando) sin que las inversiones acaben a madurar a tiempo para financiar la deuda”, según el documento.
“El segundo error fue creer que el banco central podía proporcionar liquidez al mercado simplemente bajando sus tipos de intervención o incrementando la cuantía de sus operaciones de financiación”. Es decir, creer que se trataba de una mera falta de liquidez cuando, en realidad, el problema es de solvencia financiera.
Y es que, tal y como explica el OCE, “toda empresa debe ser solvente y líquida para proseguir sus operaciones. Sin embargo, los bancos tienen concedido el privilegio de ser permanentemente ilíquidos y, con mucha probabilidad, también insolventes si la liquidación del activo fijo se produjera a un descuento lo suficientemente grande como para que no pudiera ser cubierto por los fondos propios”.
En este sentido, los bancos operan a la inversa que cualquier otra empresa, dado que su fondo de maniobra es estructuralmente negativo. Es decir, “financian casi todo el activo fijo a través de los pasivos a corto plazo”.
Morgan Stanley y Goldman Sachs en el "punto de mira"
Los bancos, sin embargo, son capaces de evitar la suspensión de pagos recurriendo a los mercados interbancarios para cubrir sus necesidades diarias de caja. Sin embargo, la sequía que vive el mercado interbancario desde el pasado año ha cerrado las puertas de los bancos a esta vía de financiación.
Y en este contexto, el “funcionamiento de los bancos de inversión es bastante arriesgado”, según los expertos. “Día a día tienen que refinanciar cantidades enormes de su deuda y lo hacen garantizando el repago de esa deuda con sus activos (bonos hipotecarios)” de muy baja calidad. Así, “la situación de Lehman era análoga a la de Bear Stearns: un banco de inversión con apalancamientos cercanos de 30 a 1 y con una cartera con una elevada composición de bonos hipotecarios”.
Obviamente, si los bonos entran en default, los prestamistas rechazan prestar al banco contra esos malos activos, con lo que se incurre en una situación de iliquidez que fuerza al banco a liquidar sus activos al descuento y, como consecuencia, provoca la insolvencia de la entidad.
“Esto es lo que le sucedió a Bear Stearns. En unos días toda su liquidez se esfumó porque nadie estaba dispuesto a prestar dinero contra una cartera de pésimos activos”. Lo mismo que ahora ha ocurrido con Lehman Brothers y que, igualmente, amenaza a los dos grandes bancos de inversión restantes en EEUU: Morgan Stanley y Goldman Sachs.
La degradación de las monoline
Ambas entidades están ahora “en el punto de mira”. Un diagnóstico que coincide con el efectuado por el gurú de la crisis subprime Nouriel Roubini, profesor de la Universidad de Nueva York. Así, según el analista, la lección de la quiebra de Lehman es que los otros dos bancos de inversión (Goldman Sachs y Morgan Stanley) precisan “encontrar un comprador”, una “gran institutición financiera que esté dispuesta a asegurar sus depósitos”. Además, el riesgo también se cierne sobre Bank of America debido, precisamente, a la adquisición de la insolvente Merrill Lynch y Countrywide a precios “muy inflados”, añade.
Por último, según el OCE, la insolvencia también se cierne sobre las principales aseguradoras de bonos (monoline) de EEUU, Ambac y MBIA. Y es que, a finales de 2007, ambas entidades aseguraban bonos hipotecarios (CDOs) por importe de 59.800 millones de dólares con apenas unos fondos propios de 12.610 millones. De este modo, las agencias de rating (que evalúan la calidad crediticia de las entidades) se verán obligadas a degradar la calificación de las principales agencias monoline.
El problema es que una degradación de estas características provocará “automáticamente la depreciación (pérdida de valor) de todos los productos que estaban asegurando”, lo que provocará a su vez nuevas pérdidas bancarias y quiebras, afirma el OCE.
Nuevas quiebras bancarias
Por si ello fuera poco, muchas instituciones (también los bancos) tienen reguladas sus reservas y su capital mínimos en función del riesgo de sus activos (por los acuerdos de Basilea). Dicho de otra manera, cuanto más arriesgado se vuelva el activo, más capital o más reservas (margen de apalancamiento) deberán poseer. “La degradación supondría que todas estas instituciones tendrían que captar más capital y más liquidez”, advierte el OCE.
Por último, “muchas instituciones (como los fondos de pensiones) tienen establecido en sus estatutos que sólo pueden poseer deuda calificada como AAA (máxima calidad). Por tanto, tras la degradación tendrían que vender masivamente todos estos bonos (lo que reduciría aun más su precio y amplificaría los efectos anteriores)”, concluye. Así, de confirmarse los peores augurios, el super crash continuará su rumbo, llevándose por delante centenares de entidades financieras, tal y como avanzó LD.
Por último, “muchas instituciones (como los fondos de pensiones) tienen establecido en sus estatutos que sólo pueden poseer deuda calificada como AAA (máxima calidad). Por tanto, tras la degradación tendrían que vender masivamente todos estos bonos (lo que reduciría aun más su precio y amplificaría los efectos anteriores)”, concluye. Así, de confirmarse los peores augurios, el super crash continuará su rumbo, llevándose por delante centenares de entidades financieras, tal y como avanzó LD.