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Las cargas financieras se tragan el 85% del beneficio de las inmobiliarias cotizadas

La elevada deuda que acumula el sector inmobiliario apenas deja un estrecho margen para obtener beneficios. El conjunto de las empresas cotizadas españolas dedicadas a la actividad inmobiliaria y de la construcción presentan una deuda financiera de 138.933 millones de euros a cierre de 2007, según un informe de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Dicho volumen representa casi la mitad de la deuda total de las compañías cotizadas en España. Además, supone más de tres veces su patrimonio, al tiempo que el pago de sus créditos engulle el 85 por ciento de sus beneficios brutos.

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La elevada deuda que acumula el sector inmobiliario apenas deja un estrecho margen para obtener beneficios. El conjunto de las empresas cotizadas españolas dedicadas a la actividad inmobiliaria y de la construcción presentan una deuda financiera de 138.933 millones de euros a cierre de 2007, según un informe de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Dicho volumen representa casi la mitad de la deuda total de las compañías cotizadas en España. Además, supone más de tres veces su patrimonio, al tiempo que el pago de sus créditos engulle el 85 por ciento de sus beneficios brutos.
LD (M. Llamas) A la crisis que vive el mercado de la vivienda en España, se suma un nivel de endeudamiento histórico por parte del sector inmobiliario español. Según la CNMV, las empresas cotizadas pertenecientes al sector inmobiliario y de la construcción registraron, en total, una deuda de 138.933 millones de euros en 2007. Algo más de la carga total que acumulan las compañías más importantes del país en este ámbito, tal y como avanzó Libertad Digital. Con el riesgo de impago que ello supone.
 
En este sentido, el crédito de las grandes compañías del sector representa hasta el 47,11 por ciento de la deuda que registra el total de sectores no financieros cotizados en el mercado bursátil nacional (295.000 millones de euros).
 
De hecho, en apenas cinco años (desde 2003), la deuda financiera de estas empresas se ha multiplicado casi por cinco. Lo más grave de esta cifra es que las constructoras e inmobiliarias más grandes del país registran una deuda que representa más de 3 veces su patrimonio (deuda/patrimonio: 3,08). Es decir, casi el doble de lo que refleja el conjunto empresarial que opera en el mercado bursátil (1,57).
 
Además, tales cargas multiplican por 10,83 veces el beneficio bruto de explotación (antes de intereses e impuestos) del conjunto del sector inmobiliario que cotiza en bolsa. Su deuda/Ebitda se alza hasta 10,83, frente al 3,91 de media de todas las cotizadas no financieras (ver cuadro adjunto).
 
Sin embargo, el síntoma más preocupante es que las cargas financieras de estas compañías engullen hasta el 85 por ciento de sus beneficios brutos. Y es que, el ratio carga financiera/Ebit es del 0,85, según este mismo informe del organismo regulador español. Es decir, que el margen real de beneficios de este sector apenas alcanza el 15 por ciento, una vez descontado el pago de sus compromisos crediticios. Dicho índice de carga financiera (0,85) casi multiplica por tres la media de las compañías cotizadas (0,33).
 
A ello, se suman las graves turbulencias financieras que se ciernen sobre el panorama económico nacional. Así, según la CNMV, los principales riesgos financieros para España tienen su origen en la “aparición de pérdidas abultadas en los balances de entidades cotizadas, la prolongación de los problemas de liquidez en los mercados financieros que propicie una contracción severa del crédito a empresas y familias y, como consecuencia de los anteriores, una corrección más intensa de lo previsto de la demanda interna”.
 
La CNMV reconoce que “la economía española está sometida, como las demás, a estos riesgos generales”. Sin embargo, remarca que “su elevada exposición al sector inmobiliario constituye, quizás, su principal factor de vulnerabilidad”. No obstante, recuerda que España aún cuenta con algunos “elementos de fortaleza”. En particular, “la solidez patrimonial de las entidades financieras y el amplio margen de maniobra de la política fiscal, habida cuenta del superávit sostenido de las Administraciones Públicas”.
 
Pese a esa nota de optimismo, algunos de los últimos datos ponen en duda la existencia real de tales “fortalezas”, al hilo del creciente deterioro que experimenta la economía nacional.
 

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