LD (Víctor Gago) Una célebre parábola de Schumpeter sirve a Juan Velarde para representar el panorama económico de España, al final de un exhaustivo chequeo publicado en el número 16 de Cuadernos del Pensamiento Político, de FAES, recién llegado a libreros y suscriptores.
Si en el sótano de un edificio, narra el autor de Historia del Análisis Económico, hay cajas de dinamita guardadas; si éstas se encuentran cerca de un cuadro eléctrico con cables sueltos que chisporrotean; si, además, el sótano es frecuentado por personas que fuman despreocupadamente, todo ello indicará que la comunidad de inquilinos y propietarios corre un gran peligro, y también que, si no se realizan las reformas necesarias, aunque éstas tengan un alto coste, el edificio saltará por los aires, no importa qué día y a qué hora, porque lo relevante es saber con certeza que la casa va a volar.
Ésta es, en esencia, la situación económica de España en 2007, según concluye el profesor emérito, premio Príncipe de Asturias, consejero del Tribunal de Cuentas del Reino y comentarista de COPE, después de examinar a fondo las tres caras de lo que él mismo llama "triángulo de Eugenio Domingo Solans".
Se trata de un modelo de análisis propuesto por Solans, profesor y representante de España en el Banco Central Europeo, en una conferencia pronunciada poco antes de fallecer, el 9 de noviembre de 2004. Sostiene que "para observar el comportamiento futuro de una economía" es preciso "observar tres cosas: los equilibrios macroeconómicos, los desarrollos científico-tecnológicos y los equilibrios sociales".
Las tres caras del triángulo presentan, según demuestra Juan Velarde, graves desequilibrios que remiten a la parábola de Schumpeter. La pregunta no es si la casa explotará, sino cuándo lo hará.
Por primera vez, observa Velarde, siguiendo una tesis de José Luis Malo de Molina, la economía española se adentra en un "territorio inexplorado", el de "una fase de crecimiento tan prolongada en un marco de estabilidad macroeconómica" que es "inédita en la historia de España".
La rareza suscita la curiosidad de los economistas y plantea la pregunta de si es posible prolongar su duración. Malo de Molina cree que las familias están abocadas "a una moderación gradual" del gasto, tanto en consumo como en inversión en viviendas, algo que se traducirá en un "aterrizaje suave" de la economía.
Velarde discrepa de esta optimista visión y cree que ese "territorio inexplorado" en el que se adentra España se parece, más bien, al explosivo sótano de la parábola de Schumpeter. Llega a esta conclusión después de examinar exhaustivamente las tres caras del triángulo de Solans.
PRIMERA CARA DEL TRIÁNGULO: GRAVES DESEQUILIBRIOS MACRO
La primera cara son los equilibrios macroeconómicos. Aquí, sobresale el abultado endeudamiento de las familias, causado por un consumo final que crece por encima del aumento del PIB. La consecuencia de este comportamiento es que "el ahorro no es capaz de financiar la fuerte inversión que acompaña a la evolución de nuestra economía".
En este contexto, hay que recurrir a fuentes de financiación exteriores. En el sector empresarial, la llamada "brecha de financiación" –recursos netos necesarios para la inversión de las empresas– "se fue ampliando a lo largo" de 2005 "hasta situarse en el 11,2 por ciento del PIB". Y para 2007, se espera que la "brecha" aumente otro 5,2 por ciento.
Velarde señala la aparente paradoja de que la necesidad de financiación exterior no ha impedido al Gobierno mantener el equilibrio presupuestario. ¿Cómo lo ha conseguido? Haciendo de España el país donde más ha subido la presión fiscal entre 2000 y 2005, un 1,6 por ciento, frente a descensos del 3,1 en Alemania, 2 por ciento en Suecia o 3,4 por ciento en Finlandia.
El Gobierno de Rodríguez Zapatero tenía dos opciones para mantener la "despensa llena" que le dejó su antecesor, reducir el gasto público o aumentar impuestos. España apostó por la primera, a partir de 1995, y ha apostado por la segunda, a partir de 2004, observa Juan Velarde. Los datos cantan.
"El problema", advierte el profesor Velarde, "reside en que, si por una circunstancia coyuntural, como incluso ya se adivina su posibilidad hoy, se hunden las producciones y con ellas los ingresos tributarios, ¿cómo va a ser posible mantener el equilibrio presupuestario por la rigidez a la baja, por causas sociopolíticas, que tienen los gastos públicos?".
La otra dimensión del desequilibrio financiero es el endeudamiento exterior. De febrero de 2006 a febrero de 2007, el saldo comercial de España ofrece un déficit de 116.000 millones de dólares, el mayor de Eurolandia.
"En otras etapas de la economía española", apunta Juan Velarde, "esto más que se compensaba con inversiones directas extranjeras, o procedentes del extranjero". Pero ahora, en cambio, la compensación no se produce porque hay una intensa salida de capital español hacia el exterior, fundamentalmente, hacia Iberoamérica. Se trata de inversiones en sectores como los recursos minerales, bancos y antiguas empresas públicas, sometidas a condiciones de inseguridad jurídica y presiones nacionalistas crecientes por parte de gobiernos populistas afincados en los países destinatarios de la inversión.
Intentar buscar el crecimiento del PIB apelando más que nunca a la demanda interna, como hace la política económica de Rodríguez Zapatero –en contra de su promesa de impulsar un cambio de modelo–, prolonga, es cierto, el ciclo de crecimiento y mantiene relativamente alta la tasa de ocupación –aunque ésta fórmula empieza a dar signos claros de agotamiento, según indica el aumento del paro en la serie de la EPA y en la del paro registrado–. Pero, al mismo tiempo, apostarlo todo a la demanda interna provoca un "incremento notable" del nivel de precios.
"La competencia con otros países", observa el profesor Velarde, "se frena al no poderse devaluar la moneda española, al suceder otro tanto con los salarios, y al depender esencialmente de lo que sucede con nuestra productividad".
Y aquí, en el grave déficit de productividad, se encuentra otro de los focos de la dinamita de la parábola de Schumpeter. En el periodo 1999-2005, la productividad ha caído un 1 por ciento, mientras ha aumentado en Eurolandia una media de 0,7.
Hay un estudio de Julio Segura, sobre La productividad en la economía española, publicado por la Fundación Ramón Areces, al que acude Juan Velarde para llegar a dos conclusiones inquietantes:
1) La caída de la Productividad del Trabajo (PT) y de la Productividad Total de los Factores (PTF) de la economía española "no es explicable ni en términos de errores de medida en las variables ni de efectos del cambio en la compensación sectorial del empleo o del valor añadido, sino que refleja una genuina escasa eficiencia en la utilización de los factores productivos".
2) La "causa más determinante" de ese pésimo comportamiento de la productividad es "el escaso esfuerzo tecnológico realizado por las empresas españolas".
Otra fuente de los desequilibrios macro que presenta la economía española es la apuesta por el sector de la construcción como motor predominante del crecimiento. "Pero, como se señala muchas veces, los árboles no crecen hasta el cielo" y "el precio de las casas en España, que creció con fuerza desde 1997-1998", ha disminuido "en porcentaje sobre los precios del año anterior", desde 2004.
Una primera consecuencia ya se ha manifestado en el mercado bursátil. Lo siguiente será que las familias constaten que son menos ricas –sus casas valen menos y sus ahorros en bolsa, también– y, por lo tanto, reduzcan la demanda.
Este "conjunto de desequilibrios", apunta Velarde, está minando "las bases del fuerte desarrollo iniciado a partir de 1995 y, sobre todo, de 1996, con las medidas del Gobierno Aznar desarrolladas por los ministros Rato y Montoro".
Por si fuera poco, el sótano de nuestro edificio presenta una grave carestía del suministro energético. La dependencia del exterior que presenta el consumo de energía primaria en España se ha situado, en 2005, en el 81 por ciento de la energía total usada en nuestro país.
La moratoria nuclear auto-impuesta por el Gobierno de Felipe González –luego ratificada por los de Aznar y, finalmente, abrazada con entusiasmo por el de Rodríguez Zapatero– hace más vulnerable que nunca a España ante la oscilación del precio del petróleo y el gas y los abusos de los carteles y países productores.
SEGUNDA CARA DEL TRIÁNGULO: DÉFICIT DE INNOVACIÓN
La segunda cara del "triángulo de Solans" contiene el comportamiento del país relacionado con el desarrollo científico y tecnológico. En este campo, las cosas no pintan mucho mejor. La inversión en I+D+i de las empresas españolas está en el 0,58 por ciento, muy lejos del 1,26 de la UE-15, del 1,21 de Eurolandia, o del 1,22 de la UE-25.
El porcentaje de empresas innovadoras en España es del 35 por ciento, frente al 42 de media en la UE-27.
Velarde trae al caso una significativa encuesta del Instituto de la Economía Alemana, el prestigioso IWD, por encargo del Instituto Roman Herzog. Por medio de 22 indicadores, evalúa el estado de la innovación en distintos países. La puntuación va de 100 (la máxima innovación) a 0 (nula innovación). España, con una puntuación de 33,2, está en el puesto 13 de una lista de 16. Sólo aparecen como menos innovadores Italia, Portugal y Grecia.
"El resultado", apunta el profesor Velarde citando el Informe PISA de 2003, "no puede ser otro que un muy pobre comportamiento de la productividad del trabajo, de la productividad total de los factores".
TERCERA CARA: ABSENTISMO E INCERTIDUMBRE DE LAS PENSIONES
La tercera cara del "triángulo de Solans" concierne a los equilibrios sociales. De nuevo, el panorama refuerza la veracidad de la parábola del edificio explosivo de Schumpeter.
Juan Velarde señala varios focos de desequilibrio:
1) El crecimiento de los costes unitarios laborales en España: un 2,5 en 2006 y un 3,1 en 2007 –estimación de la OCDE–.
2) El elevado número de días de trabajo perdidos. España es el tercer país con mayor absentismo, sólo superado por Canadá e Islandia, según la Oficina para las Estadísticas del Reino Unido. Este comportamiento se ha producido, además, en un contexto de baja conflictividad laboral.
3) La remuneración del trabajo ha disminuido un 0,6 por ciento en el periodo 1996-2007, frente a un aumento del 1,3 por ciento entre 1980 y 1995. Este dato, que en principio favorecería la creación de empleo, se convierte en "una espada de Damocles de conflictividad" por las consecuencias que una elevada tasa de contratación temporal puede tener en una situación de destrucción de empleo.
4) El profesor Velarde incluye entre los factores explosivos la incertidumbre sobre el sistema de pensiones, en el contexto del envejecimiento de la población española. "Aquí", dice, "el papel de la inmigración puede ser muy importante", pero "la inserción en la sociedad española de los inmigrantes, sobre todo de los de procedencia africana y, entre ellos, de los de religión musulmana, no dejará de ser un proceso arduo, y en términos económicos, encarecedor de los servicios del Estado de Bienestar".
CONCLUSIÓN
En conclusión, la situación económica de España presenta graves desequilibrios en el plano de las cifras macroeconómicas, en el de la innovación y en el de la estructura socio-laboral del país. Todo recuerda al edificio con un polvorín de dinamita, descrito por Schumpeter.
Ante este panorama, el dilema es el siguiente, según Juan Velarde:
"Aparentemente, lo más cómodo y más barato es no hacer nada, y disfrutar del bonito edificio. He ahí un paralelo del dilema que hoy tiene la política económica española. Y sólo puede resolverlo si sigue aquel mensaje lanzado por Mirabeau, el 6 de noviembre de 1789, cuando señaló:
"Los desórdenes que se multiplican en nuestras economías son incapaces de ofrecernos compensación alguna; e incluso, si se agravan, pueden finalmente convertir en inútiles a todos nuestros trabajos..."