"Quiero dedicarle este triunfo al caballero inglés que en el mes de junio nos informó de que alguien ligado a un equipo rival entró en su tienda y le pidió que copiara docenas de páginas que contenían información secreta de nuestro coche".
Luca di Montezemolo, presidente de Ferrari, estaba eufórico e irónico a partes iguales tras la proclamación de Ferrari como campeona del mundo de constructores en el GP de Bélgica, el pasado 19 de septiembre. Ese "caballero inglés" al que se refiere es el empleado de la tienda de fotocopias que destapó uno de los casos más famosos de espionaje industrial del siglo XXI. La esposa de Mike Coughlan, ex jefe de diseño de la escudería británica, se presentó en su negocio con las 780 páginas de un informe secreto del F2007, el monoplaza rojo, y el "caballero inglés" se "chivó" a Ferrari. La catarata de revelaciones es imparable desde entonces.
Todo comienza en septiembre de 2006, cuando Nigel Stepney, por entonces jefe de mecánicos de Ferrari, espera ser ascendido a responsable en pista en sustitución de Ross Brawn. Sin embargo, la escudería italiana da ese puesto a Luca Baldisseri. Éste, como venganza personal, empieza a filtrar a Mike Coughlan sus informes sobre el coche que Ferrari iba a utilizar en el presente año.
La primera chispa salta en el GP de Australia, el 18 de marzo de este año. McLaren reclama contra Ferrari porque dice que el monoplaza de Kimi Raikkonen tiene un fondo plano flexible. Stepney se lo había dicho a Coughlan por e-mail y le había pasado unos dibujos de su funcionamiento que presentaron ante la FIA para reclamar. El ingeniero de McLaren debió de quedar contento y en los meses siguientes continuaron con el intercambio de información, aunque fuera siempre en el mismo sentido, hacia el equipo de Fernando Alonso y Pedro Martínez de la Rosa.
El informe es descubierto
En mayo, las alarmas se disparan con el descubrimiento del informe en la tienda de fotocopias. Trudy Coghlan, la mujer del ingeniero de McLaren, entrega a un empleado de la tienda de la tienda de fotocopias cercana a la fábrica de McClaren en Woking las 780 páginas delatoras. Ese mismo mes, Stepney y Coghlan se reúnen con Nick Fry, responsable de Honda, y se ofrecen para trabajar para el equipo japonés. Precisamente, Honda era la otra alternativa que Fernando Alonso barajaba antes de fichar por McLaren. Le había hecho una oferta suculenta, pero el asturiano prefirió marchar a su actual equipo porque le ofrecía más fiabilidad.
Stepney y Coughlan están marcados. Sus movimientos de una trinchera a otra son cada vez menos sigilosos y la policía acaba interrogando al primero, sospechoso de sabotaje, justo una semana antes del GP de Mónaco. Al parecer, se le encontró el mismo polvo blanco en unos pantalones que el que había junto a los depósitos de gasolina de los coches que participarían en esa carrera.
Ferrari ha descubierto que se filtró el informe y en julio despide a Stepney. Un día después, las 780 páginas aparecen en la casa de Coughlan y McLaren lo pone de patitas en la calle. Parece que el pastel es descubierto pero, rápidamente, McLaren pone en marcha una campaña para dejar solo a su ex ingeniero y tapar todo el tinglado. Así, el 26 de ese mes, el Consejo Mundial de la FIA hace el ridículo al no descubrir "suficiente evidencia" de que el equipo alemán haya utilizado esa documentación "para interferir" de forma irregular en el campeonato. Sin embargo, se guarda el derecho de reabrir el caso si se encuentran nuevas evidencias.
Max Mosley, el presidente de la FIA, no hace caso de la no-sanción del Consejo Mundial y sigue indagando. El circo de la F1 está en peligro. Si se descubre que los pilotos, calladitos como peces bajo el agua, tienen documentación secreta, no tendría más remedio que quitarles la licencia a los dos mejores conductores del momento y desmantelar McLaren, por lo que la competición perdería todo el interés mediado el campeonato.
Manda entonces una carta a los propios pilotos para que sean ellos los que delaten a McLaren. Les cubre las espaldas ofreciéndoles inmunidad y Alonso es el primero que se cambia de trinchera. El asturiano no está a gusto en McLaren y quiere salvar lo poco de pellejo y de credibilidad que le queda. Sabe que puede tener equipo –ya había saltado el rumor de que su entorno estaba negociando con Renault- y no quiere perder la licencia de conducción, por lo que emprende su particular venganza contra su propio equipo.
Alonso le pasa a la FIA algunos de los correos y Mosley ya tiene la "suficiente evidencia" para abrir el proceso que ha acabado con el campeonato del mundo de constructores en manos de Ferrari.