LD (Víctor Gago) "Sin entrar en detalles" y "voy a mirar al futuro" son las ideas más repetidas por Rajoy antes de la reunión con Zapatero. ¿Le pedirá que respete el Pacto Antiterrorista? "Sin entrar en detalles..." ¿Qué fue de su agria polémica con el fiscal general del Estado? "Insisto en que me importa más el futuro que el pasado..."
Entre ambas solemnidades, se acomodan sus expectativas del encuentro. Que no se diga que crispa, le achaquen deslealtad o le culpen de vulgar electoralismo con el comunicado de ETA.
La Dirección del PP tiene una curiosa forma de paliar su hipersensibilidad a las descalificaciones: bailar a su son. Como cuando Rajoy se metió a la audiencia de Tengo una pregunta para Usted en el bolsillo, quedando a cenar con medio plató y luego, después del 27-M, va a resultar que la factura pueden acabar pagándola a escote Matas y Sanz, porque el recuento de poder no da para muchos homenajes gastronómicos en el "centro liberal avanzado".
En este sentido, el análisis de Zapatero ante el Comité Federal del PSOE celebrado este sábado es, al menos, tan ilustrativo como el de la multiplicación de los votos y los peces, que le encanta al PP.
El 53 por ciento de la población –ampliable al 63, si el PSOE consigue cerrar acuerdos en Navarra, Baleares y Canarias– estará administrado por Gobiernos autónomos en los que participa el PSOE. Y en las capitales de provincia, ya son mayoría los alcaldes socialistas.
El poder es la mejor plataforma para ganar más poder, y el PSOE, con su contrastada experiencia en gestionarlo en su propio beneficio, sale del 27-M en una buena posición hacia las Generales; la misma que cosechó el PP en 2003 –con más poder que el PSOE, que ganó en votos– y se habría confirmado con un claro triunfo popular en 2004, de no haber existido el 11-M, que se organizó justamente para éso, para impedirlo.
No se justifica en ninguna evidencia empírica la confianza en una estrategia basada casi exclusivamente en el pavor a ser tildado de "radical" por el Gobierno más radical desde los del Frente Popular. El 27-M no ha sido ningún indicio concluyente de que andar todo el día desmintiendo las insidias de extremismo con sobredosis de perfil bajo vaya a dar la mayoría al PP en las próximas Elecciones Generales.
¿Qué habría pasado si Rajoy hubiese frenado en seco las ambiciones de Gallardón, o no hubiese permitido la emulación del Estatuto catalán por el andaluz, o hubiese sostenido un criterio claro sobre las mentiras de la versión oficial del 11-M, o hubiese arropado a los suyos con contundencia ante las declaraciones de desprecio de su fichaje en Baleares, María de la Pau Janer?
¿Qué habría ocurrido si Rajoy llega a comprender, desde el principio, que la clave de toda la política de Zapatero es perpetuarse a costa de relegar al PP a un papel de comparsa o coartada del sistema, y que todavía no ha fracasado ni abandonado esa estrategia, contrariamente a lo que Rajoy declara este domingo?
Nunca se sabrá. Lo que sí se sabe es que el 27-M no ha sido trampolín, y menos aún señal, del triunfo del PP en las próximas Generales.
La reunión de Rajoy y Zapatero está tan sobada por la presión del consenso antes de celebrarse, que jefe del PP se declara dispuesto a "mirar al futuro" y "no entrar en detalles" como los que revela el cronista de cámara de Zapatero en El País de este domingo –aunque, más que revelar, lo que hace es un copio y pego de Gara–.
Que el diario del Gobierno confirme lo que viene contando el diario de ETA, esto es, que hubo reuniones del PSE con Batasuna-ETA desde al menos 2002, en plena vigencia del Pacto Anti-terrorista, debería bastar para que Rajoy entrase en La Moncloa pidiendo una explicación, o ni siquiera entrase hasta que Zapatero la diese al PP y a la Opinión Pública.
El informe de Luis R. Aizpeolea y la entrevista de Gabilondo en Cuatro indican que hasta el grupo PRISA empieza a dar por amortizado a Zapatero y ya sólo Rajoy, con su "vista al futuro" y sus "pelillos a la mar", le insufla oxígeno de legitimidad y lo recubre con boato institucional.
Esclavo de sus propios compromisos de buen hombre, Rajoy se ha visto antes de lo que imaginaba en el deber de hacer honor a lo que prometió a Zapatero, en el Congreso: "Al final, sólo yo estaré a su lado para apoyarle".
Los hechos le han dado la razón: el presidente se ha quedado solo con el juguete roto de la negociación, pero no está claro que sea su final, a un año de las Elecciones, con una aparente y maquillada bonanza económica y con un jefe de la Oposición que entrará en La Moncloa dispuesto a olvidar detalles para poder mirar al futuro, que es una cosa que siempre queda muy bien, sobre todo si es un futuro en blanco, sin churretones del pasado.
Sobre la importancia de los detalles, Nabokov cuenta en una de sus clases del Curso de Literatura Europea en la Universidad de Cornell la parábola de un limpia-cristales que se cae accidentalmente del andamio, desde lo alto de un rascacielos, y repara, mientras se precipita a toda velocidad contra la acera, en la pertinaz mancha de una de las ventanas. "¡Diablos! ¡No hay manera de arrancarla!", se dice.
Sería todo un detallazo que los políticos se fijasen en las pertinaces manchas cuando caen creyendo que suben o que flotan a merced de las corrientes de aire.