L D (EFE) Si el viernes pasado les hubiesen preguntado a cualquiera de los dos equipos por el duelo que consuela con la tercera plaza, todos sus componentes habrían confesado que preferían no jugarlo. Lo veían como una tortura innecesaria. Y, sin embargo, 48 horas después salieron al parqué del OAKA con el mismo rigor, la misma intensidad e idéntico deseo de ganar que si fueran a jugar por una meta más elevada. La decencia deportiva representa una razón más que suficiente para arrinconar esa desmotivación y ponerlo todo sobre la cancha pero, aún así, supone una tarea ardua. Dos bloques como éstos apuntan siempre a la victoria absoluta. Otro resultado se les queda corto por necesidad.
Pensar que, en pocos días, hay que abrir el fuego en las series finales del campeonato nacional y hace falta reservar todas las fuerzas posibles, tampoco ayuda. La guinda de las bajas sufridas en 'semis' por lesión termina de conformar un escenario poco propicio para que ningún equipo exponga o derroche una sola gota de esfuerzo por encima de lo meramente necesario. Pues bien, eso es sólo la teoría. Tau y Unicaja ignoraron todo eso y se fajaron sin reservas. Quizá por el hecho de eludir la última posición; quizá porque la tercera plaza elevaba el techo competencial de los malagueños en la principal competición continental de clubes; quizá por la decencia deportiva ya aludida o simplemente por ser rivales en casa y estar llamados a pelear por la Liga ACB, la practica desmintió la teoría del conservadurismo.
El Unicaja, diezmado por los contratiempos físicos de Carlos Cabezas, Berni Rodríguez y los ya conocidos antes del torneo del puertorriqueño Daniel Santiago, afrontó el choque desde la confianza en la fuerza colectiva, en la defensa y en los recursos de pizarra. El Tau, también rebajado por la falta de los turcos Serkan Erdogan y Kaya Peker, lo planteó con el desafío de borrar la mala imagen ofrecida ante el Panathinaikos un par de días antes y mantenerse en el mismo puesto que obtuvo la campaña previa en Praga.
Los vascos abrieron el envite guiados por el serbio Igor Rakocevic, ganador del trofeo Alphonso Ford al máximo anotador de la presente edición europea, aunque luego perdieron fuelle y se enredaron en las defensas alternativas planteadas por el técnico italiano Sergio Scariolo y la división de responsabilidades ofensivas que asumieron Iñaki de Miguel, Carlos Jiménez, el esloveno Marko Tusek y el griego Kostas Vasileaidis. Rakocevic desapareció del choque después de anotar seis puntos en el arranque y el Unicaja cogió el timón sin que le temblara el pulso. Incluso la reaparición anotadora del escolta serbio del Tau (que a los veintiséis minutos había añadido otros diez puntos a la cuenta) quedó amortiguada por la eficacia del Unicaja en bloque (49-49).
Una resolución colectiva labrada con sumo esfuerzo que recibió el primer impacto serio con un parcial de 12-0 al final del tercer cuarto (61-49). La racha aturdió al bloque andaluz durante unos cuantos minutos, pero no lo suficiente como para condenarle. Con poco más de medio cuarto por delante hasta la bocina (m.34), el Unicaja ya había regresado de las profundidades (65-62). Iba a pujar hasta el último aliento. Con todo (69-67 m.37). Dispuso de tres ocasiones para situarse por delante y marró las tres. Entonces llegó Brown y empató desde la línea de personal (69-69).
El tercer puesto, por tanto, buscaba dueño en el minuto y medio final. Brown surgió en el arco de triples (69-72); le replicó Pablo Prigioni (72-72); el francés Florent Pietrus palmeó un lanzamiento de Pepe Sánchez (72-74) y Luis Scola hizo pasos. El Unicaja atacaba, acariciaba el triunfo y falló frente al aro vasco, así que Prigioni igualó con 8,4 segundos por disputarse (74-74). Pero Marcus Brown no perdonó. El americano se lanzó hacia el aro y acertó en una penetración que convierte a los malagueños en el tercer mejor equipo del continente. Todo un éxito.
Pensar que, en pocos días, hay que abrir el fuego en las series finales del campeonato nacional y hace falta reservar todas las fuerzas posibles, tampoco ayuda. La guinda de las bajas sufridas en 'semis' por lesión termina de conformar un escenario poco propicio para que ningún equipo exponga o derroche una sola gota de esfuerzo por encima de lo meramente necesario. Pues bien, eso es sólo la teoría. Tau y Unicaja ignoraron todo eso y se fajaron sin reservas. Quizá por el hecho de eludir la última posición; quizá porque la tercera plaza elevaba el techo competencial de los malagueños en la principal competición continental de clubes; quizá por la decencia deportiva ya aludida o simplemente por ser rivales en casa y estar llamados a pelear por la Liga ACB, la practica desmintió la teoría del conservadurismo.
El Unicaja, diezmado por los contratiempos físicos de Carlos Cabezas, Berni Rodríguez y los ya conocidos antes del torneo del puertorriqueño Daniel Santiago, afrontó el choque desde la confianza en la fuerza colectiva, en la defensa y en los recursos de pizarra. El Tau, también rebajado por la falta de los turcos Serkan Erdogan y Kaya Peker, lo planteó con el desafío de borrar la mala imagen ofrecida ante el Panathinaikos un par de días antes y mantenerse en el mismo puesto que obtuvo la campaña previa en Praga.
Los vascos abrieron el envite guiados por el serbio Igor Rakocevic, ganador del trofeo Alphonso Ford al máximo anotador de la presente edición europea, aunque luego perdieron fuelle y se enredaron en las defensas alternativas planteadas por el técnico italiano Sergio Scariolo y la división de responsabilidades ofensivas que asumieron Iñaki de Miguel, Carlos Jiménez, el esloveno Marko Tusek y el griego Kostas Vasileaidis. Rakocevic desapareció del choque después de anotar seis puntos en el arranque y el Unicaja cogió el timón sin que le temblara el pulso. Incluso la reaparición anotadora del escolta serbio del Tau (que a los veintiséis minutos había añadido otros diez puntos a la cuenta) quedó amortiguada por la eficacia del Unicaja en bloque (49-49).
Una resolución colectiva labrada con sumo esfuerzo que recibió el primer impacto serio con un parcial de 12-0 al final del tercer cuarto (61-49). La racha aturdió al bloque andaluz durante unos cuantos minutos, pero no lo suficiente como para condenarle. Con poco más de medio cuarto por delante hasta la bocina (m.34), el Unicaja ya había regresado de las profundidades (65-62). Iba a pujar hasta el último aliento. Con todo (69-67 m.37). Dispuso de tres ocasiones para situarse por delante y marró las tres. Entonces llegó Brown y empató desde la línea de personal (69-69).
El tercer puesto, por tanto, buscaba dueño en el minuto y medio final. Brown surgió en el arco de triples (69-72); le replicó Pablo Prigioni (72-72); el francés Florent Pietrus palmeó un lanzamiento de Pepe Sánchez (72-74) y Luis Scola hizo pasos. El Unicaja atacaba, acariciaba el triunfo y falló frente al aro vasco, así que Prigioni igualó con 8,4 segundos por disputarse (74-74). Pero Marcus Brown no perdonó. El americano se lanzó hacia el aro y acertó en una penetración que convierte a los malagueños en el tercer mejor equipo del continente. Todo un éxito.