“Hoy voy a hablarles de cómo estamos y qué debemos hacer en el futuro.
Y voy a hacerlo adelantándoles que como español no estoy satisfecho de lo que ha ocurrido a lo largo de esta legislatura.
Creo que la agenda política ha sido mal elegida, creo que no era la que convenía para nuestro país.
Es más, creo que se ha abordado desde el principio eludiendo la que era una responsabilidad capital en quien ganó las elecciones generales el 14 de marzo: liderar la sociedad española y unirla con ilusión y esperanza después de los brutales atentados del 11-M; algo, por cierto, que sí supieron hacer sus gobiernos en los Estados Unidos o en el Reino Unido después del 11-S o el 7-J.
En España, sin embargo, creo que se ha buscado deliberadamente evitar un acuerdo en lo esencial con la oposición.
Se ha preferido contentar y, por tanto, pactar con otras fuerzas políticas. Se han roto algunos consensos básicos que nos unían desde 1978 a todos. Y, por último, en mi opinión, se ha desatendido lo esencial, lo que más directamente afecta a las personas.
Creo que el presidente del Gobierno no ha sabido liderar este país, ni administrar su éxito electoral ni hacer las cosas como haría el jefe de Gobierno de cualquier país europeo y avanzado que sabe que no puede perder ni un minuto en todo aquello que no sea cómo seguir progresando en bienestar y desarrollo en la era global.
Pero de la misma forma que les digo esto, les digo también que sigo creyendo en España y en los españoles; que las cosas se pueden hacer de otra manera, que España tiene un enorme potencial de futuro y que, con otra agenda y otras prioridades, las cosas pueden ir mucho mejor.
Yo, desde luego, estoy dispuesto a que las cosas vayan mucho mejor, y voy a seguir luchando porque sea así.
Queridos amigos. Afrontamos la etapa final de una legislatura que puede resumirse de la siguiente manera: hemos perdido el tiempo y las energías nacionales durante tres años.
La responsabilidad de que esto sea así descansa en el presidente Rodríguez Zapatero.
Han sido las iniciativas y las políticas desarrolladas por él las que nos han conducido a la situación actual en la que nos encontramos.
A él le correspondía fijar los objetivos de la agenda nacional después de su victoria electoral el 14 de marzo, y él ha sido quien eligió los objetivos que nos han ocupado principalmente: el debate territorial y la negociación con ETA-Batasuna.
Él ha sido quien se ha empeñado en promover una reforma del modelo territorial previsto en la Constitución y abrir un debate que nos ha llevado a cuestionar lo que somos: una Nación con más de quinientos años y que desde 1978 ha querido ser, además, una Nación de ciudadanos libres e iguales en derechos y obligaciones.
La reforma del Estatuto catalán ha ocupado casi la mitad de la legislatura y sus resultados son los que todos conocemos, y que no voy a volver a detallar ahora.
Las preguntas que cabe hacerse son: ¿Valía la pena? ¿Ha servido para algo? ¿Qué es lo que hemos resuelto? ¿Quién se ha quedado contento y satisfecho? ¿Qué reacción se producirá o qué reacción tendrán algunos a la vista de las declaraciones que hacen con la resolución del Tribunal Constitucional?
Y lo que se dice sobre su responsabilidad en el debate territorial puede aplicarse también al desagradable asunto de la negociación de ETA-Batasuna.
No me voy a extender tampoco sobre ello porque es de sobra conocida la posición de mi partido. Además, después de la declaración de ETA el pasado domingo las cosas han quedado todavía más claras sobre cuáles son las intenciones de la banda terrorista.
Las consecuencias de todo este proceso estimulado y promovido por el presidente Zapatero son que se ha cambiado una política antiterrorista que dejó a ETA muy debilitada y que se ha dado al mundo la triste imagen de un gobierno que es capaz de ceder al chantaje de los terroristas y de torcer la legalidad del Estado de Derecho con tal de mantener viva una negociación que, por otra parte, resulta inaceptable en términos morales para cualquier sociedad abierta que se gobierna bajo el imperio de la ley democrática.
Y al igual que con el debate territorial, ¿merecía la pena romper el consenso que existía entre los dos grandes partidos nacionales? ¿Qué hemos ganado dividiendo a los españoles? ¿Cuáles son los resultados beneficiosos de esta operación?
Ustedes tienen que responder. Yo tengo mi propia respuesta.
Creo que los dos grandes objetivos de esta legislatura se están resolviendo mal.
Creo que han dividido innecesariamente a los ciudadanos. Creo que no han prestigiado la política ni tampoco las instituciones españolas. De hecho, el Gobierno está en este momento instalado en la incómoda posición de vivir pendiente de lo que pueda decir ETA y de lo que resuelva el Tribunal Constitucional.
¿Tres años para esto? ¿Tres años para olvidarnos de lo importante?
Las consecuencias están al alcance de todos:
- Una política exterior que nos ha convertido en un país marginal dentro de Europa y Occidente.
- Una política económica que combina intervencionismo puro y duro con una ausencia total de reformas que hagan nuestra economía competitiva.
- Y unas políticas sociales que nadie con sensibilidad hacia estos asuntos jamás definiría como tales.
De verdad, más allá de las cifras macroeconómicas –que por otra parte son también muy discutibles-, ¿de qué puede vanagloriarse este gobierno a la hora de hacer balance de su gestión?
Por lo demás, no hay ideas claras a la hora de abordar uno de los asuntos más importantes que tenemos planteados los españoles como es el fenómeno de la inmigración; tampoco en materia de lucha contra la inseguridad ciudadana; ni en política energética.
Incluso hemos asistido a un espectáculo verdaderamente inaudito que comenzó en agosto-septiembre de 2005 y que no sé cuando finalizará. Y hemos escuchado al Gobierno decir que el Ejecutivo no ha tenido ninguna intervención en todos los asuntos que se han producido en relación con la empresa Endesa. Lo cual es verdaderamente sorprendente.
Estamos ante un caso de intervencionismo económico que nadie es capaz de entender y que puedo asegurarles que afecta, y mucho, a la seguridad jurídica y afecta, y muchísimo, a la imagen de nuestro país en el exterior, como sin duda alguna no podía ser de otra manera.
Pues bien, habrá quien considere que tres años no son nada en la historia de una nación como España, que tiene más de quinientos a sus espaldas. Pero se equivoca.
Hoy tres años son muchos años para la octava potencia económica del planeta en la era global, quizá demasiados.
Lo son para nuestros profesionales, que si no actualizan sus conocimientos se quedan desfasados en el desarrollo de sus potencialidades; lo son para nuestras empresas, que si no invierten en mejorar sus condiciones de competitividad, quedan fuera del mercado; y lo son, por supuesto, para los países, que si no saben lo quieren y no apuestan decididamente por ello pierden la confianza de los inversores globales a favor de sus competidores.
Queridos amigos. A un año vista de las elecciones generales, España proyecta la imagen de un país radicalmente distinto al de cuatro años atrás.
El gobierno está fuera de onda, ha dejado de sintonizar con las claves que definen el éxito y el progreso de las sociedades abiertas en la era global.
El gobierno no da confianza porque tiene un gobierno que no la proyecta dentro y fuera de sus fronteras.
En un mundo conectado por más de mil millones de personas que intercambian información en tiempo real a través de Internet, todo se sabe.
Y lo que se sabe de España es que es tiene un gobierno que genera desconfianza.
Primero, porque no sabe lo que quiere ser como nación. Segundo, porque desconoce cuáles son sus amigos y sus responsabilidades internacionales después del 11-S. Tercero, porque tiene un gobierno que no gobierna para todos los españoles ,que fomenta la inseguridad jurídica a todos los niveles y, lo que es peor, que no tiene ni idea de por dónde van las necesidades y los problemas reales de los ciudadanos.
Yo quiero cambiar este escenario y quiero lograr el apoyo de la mayoría de los españoles para recuperar la imagen de confianza de nuestro país.
¿Cómo? Se preguntarán.
Con la alternativa de centro liberal que representa el Partido Popular y con la que se presentará a las elecciones generales dentro de un año.
Estamos trabajando ya en el que será nuestros programa para esas elecciones. Pero ya les adelanto que los objetivos primordiales del mismo serán dos: restablecer los consensos rotos en materia antiterrorista, en política exterior y en el diseño territorial del Estado.
En este último asunto seré fiel a mi compromiso de proponer a los españoles una serie de medidas que hagan viable el Estado y salvaguarden la idea de España como una Nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley.
El segundo objetivo será poner los cinco sentidos de nuestra acción de gobierno en la competitividad de nuestra economía con un Plan Global y Transversal que canalice todas las energías nacionales en hacer a España un país competitivo en la era global, adaptando nuestras estructuras sociales y económicas a las normas y principios que rigen la globalización.
Si España quiere seguir a la cabeza del bienestar en el mundo y si no quiere quedarse rezagada y perder el ritmo de los acontecimientos tiene que espabilar.
Nuestro crecimiento no se parece en nada al de países como Irlanda, Finlandia, Dinamarca, Estados Unidos o el Reino Unido.
En estos países, un buen sistema educativo, que garantiza no sólo capacitación profesional sino una enorme igualdad de oportunidades, es la base de una oferta de profesionales bien formados que hace que las empresas estén innovando continuamente y que la productividad aumente año tras año.
Nuestra economía es el polo opuesto. Nuestro crecimiento se concentra en sectores que requieren poca cualificación, lo que se traduce en empleos de poca calidad.
Sin embargo, en un mundo global, la economía crea oportunidades para quienes las buscan y están preparados para atenderlas..
En un planeta donde las multinacionales diversifican su organización empresarial y hacen que las cadenas de producción estén en China, los departamentos de contabilidad en India, la investigación en Suiza y la dirección en los Estados Unidos, o uno se cambia el chip o se queda fuera.
¿Cómo competir con un país como India que ofrece hacer la declaración de la renta por dos euros?
Tenemos que crecer más y mejor, y eso supone tener capacidad de competencia.
Si no tenemos claro este objetivo y no vemos en él una prioridad nacional, el riesgo de las deslocalizaciones aumentará, y lo sucedido con la factoría de Delphi en Puerto Real será cada vez más habitual en nuestro país.
Si no queremos que nuestros hijos sean los parados de la economía global dentro de una década, hay que empezar a ponerlo remedio ya.
Eso significa educar bien a nuestros hijos, formar a nuestros trabajadores y profesionales, convencerles de que invertir su tiempo en mejorar su formación es un derecho y una obligación, favorecer la inversión de las empresas, estimular a la gente a que se arriesgue a montar un negocio y, sobre todo, a atraer a las empresas extranjeras que más están dispuestas a invertir y que más quieren estimular la formación permanente de sus empleados.
Nuestro Plan Nacional de Mejora de la Competitividad es la alternativa que el Partido Popular quiere proponer.
Un Plan que será -como he dicho-, la prioridad en la que pondrá nuestro gobierno los cinco sentidos de su acción.
Un Plan que desarrollará una política transversal que implicará medidas educativas, de investigación, de fomento de la seguridad jurídica y del ahorro, medidas tributarias y laborales.
Algunas de ellas son las que ahora les apunto:
Reducción de diez puntos del impuesto sobre sociedades manteniendo el actual esquema de desgravaciones, en especial la de I+ D, la de reinversión y la de internacionalización.
Fomentar la seguridad jurídica en el ámbito tributario, especialmente para los inversores, mediante un sistema adecuado de avisos de cambios legislativos, similar al que se ha implantado en otros países de nuestro entorno.
Aumentar la competencia y apertura en los sectores básicos de la economía en especial energía, transportes, telecomunicaciones y distribución comercial, con un funcionamiento más transparente de los mercados y garantizando un adecuado número de operadores.
Hacer de España uno de los países del mundo donde más fácilmente y a menor coste se puedan crear empresas.
Renovar los instrumentos de apoyo a la empresa española en el exterior, incluida la industria turística y de atracción de inversiones exteriores.
Apostar por la innovación tecnológica, incluida la ecoinnovación, como eje prioritario en la política de I+D+i. El capital público ha de combinarse con la experiencia en el sector privado. La investigación con fondos públicos ha de buscar un carácter más aplicado y se han de crear foros y modelos de cooperación entre la empresa y la universidad similares a otros países europeos.
Y finalmente, relacionado con el mencionado plan, fomentar una reforma de la educación integral que vaya desde la enseñanza primaria hasta la Universidad, y que habrá de insistir en tres ejes básicos: libertad de elección, calidad asociada a contenidos y a valores como el esfuerzo y el respeto a la autoridad, así como el mantenimiento de un tronco de materias comunes, poniendo especial empeño en el conocimiento del inglés y las matemáticas.
Queridos amigos. Este es el cambio más trascendental y necesario que tiene que abordar nuestra sociedad inmediatamente.
Un cambio que exige liderazgo, iniciativa y ambición.
Un cambio que no puede esperar si queremos tomarnos en serio el futuro de España.
Yo si me tomo en serio ese futuro y por eso quiero construir la alternativa de mi partido en torno a los objetivos que acabo de mencionarlos.
No podemos perder más tiempo en lo estéril, en discutir sobre identidad o alterar consensos que funcionaban bien.
Hay que volver a lo principal y eso pasa por querer atender las necesidades reales de la gente.
Así podremos recuperar la confianza y así España estará donde merece estar: a la cabeza de los países que dicen algo en el mundo.