(Libertad Digital - Víctor Gago) Si realmente quieren saber cómo está el patio y, lo que es más importante, cómo pinta, no presten demasiada atención a los resúmenes del Barómetro de Febrero del CIS que este viernes divulgan diarios y agencias, y escuchen esto:
Cuando José Luis Rodríguez Zapatero tomó posesión como presidente, en abril de 2004, la confianza en la situación económica era del 59,3%. Hoy es del 45%. En menos de tres años, la confianza en la marcha de la economía se ha desplomado casi 15 puntos porcentuales. Hoy son mayoría los españoles que no confían en la situación económica del país.
Es cierto que el indicador se ha apreciado ligeramente, comparado con el de febrero de 2006, pero la tendencia de la serie histórica, desde que gobierna el PSOE, es de una marcada caída.
Ahora confronten este estado de opinión con el optimismo de Zapatero en su campaña hacia las Elecciones locales y autonómicas del próximo 27 de mayo.
El presidente ha hecho del panel macroeconómico la mayor baza de su campaña. La bondad de los datos tiene alguna que otra trampa (un nuevo método de la EPA que maquilla las estadísticas del paro) y bastante cartón piedra (inflación, productividad y déficit exterior no aparecen en el discurso del presidente). Pero la gente no vive en un show de magia potagia, sino en la cruda realidad, y ésta no les inspira ninguna confianza.
A la vista del avance del barómetro del CIS, no hace falta ser un experto en estrategia política para darse cuenta de que la euforia de Rodríguez Zapatero es un error. La preguntita del precio del café no ha sido una simple anécdota. La afición está más que mosqueada con sus perspectivas económicas concretas.
Cuando Zapatero llegó a La Moncloa, las expectativas de mejora eran compartidas por el 60,2% de la población. Hoy (barómetro de febrero del CIS), los que creen en una mejora son el 41%.
Pero descendamos un poco más al detalle de la Opinión. Tiremos de la lengua a la gente para conocer su valoración de la situación económica actual. Hace tres años, al llegar Zapatero al poder, un 44,2% valoraba como “buena” o “muy buena” la situación económica. Hoy, esa franja es del 27,1.
En cambio, la de quienes creen que la situación es “mala” o “muy mala” ha pasado del 11,8 (Barómetro de abril de 2004) al 25%, es decir, se ha multiplicado por algo más que dos.
Si se le pregunta a la gente cómo cree que va a evolucionar su situación económica de aquí a un año, un 11,7 cree hoy que irá a mejor. En abril de 2004, los que creían que su situación mejoraría en el plazo de un año representaban un 26,8%.
Por el contrario, los que creen que la situación empeorará representan hoy el 27,6%, frente al 11,8 de abril de 2004.
Merece la pena prestar atención, además, a la disminución del número de los que "No Saben" qué responder sobre la situación prospectiva de la economía.
En abril de 2004, en un momento de marcado optimismo económico, el porcentaje de los que “No saben” era del 26,4%. Lectura: en las fases de mayor euforia, la gente se retrae de expresarla, probablemente por una reacción instintiva de prudencia.
Hoy, en cambio, los que “No Saben” cómo evolucionará la situación económica han caído al 11,2%. Lectura: la gente lo tiene claro, va a ir a peor.
Si yo fuera dirigente del PP, haría todo lo posible por no desviar a Rodríguez Zapatero del carril suicida de la euforia económica. Que siga, que siga desconectado de la agenda de la gente.
Fijémonos, ahora, en los componentes de esa agenda.
¿Cuáles son los problemas que más preocupan a los españoles, según el Barómetro del CIS?
El primer lugar lo ocupa el terrorismo y ETA. Cuando se le pide a los encuestados que destaquen tres preocupaciones, el desafío terrorista aparece en primer lugar, con una tasa del 42,5%.
Y cuando se le pide que identifique un solo problema, también es el primero, con una tasa del 23,9%.
Atención: el PP acierta al incluir este asunto en la agenda y el PSOE falla, al diagnosticarlo como artificial. No, no es artificial: a la gente le preocupa, y mucho.
El segundo problema es el paro. En ambas versiones de la pregunta (cuando se pide identificar tres problemas, o cuando se pide identificar el problema más grave), la preocupación por el desempleo alcanza al 40,5% y al 16%, respectivamente.
En el ránking de preocupaciones, las relacionadas con la marcha de la economía son mayoría entre los 8 primeros puestos. Además del paro (segundo problema más preocupante, para los españoles), la gente vive preocupada por la vivienda (cuarto puesto), los “problemas económicos en general” (sexto) y la calidad del empleo (octavo).
Y cuando se les pregunta por los problemas que les afectan personalmente, el protagonismo de las preocupaciones económicas se acentúa. La vivienda, el paro y los “problemas económicos en general” ocupan los tres primeros puestos, seguidos de la inmigración, la inseguridad, la calidad del empleo, el terrorismo y las pensiones.
Vemos cómo nuestra foto se va fijando en la cubeta de los datos, y lo que sale es una imagen coherente.
¿Qué tenemos aquí?
Por un lado, una población que no lo está pasando bien para llegar a final de mes, que ha perdido el optimismo que rezumaba hace tres años, que cree que la situación va a ir a peor y a la que le preocupa el paro, la vivienda, la calidad del empleo o las pensiones. Por otro lado, un presidente del Gobierno que presume de datos macroeconómicos, que despide euforia por los cuatro costados y que está convencido de que la gente vive en la abundancia y la estabilidad.
¿Se puede ir más deprisa hacia el despeñadero? Sí, se puede.
Observemos, ahora, lo que NO preocupa a la gente: las guerras (0,4%), la violencia contra las mujeres (3,9%) o la igualdad de los sexos (0%); justo los problemas que han integrado la agenda prioritaria del Gobierno.
No cabe duda de que la violencia doméstica es un problema acuciante para miles de mujeres. Otra cosa es que la respuesta del Gobierno, con medidas como la Ley contra la Violencia de Género (criticada por el Consejo del Poder Judicial, el Consejo de Estado y hasta por profesionales como la juez decano de Barcelona) o la Ley de la paridad forzosa en los partidos políticos y las empresas respondan con eficacia y conecten con una determinada sensibilidad social.
A la vista del Barómetro del CIS, hombres y mujeres opinan mayoritariamente que no es una prioridad, ni para el país, ni para su agenda personal cotidiana.
Veamos, por último, la valoración del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
En abril de 2004, cuando tomó posesión y adoptó las primeras medidas de su Gobierno (retirar las tropas de Irak, derogar el Plan Hidrológico Nacional,...) un 52,5% tenía un concepto bueno o muy bueno de su Gobierno.
Hoy, esa valoración se ha desplomado al 25,4%. Por el contrario, los que valoran negativa o muy negativamente la gestión del Gobierno Zapatero han pasado del 5,7%, en abril de 2004, al 25,5%.
Repárese en que, a día de hoy, los que tienen un concepto pésimo del Gobierno igualan e incluso superan ligeramente a los que tienen una valoración óptima.
Se trata de una situación bastante desfavorable para las expectativas electorales del Gobierno. Representa un cruce en dos tendencias opuestas: la de los que están contentos con el Gobierno, que disminuyen irremisiblemente, y la de los que no lo tragan, que aumentan marcada y sostenidamente desde que Zapatero tomó posesión.
De nuevo, conviene fijarse en el segmento de los que “No Saben”. En abril de 2004, eran un 20,5%. Es lógico, Zapatero acababa de llegar a La Moncloa. Los había que le daban un voto de confianza; otros estaban aún conmocionados por las circunstancias en las que ganó el PSOE, y otros, sencillamente, querrían esperar.
Hoy los que “No Saben” representan sólo un 4,3%. Conclusión: la gente lo tiene claro, Zapatero no dispone de más crédito ni genera más expectativas. El carisma del talante está amortizado.
Un análisis parecido a este deben estar realizando a estas horas los gabinetes políticos de los dos partidos. Si son honestos y sabe lo que les conviene, uno, el PSOE, los recibirá con preocupación y el otro, el PP, con un prudente optimismo.
Si yo fuera dirigente del PP, procuraría tener a mano y relucientes las guirnaldas y banderolas de las mejores noches electorales en la sede de la calle Génova.
(Extracto y adaptación del análisis en el blog del autor, redactor de LIBERTAD DIGITAL)