Permítanme comenzar diciendo que es para mi un auténtico privilegio el poder estar hoy en el Lowy Institute, en una magnífica ciudad como Sydney y en un país tan interesante como Australia. En mis años como Presidente del Gobierno nunca pude venir en visita oficial. Ahora que tengo más tiempo libre, por fin lo he conseguido. Y he de decir que a pesar de las 25 horas de vuelo, estoy encantado de estar aquí, sintiendo la energía de un país tan lleno de vida.
Siempre he creído que Australia y España tienen muchas características comunes. Durante muchos años España ha sido casi una isla, esperando a poder jugar un papel como potencia en la región, pero se ha dado cuenta recientemente que sólo podrá desarrollar todo su potencial si se abre al mundo y se centra en la escala global.
Me identifico plenamente con las palabras pronunciadas por el Primer Ministro Howard hace sólo unos días en Melbourne, y permítanme que le cite: “… tenemos que comprometernos tanto en la escala local como mundial. Es inevitable que hagamos énfasis en nuestra área (…) pero no debemos perder de vista el hecho de que desde el punto de vista histórico y cultural somos ciudadanos del mundo y la formación de esta nación le debe mucho a nuestra herencia de la civilización occidental.” Fin de la cita.
Pero en cualquier caso, hoy no he venido a hablar de las semejanzas entre Australia y España sino de Occidente, de su crisis, tal y como yo la veo, y de las posibles formas de superarla. Permítanme fijar antes unas ideas de forma que podamos tener un diálogo más fructífero.
En primer lugar, yo creo en Occidente. En Occidente, no como una entidad geográfica sino como una comunidad de valores y sobre todo, como una comunidad de acciones conjuntas, para defender, nutrir y expandir esos valores.
Durante muchos años el centro de Occidente estuvo en algún ponte en medio del Atlántico, donde América y Europa se encontraban. Hoy, Occidente se ha ampliado y debería incorporar a más miembros que no sean potencia atlánticas. Creemos en un mundo globalizado, para lo bueno y para lo malo. Nuestras economías deben ser fuertes interiormente, pero nuestra prosperidad depende de las fuerzas y los mercados globales. Del mismo modo nuestra seguridad depende de nuestra habilidad para enfrentarnos a las amenazas globales con éxito. Y esto es algo que sólo puede conseguirse si entendemos las fronteras de nuestra civilización de una manera a diferente.
Para arrojar algo de luz a lo que quiero decir, permítanme decirles que hace un año y medio presenté una iniciativa para ampliar la OTAN, la Alianza Atlántica, a países como Australia, Japón e Israel. Países que han dado buena muestra de su voluntad y capacidad par contribuir de forma importante a la seguridad y a la estabilidad internacional, de su voluntad y capacidad de luchar contra la creciente amenaza del terrorismo islámico. Volveremos a este tema más adelante.
En segundo lugar, mi fe en Occidente no quiere decir que no crea que tenemos ciertos problemas. Al contrario, creo que Occidente está pasando una grave crisis. Probablemente, una crisis existencial.
Hay dos claros indicios de esta crisis: por una parte, la creciente confianza de nuestros enemigos mortales, que son en primer lugar los terroristas y los islamistas radicales. Y no se trata únicamente de atentados terroristas sino también de sus exigencias totalitarias: De la condena de los periodistas a las sinceras disculpas del Papa por algunos de sus discursos. Por no mencionar el derecho, casi natural, de los ayatolás iraníes a su bomba nuclear. Si escuchan a Bin Laden o a Aymán Al Zawahiri hablar de la reconstitución de Califato, no pueden quedar dudas de que hay un plan y una visión radical y ambiciosa en contra de Occidente.
Por otro lado, la fragmentación de Occidente también es obvia. En los últimos años se han escrito ríos de tinta para describir la gradual separación de América y Europa. Pero como podemos ver no sólo se está abriendo una separación en el Atlántico sino también una fractura interna, dentro de nuestros propios países. Una división entre los derrotistas que prefieren pensar que no hay solución a nuestros problemas y aquellos que no tienen miedo de mirar a los ojos a nuestros enemigos. Es una división entre los que prefieren hacer concesiones, y aquellos que prefieren luchar, una división entre aquellos que deciden no defender nuestros valores y aquellos que quieren conservar nuestro modo de vida, nuestra libertad y nuestra prosperidad.
En este sentido, Occidente está en crisis, no porque nuestros enemigos se estén fortaleciendo sino porque nuestras sociedades están divididas y debilitadas estratégicamente y moralmente confundidas. No estamos viviendo circunstancias normales pero en lugar de líderes fuertes lo que solemos encontrarnos son líderes débiles y descafeinados. Y no debemos engañarnos: sin claridad moral, un claro sentido de propósito, resistencia y constancia por nuestra parte, la determinación de los enemigos de Occidente no puede hacer mas que crecer.
En resumen, para mi, Occidente, es decir, nosotros, está siendo atacado por fuerzas externas pero también está siendo debilitado desde dentro. El resultado de estas presiones, si no se abordan o no se tratan adecuadamente, tendrán como resultado el fin de Occidente, al menos tal y como lo conocemos.
¿Es demasiado tarde? No. En este sentido soy optimista. Siempre he creído que las buenas ideas dan como resultado buenas políticas y las malas ideas llevan inexorablemente a muy malas políticas. De modo que el secreto es desechar las malas ideas y utilizar sólo las buenas. Es fácil, ¿no?.
Les voy a poner algunos ejemplos de las ideas que hay que rechazar totalmente.
En primer lugar, a pesar de todas la dificultades que encontramos, pedir una retirada rápida de Irak es una muy mala idea y hay de descartarla. No debemos salir corriendo de Irak. Abandonar un conflicto siempre es malo, especialmente cuando tus aliados siguen luchando y muriendo, pero salir de Irak sin proporcionar la estabilidad necesaria para que funcione un sistema político libre, sería dejar a Irak a merced de sus vecinos en el mejor de los casos o el bajo control de terroristas.
Creo que si ganan en Irak, no pararán ahí. De igual modo que Bin Laden cree que él fue la única razón de la implosión soviética, todo tipo de radicales verán la retirada de Irak como un terrible golpe contra nuestra civilización. No será el fin de la historia. Más bien será el comienzo de un nuevo capítulo. Con ellos como vencedores y nosotros como vencidos.
En segundo lugar, la tentación de volver a antiguas recetas de política exterior, tanto de la izquierda como de la derecha debería descartarse también. La izquierda aún cree que el dialogo con nuestros enemigos no sólo es posible sino también deseable y que puede dar frutos. Están equivocados. Nuestros enemigos no quieren hablar con nosotros, ni están deseando llegar a un acuerdo. Para ellos, o vencen o pierden, no hay nada intermedio. Creen que están en guerra, en una guerra que ellos han empezado, una guerra que nos ha sido impuesta, una guerra que están luchando para vencer.
Los tradicionales “realistas” creen que podemos contener a nuestro enemigo, que deberíamos olvidar temporalmente nuestros valores como si no fuesen universales y que pactar con dictadores y teócratas es el mal menor si se mantiene la estabilidad internacional. Desgraciadamente ya hemos intentado este enfoque. En los 60 y en los 70 y después, y sabemos perfectamente cuales son los resultados: wahhabismo en todas partes, ayatolás en Irán y Bin Laden planificando y realizando atentados con miles de víctimas.
El presidente Bush dijo en su segundo discurso de investidura en 2004 que nuestra seguridad depende de la seguridad de otros y que nuestra libertad depende del destino de la libertad en el mundo. Y yo estoy de acuerdo. Deberíamos promover un plan de acción a favor de la libertad porque es nuestra única alternativa. No podemos escapar de este mundo globalizado y creer que nuestros países pueden sobrevivir como islas de tranquilad en un mar turbulento no es sólo una equivocación sino que es peligroso si no suicida.
En tercer lugar, como europeo, tengo que luchar contra la idea de una Europa que haga de contrapeso a Estados Unidos. No sólo va en contra de el Occidente fuerte que necesitamos sino que además es imposible. Sin la determinación de apostar por su propia capacidad defensiva, de adaptar sus estructuras a los nuevos retos y a las nuevas amenazas y de asumir un compromiso permanente en el escenario global, Europa no puede convertirse en un contrapeso, sólo puede convertirse en un peso muerto.
Por razones que son demasiado extensas para comentar aquí, Europa se ha encerrado en sí misma. Está obsesionada. Somos prisioneros de un eterno debate institucional, tener o no una constitución, y los lideres actuales han perdido de vista lo que ocurre en el mundo. Europa es una potencia en el mundo pero no es una potencia mundial. Y no lo será a no ser que vuelva al buen camino, generando prosperidad y seguridad y firmemente anclada en Occidente, como aliada leal de América y de los países que ayudan a mantener un buen clima internacional. Como Australia.
No hay nada más frustrante y triste que ver la alegre celebración del 50 aniversario de la UE este mes, con todo tipo de compromisos para el futuro y al mismo tiempo incapaz de conseguir más tropas para Afganistán, aunque todo el mundo está de acuerdo en que la situación podría mejorar mucho con un leve aumento de tropas .
En cuarto lugar, debemos generar prosperidad y para conseguirlo debemos rechazar todo aquello que lo hace imposible. Apostar sólo por la energías renovables con el fin de tener un futuro sin emisiones de carbono es un peligroso espejismo. Renunciar a la energía nuclear significa una menor producción energética, menor actividad económica y menor bienestar.
También es muy arriesgado intentar compensar el declive demográfico con inmigraciones masivas, especialmente si los inmigrantes vienen de culturas radicalmente distintas. El multiculturalismo ha fracasado estrepitosamente y en lugar de generar más integración a dado lugar a la actual segregación. Más inmigración ilegal sólo empeorará las cosas.
Por último, el miedo a la apertura y el llamamiento a crear una fortaleza nacional, como un tipo de política neo-proteccionista, sólo conseguirá dañar nuestra competitividad y el mercado global, produciendo más pobreza. El aumento de la prosperidad debe conseguirse por otros caminos.
Podría seguir eternamente porque desgraciadamente no faltan las malas ideas. Pero me gustaría terminar con algo más positivo.
Es cierto que no es posible mantener una civilización sin el deseo de hacerlo y si no nos importa el mañana. En ocasiones, la llamada de atención es un hecho dramático. En algunos casos, pequeñas variaciones pueden hacernos perder el camino.
Afortunadamente, desde que hace casi cuatro años decidí no presentarme a la reelección después de 8 años como presidente, no tengo ninguna responsabilidad política. Pero hay vida, y mucha, después de la política. Dedico mi vida a la guerra de ideas, a luchar con los buenos para tratar de vencer a los malos.
Con esta filosofía he promovido la redacción de un breve informe llamado OTAN. una Alianza para la libertad, en el que entre otras cosas, defiendo la idea de volver a centrar a la OTAN con el fin de ser más activos y eficaces en la lucha contra el terrorismo, y de incorporar a nuevos miembros como Japón, Australia e Israel para llevar a la organización al plano global en el que vivimos. Incluye otras ideas como una asociación estratégica con la India o una asociación por la libertad con los países árabes.
Se que Australia, al igual que Israel, ha desarrollado una relación operativa más estrecha con la OTAN. Es una buena señal. Pero Australia también puede realizar una aportación muy positiva ayudando con el diálogo estratégico entre los aliados. Se encuentran en una región cuya importancia sigue creciendo e incluso si está lejos de la capital de Europa, no es un país del lejano oriente. Son un país occidental.
No tengo ninguna duda de que Australia puede marcar la diferencia si se involucra en el diálogo estratégico, en colaboraciones y crea lazos más fuertes con países occidentales y con sus instituciones básicas como la OTAN. Europa necesita urgentemente una visión estratégica global y necesita aliados regionales que no sean los EE.UU. Para conseguirlo, Australia es un candidato natural.
Entendiendo que su país debe calibrar todas las fuerzas regionales existentes. Pero si miramos hacia atrás, Australia siempre ha estado en el bando bueno. Y estoy convencido de que siempre lo estará. Nuestra libertad, nuestra dignidad y nuestro bienestar están en juego. Defenderlos es nuestra empresa común. Es la carga y la tarea de nuestro tiempo.
Muchas gracias.