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DISCURSO: RESPALDAR LA DEMOCRACIA "SIN COMPLEJOS Y CON FIRMEZA"

El ex presidente del Gobierno, José María Aznar López, ha sido investido este sábado 11 de noviembre de 2006 doctor honoris causa por la Universidad Francisco Marroquín, de Guatemala. A continuación, reproducimos su discurso de recepción de este honor.

Excelentísimo Señor Rector de la Universidad Francisco Marroquín;
 
Excelentísimos Señores Doctores y Profesores;
 
Excelentísimas Autoridades Académicas, Civiles, Militares y Eclesiásticas;
 
Señoras y Señores;
 
 
Es para mi un grandísimo honor recibir de la prestigiosa Universidad Francisco  Marroquín este Doctorado honoris causa, que agradezco con profunda alegría. Y si ser objeto de la generosidad y del reconocimiento de una institución académica del prestigio de esta universidad es siempre motivo de satisfacción y orgullo, lo es más cuando, como es el caso, me une una sólida identificación con los valores y principios que vertebran y alientan a esta Casa.
 
Conozco desde hace años el trabajo excelente y los principios sólidos que dan sentido al trabajo de la Universidad Francisco Marroquín, en la que se han formado tantos jóvenes guatemaltecos en el conocimiento, la excelencia y el rigor.
 
Me gustaría recordar en esta solemne ocasión uno de los principios que el Ideario de esta  Universidad enuncia: “una Universidad contemporánea tiene que hacer frente a la crisis universal de la razón. Cuando la voz de la razón es débil, todo peligra: peligran la libertad, la paz, y la civilización; peligra, en fin, la vida del hombre como especie”.
 
Afirmaciones como ésta, y lo más importante, el llevarlas a cabo en el día a día de la vida universitaria, hacen de esta institución un centro ejemplar en la defensa de la libertad, y en la difusión y fortalecimiento de las ideas que la fundamentan.
 
El momento de recibir un honor como el que hoy se me hace es propicio para reflexionar  sobre la importancia de la libertad y la fuerza de las ideas. Y por eso creo que puedo decir con claridad que mi vida pública ha estado guiada por unos principios y unas ideas similares a las que dan vida a esta institución.
 
Desde muy joven me interesé por la vida pública y por la acción política. Hace más de veinticinco años decidí implicarme activamente en la vida política de mi país, que entonces acababa de recuperar su libertad. A lo largo de estos años he tenido el privilegio de servir a mi nación en distintos puestos y responsabilidades, y el honor de presidir el Gobierno de España durante ocho años.
 
Anuncié que cumplido ese plazo me alejaría de la primera línea de la acción política, y así lo hice cuando llegó el momento. Desde entonces me dedico a promover los mismos valores y principios que basaron mi actuación pública, pero ahora desde el campo de las ideas, convencido como estoy de que uno de los grandes retos al que se enfrenta el mundo civilizado hoy en día es precisamente el de ganar la batalla de las ideas. Un empeño que me hermana con el propósito enunciado en el Ideario de esta Universidad.
 
Y por eso este privilegio magnánimo que me concede la Universidad Francisco Marroquín me honra y llena de satisfacción y orgullo.
 
Señoras y señores,
 
La idea central que ha movido mi actuación política y que sigue siendo el eje de mi actividad  es la idea de la libertad. La libertad es el valor central de la vida. La libertad y la responsabilidad de la persona son los conceptos que sustentan la propia dignidad de la persona como titular de derechos y libertades inalienables.
 
El poder político constituido sólo puede considerarse legítimo si reconoce, respeta y ampara los derechos y libertades de la persona, de todas las personas, con independencia de su sexo, de su origen étnico, de sus creencias religiosas, de su herencia cultural o de su situación económica.
 
Y las sociedades son mejores, más libres y prósperas, cuando se basan en esos valores de libertad y de respeto a los derechos de la persona. Más aún, quiero recordar hoy, ante este prestigioso auditorio, que el sistema político de libertades que conocemos como democracia es el único que respeta la dignidad de las personas. El único, en definitiva, que puede considerarse legítimo y decente en el mundo de hoy.
 
Por otra parte, tampoco hay que olvidar que el progreso económico está ligado históricamente a las sociedades en donde las personas que las componen disfrutan de más libertad e iniciativa y en donde sus derechos están reconocidos y garantizados.
Si contempláramos un mapa en el que se destacaran las naciones más prósperas del mundo y otro en el que figuraran aquellas que han gozado de más libertad política veríamos que coinciden de manera inequívoca.
 
A más libertad hay más prosperidad. Y eso es una prueba de que las personas, en un entorno de respeto a sus derechos y de libertad, pueden desarrollar su iniciativa, la imaginación y la innovación creadoras, lo que ha sido desde los albores de la historia el motor del progreso económico y del bienestar.
 
Frente al pensamiento dominante, imbuido de la fatal arrogancia de los ingenieros sociales, hay que proclamar con claridad que la libertad es el mejor medio para acabar con la pobreza y para dar oportunidades a la gente.
 
Y también hay que recordar que la Historia no está escrita y que no hay determinismo válido para condenar a unas personas a la pobreza y a la falta de libertad y conceder a otras el privilegio de la prosperidad y de la libertad, por el simple hecho de nacer en una u otra nación. Y aunque es evidente que en las últimas décadas, en especial tras el derribo del Muro de Berlín hace diecisiete años, la libertad y la prosperidad han avanzado en el mundo, nada está ganado para siempre ni garantizado por la eternidad. La historia no es lineal y puede haber, y de hecho hay, retrocesos en la libertad y en el progreso.
 
Señoras y señores,
 
Ante esa evidencia, es pertinente preguntarse si la civilización tal y como la entendemos, basada en el respeto a la dignidad de la persona, a sus derechos y libertades fundamentales, está asegurada o tiene enemigos. Si la democracia y la libertad son bienes a los que todas las personas están llamados a disfrutar o son sólo para unos pocos. Si, en definitiva, tenemos enemigos que quieren acabar con nosotros y con nuestras sociedades.
 
Me temo que la respuesta, aunque sea dura y no sea grata de escuchar, es que sí. La libertad es un bien frágil, y a nadie se le escapa que hoy en día está amenazada. Disfrutar de una sociedad libre y democrática tiene un precio, y ese precio nos exige estar siempre vigilantes, no bajar la guardia ante los desafíos de los enemigos de la sociedad libre y abierta.
 
Esta es la responsabilidad que tenemos quienes estamos convencidos de que un régimen de libertades es el mejor sistema posible. Y por eso no podemos mirar para otro lado cuando se ve atacada en cualquier parte del mundo.
 
Y hoy, como a lo largo de la Historia, la libertad tiene enemigos, con ideologías perversas pero poderosas, y es preciso combatirlos y derrotarlos si queremos que la civilización perviva.
 
La democracia es el sistema político que desde un punto de vista moral, mejor respeta los derechos de la persona, reconoce el pluralismo, se basa en la igualdad jurídica y garantiza las libertades de todas las personas que conforman una sociedad. Debemos defenderla en el terreno de la política, hoy que la vemos avanzar en muchas partes del mundo, pero también amenazada en otras.
 
Pero también, sin complejos y con firmeza, hay que defender la democracia desde el punto de vista intelectual. Y no es una tarea baladí, si pensamos en las perniciosas consecuencias que el pensamiento débil y la tiranía del relativismo moral han ocasionado a lo largo de la Historia y ocasionan hoy en día.
 
Señoras y señores, queridos amigos:
 
Soy de los que creo que el futuro no está escrito. Creo profundamente que nada ni nadie está condenado a un destino determinado. Y creo también que del uso que hagamos de nuestra responsabilidad depende el futuro de las personas y de las naciones.
 
El futuro de la libertad depende de nuestro trabajo y de nuestra determinación. Y por ello considero que nuestra actuación, la de aquellos que amamos y defendemos la libertad, y que ahora nos toca la responsabilidad de trabajar en el campo de las ideas, tenemos que mostrar unas cuantas virtudes.
 
En primer lugar, me parece que haremos un gran servicio a la causa de la libertad si mostramos claridad moral e intelectual. La libertad es mejor que la opresión y además crea prosperidad, riqueza y da más oportunidades a las personas. Y conviene decirlo con fuerza, con naturalidad y con convicción.
 
En segundo lugar, creo que la determinación y la constancia son fundamentales para derrotar a los enemigos de la libertad, a aquellos que odian las sociedades libres y abiertas. Sencillamente, nuestra determinación tiene que ser más fuerte que la suya.  
 
En tercer lugar, debemos rearmarnos moralmente. Las sociedades que se basan en la libertad, la democracia, los derechos humanos y el respeto a las personas no solo son más prósperas. Es que son mejores. Occidente, y soy de los que creo que Iberoamérica es una parte sustancial del mundo occidental, no tiene que disculparse por haber tenido éxito. Por el contrario, nuestra fuerza más poderosa es la convicción de que la libertad y los valores de la sociedad abierta son moralmente superiores y que están llamados a triunfar en todo el mundo.
 
Y, por último, hay que decir que la prosperidad, el bienestar y el futuro de millones de personas dependen  de nuestra capacidad para extender la libertad. Y esa tarea, que me parece la más noble e importante a la que se enfrenta el mundo de hoy en día, necesita de bases intelectuales y morales firmes y convincentes para culminarla con éxito.
 
Señoras y señores,
 
Estoy convencido que el triunfo de la libertad y de la civilización depende de la victoria en la batalla de las ideas. Esa es la tarea en la que me empeño hoy en día. Y en ese trabajo, a veces arduo e ingrato, es importante sentir que uno no está solo y que cuenta con amigos y aliados por el mundo que comparten esta tarea. Por eso me siento hoy tan honrado y agradecido de recibir esta distinción de una institución ilustre y prestigiosa como la Universidad Francisco Marroquín que trabaja también para lograr que la razón y la libertad triunfen.
 
Muchas gracias.
 
 
Guatemala, 11 de noviembre de 2006

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