El segundo ministro despedido por Zapatero a las cruzadas emprende el viaje a ultramar solo y sin gloria. Hasta Miguel Sebastián, el candidato que da la vez en la cola de la charcutería, cuyo perfil político está burilado con tinta simpática, mereció el empujoncito del presidente en su botadura como pecio. El País certifica este domingo que ya se ven hilitos de alquitrán saliendo del fondo de la castaña. El dossier que le han regalado en la edición dominical al candidato de Zapatero reúne las frases que le gustaría no haber pronunciado jamás: partidario, en su día, de "trasladar sedes ministeriales" a Barcelona o definiéndose a sí mismo como "un técnico sin vocación política", Sebastián ya huele a quemado en las páginas del diario amigo.
Pero Sebastián, al menos, fue catapultado al precipicio por Zapatero en persona. En cambio, Juan Fernando López Aguilar se ha tenido que conformar con una pastilla para el mareo y la bienvenida del Comité Ejecutivo del Partido Socialista Canario, tan calurosa como la visita a una morgue abandonada por los zombies.
Cuando te abraza Juan Carlos Alemán –secretario general, tres derrotas consecutivas, quince años en la Oposición–, nunca sabes qué extremidad se va a dejar olvidada en tus hombros. Y si quien salta de alegría es Jerónimo Saavedra –presidente del PSC, 70 años, reanimado como candidato a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria–, es imposible no sospechar que, además de un alcalde santero, los socialistas han fichado al doctor Herbert West como dietista.
No hay más que ver lo rápido que se ha esfumado el bronceado del otrora pincel de ministro, para darse cuenta de que el encargo le hace tanta ilusión como un master de tanatopraxis. Es muy probable que al ser proclamado candidato –tal y como adelantó LIBERTAD DIGITAL el pasado 11 de agosto, por cierto–, haya tenido este sábado un cariñoso recuerdo para José Blanco. Sin la fe del número dos del PSOE, nunca se le habría presentado la oportunidad de viajar a Transilvania como donante de sangre. A cualquiera no le proponen encabezar una lista electoral de almas en pena.
Después de quince años de irrelevancia y extremismo en las Islas, la sangre joven y las venas tensas de López Aguilar han excitado los sarcófagos del PSC como lo haría el mismísimo Johnatan Harker con las concubinas de Drácula. Huelen poder. Zapatero y Blanco les han impuesto la dieta, ellos sólo tienen que salir de las catacumbas y sorber.
El presidente incumple otra de sus promesas, la de que jamás enviaría a ministros de candidatos a provincias, pero qué más da otro compromiso roto si, a cambio, quema el único candidato que le puede dar una Presidencia autonómica en una contienda electoral a cara de perro con el PP, en la que todo el poder será poco para dejar al adversario tocado antes de las Generales, las únicas que de verdad le importan a Rodríguez Zapatero. Ya ha cedido a Montilla a CiU a cambio de aguantar hasta 2008 sostenido por los nacionalistas. Y da por perdido Madrid, al improvisar con Sebastián un candidato a lo bonzo. Su ambición no puede permitirse muchas más alegrías con cargo al patrimonio electoral del PSOE, así que Canarias va a ser una de las contadas plazas en las que PP y PSOE leerán el resultado electoral de 2007 en clave de Generales.
¿Qué opciones tiene López Aguilar? Su oferta encabeza todas las encuestas, aunque no con el tirón esperado por Ferraz. No es casualidad que en su primer discurso como candidato haya insistido en la necesidad de una "mayoría clara" que le permita dirigir un "gobierno sin ataduras". La ventaja con la que López Aguilar gane determinará sus opciones reales de ofrecerle una presidencia autonómica a Zapatero. En Canarias, nunca se dará una mayoría absoluta con una Ley Electoral que prima el voto rural y favorece a los partidos localistas, y que el PSOE se estará arrepintiendo ahora de no haber cambiado cuando el PP se lo propuso en septiembre de 2005. Sin una mayoría clara, y todo apunta a que en Canarias no se dará esa ilusión, López Aguilar tiene todos los boletos para sentarse en la Oposición o resignarse a desempeñar una Vicepresidencia con un Gobierno que volverá a dominar CC. Su reto de "desalojar a CC", tal y como lo formuló en su presentación, sólo es viable con un pacto con el PP, que sectores populares y él mismo han llegado a contemplar como hipótesis de trabajo, en tanteos del pasado, pero cuya sola idea produce alergia a las direcciones de Génova y Ferraz.
Salir de un Gobierno en el que cotiza como uno de los ministros más populares y aterrizar en unas listas de porvenir incierto, acompañado de sudarios vivientes y patriarcas criogenizados como Saavedra, no es la clase de futuro que López Aguilar tenía en mente cuando Zapatero lo invitó en agosto a cenar en La Mareta para hacer planes. Si conquista la Presidencia de Canarias para que el inquilino de La Moncloa pueda seguir, se habrá ganado el derecho de volver al Gobierno, que es lo que de verdad le tira. Sus adversarios no van a dejar de recordarle que es el "candidato a palos", como lo llamó Rajoy. Pero si no lo consigue, tendrá que pedirle la vez a Sebastián y Montilla en la cola del purgatorio.