Señorías:
Como no podía ser de otra forma, quiero que mis primeras palabras vayan dirigidas a las familias de los cuatro fallecidos en los incendios de Galicia y a todos los que de una u otra forma se han visto directamente afectados por esta catástrofe. Mi grupo hace suyo su dolor y se solidariza con todos ellos. Y lo hacemos ejerciendo nuestra responsabilidad como grupo de oposición, lo hacemos exigiendo explicaciones al Gobierno sobre su responsabilidad en la oleada de incendios que ha asolado Galicia y lo hacemos proponiendo medidas urgentes para paliar los desastrosos efectos de la catástrofe y la desidia a la que ya nos tiene acostumbrados el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero.
Señorías, por increíble que parezca, por tercer verano consecutivo, el Gobierno se ha visto sorprendido y ha perdido la batalla de los incendios. Cada verano la catástrofe ecológica de turno empequeñece la del año anterior. Primero fueron los incendios de Huelva en el año 2004, el año pasado el incendio de Guadalajara con once fallecidos y este año han sido los gallegos los que se han visto atrapados entre las llamas y la incapacidad de sus responsables políticos. Parece evidente que la combinación entre gobiernos autonómicos socialistas y el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero resulta letal para los montes.
No es una casualidad ni un dato menor, señorías, es la prueba de que las administraciones socialistas se han convertido en un peligro para el medio ambiente: tres catástrofes, tres gobiernos socialistas desbordados y un Gobierno Socialista incapaz, y todos del mismo signo. Es la mano negra de la ineficacia. Son demasiados denominadores comunes en estas catástrofes como para no extraer conclusiones políticas: flagrante incompetencia y descoordinación. Ha habido descoordinación, señorías, en el Gobierno gallego entre los miembros del bipartito más preocupado de sus batallas políticas que de afrontar la crisis; descoordinación con las diputaciones, a las que no se les quiso pedir ayuda por ser algunas de ellas del Partido Popular; descoordinación con los ayuntamientos; descoordinación con el Gobierno central. Nadie sabía quién mandaba, a quién debía obedecer y qué ordenes había que seguir. Todo fue pura improvisación.
Lamentablemente, los incendios en Galicia se han transformado en catástrofes por imprevisión, por falta de medios y la ausencia o cuanto menos el fracaso de los protocolos de actuación. De nuevo, han existido graves errores de cálculo al valorar la magnitud de los incendios en sus comienzos. No hace falta más que recordar que el 7 de agosto, el presidente de la Junta, cuando la situación estaba claramente desbordada ya con más de cien incendios se empeñaba en decir que todo estaba bajo control. La primera consecuencia de esta gravísima negligencia por parte de la Administración fue la demora injustificada en la petición de ayuda por parte del Gobierno tanto a otras comunidades autónomas como a la Unión Europea; un retraso letal, señorías, porque son los momentos iniciales los que determinan que el incendio no se convierta, como desgraciadamente ha sucedido, en una catástrofe. De nuevo en Galicia ha habido desconsideración, inoperancia y frivolidad por parte del Gobierno de la nación, un Gobierno que se ha dedicado a imputar responsabilidades a discreción y que no ha quitado el cartel de cerrado por vacaciones más que para acudir en procesión a Galicia a hacerse fotos –eso sí- enlatadas.
Señores del Grupo Socialista, hoy tienen la oportunidad de eliminar un denominador común de esta triste lista: la cobardía de un Gobierno que elude comparecer ante esta Cámara cuando tiene que hacer frente a los desastres fruto de su responsabilidad política. ¿No era acaso, señores socialistas, la vicepresidenta del Gobierno, señora De la Vega, en septiembre del año 2003 la que decía que en una democracia parlamentaria el Congreso está para pedir al Gobierno responsabilidades políticas? Pues existen razones más que sobradas para que la soberanía popular aquí representada demande, y de forma urgente, explicaciones al Gobierno.
De confirmarse las estimaciones más pesimistas de hectáreas quemadas, estaríamos hablando de la mayor catástrofe ecológica en Galicia, que ha reducido a cenizas más del cinco por ciento de la superficie total de aquella comunidad autónoma y se ha llevado por delante, como Sus Señorías saben, cuatro vidas humanas. Es aquí en esta Cámara donde debemos conocer cuánto de lo quemado se debe a los pirómanos y cuánto a la imprevisión, la indolencia y la irresponsabilidad del Gobierno. Lo ocurrido en Galicia es un nuevo caso de mentira y falta de transparencia por parte de las administraciones socialistas. El Gobierno tiene que explicar y decir si avala o no el procedimiento técnico usado para determinar la superficie calcinada por parte de la Junta. Estamos, señorías, ante algo más que una guerra de cifras. Las cifras que ha aportado el presidente del Gobierno de la Junta son, como ustedes saben, escandalosamente inferiores a las aportadas utilizando datos de los satélites de la NASA, que se sitúan en más de 180.000 hectáreas.
También, como saben SS.SS., la Comisión Europea ha aportado cifras muy superiores a las dadas por el señor Touriño. Y no se trata de medir la negligencia en hectáreas, porque ya ha quedado sobradamente contrastada, lo importante de la medición es que muchas ayudas van a depender de esa cuantificación y, si el Gobierno oculta, como está haciendo, los datos reales, quienes van a dejar de percibir las ayudas son las personas afectadas. De nuevo para amortiguar su responsabilidad mienten y perjudican. Una vez más, señorías, cuando se trata de extinguir incendios la falta de transparencia, la imprevisión, la indolencia y la irresponsabilidad del Gobierno prenden más que la propia gasolina.
Señorías, a día de hoy pocos dudas de la negligencia política y que esta ha sido determinante en la magnitud de la crisis. Son muchos los ámbitos de responsabilidad previos al incendio y en la propia gestión del mismo en los que la actuación del Gobierno requiere una explicación urgente. El abandono de la política forestal puesta en marcha por el Partido Popular, el fracaso de la Ley de Montes y el escaso interés presupuestario por la prevención de incendios están detrás de esta perdida indudable de capacidad de gestión. Hoy sabemos que el Gobierno de la Junta literalmente desmanteló el dispositivo humano de extinción de incendios del anterior Gobierno que durante años había acumulado una experiencia inestimable. A cambio, también sabemos que se han primado intereses partidistas en la contratación de los servicios de extinción de incendios. Y no solo eso, sino que se ha introducido un componente ideológico en esta actividad, ahora hemos sabido que es necesario saber gallego para apagar fuegos.
Según los datos oficiales de la propia Junta, el número de incendios diarios ha oscilado entre cien y ciento cincuenta –insisto, datos oficiales-. Esta cifra es muy inferior a la de trescientos o trescientos cincuenta diarios que en años anteriores, en ocasiones similares se produjeron. La diferencia, señorías, es que estos se controlaron a tiempo porque no hubo ni descoordinación ni imprevisión ni incompetencia, que es lo que ha sobrado en esta ocasión.
No cabe duda de que muchas de estas responsabilidades deberán depurarse en la comisión de investigación que a tal efecto es obligado crear en el Parlamento de Galicia, pero es en esta Cámara donde se debe poner de manifiesto también la nefasta gestión del Gobierno de la nación, y no solo eso, sino también se deben señalar las consecuencias que para los ciudadanos ha traído el debate sobre las competencias que nos han metido a todos los españoles el señor Zapatero y sus socios nacionalistas. Señorías, la parcelación de España, hacer del Estado un mero residuo, como se ha dicho hace muy pocas fechas, tiene, entre otras, estas consecuencias. Señorías, si fracasada ha sido la política de prevención del Gobierno peor aún ha sido su actuación una vez declarado el incendio. Un presidente del Gobierno que se autoproclama adalid de la transparencia no puede consentir un apagón informativo en medio de una catástrofe de estas dimensiones y mucho menos el comportamiento irresponsable de sus ministro avivando la alarma social con imputaciones carentes de fundamento.
A lo largo de la crisis se ha tratado de ocultar la verdadera dimensión de la catástrofe. Se han ocultado y falseado las cifras reales de hectáreas quemadas. El Gobierno miente con el mismo descaro contando manifestantes en invierno como hectáreas de terreno quemada en verano. Como ya he dicho, este no es un tema menor. Un diagnóstico erróneo de la situación y de los daños causados supondría un mal añadido a los afectados por esta catástrofe, que sería solo imputable a la torticera actuación de los gobiernos socialistas central y autonómico, una actuación que ha rayado entre la irresponsabilidad y la frivolidad en las personas del ministro del Interior y de la ministra de Medio Ambiente, con una actitud más propia de gobiernos dictatoriales. Han estado más preocupados en poner cara a un culpable, y con ello desviar la atención, que en contar la verdad sobre lo que estaba pasando. Así es como llegamos a la tesis de la trama, una tesis abonada por el propio ministro del Interior, apoyada en una nueva y presunta tipología de los incendios, avivada por la torpeza política de la ministra de Medio Ambiente y que se ha traducido en una ristra de acusaciones sin fundamento ni pruebas, que escapa a un mínimo decoro democrático.
Primero la ministra acusó irresponsablemente a los brigadistas despechados por su despido y dijo que podían ser los causantes de los incendios. Luego las detenciones fueron ampliando el espectro a perturbados, a ancianos, a madereros, a agricultores y hasta a integrantes de las listas del Partido Socialista. Finalmente, el señor Touriño declaró como verdadero culpable a la ordenación del territorio. Después de tanto despropósito es necesario y urgente que se sustancien las comparecencias solicitadas por mi grupo porque los españoles tienen derecho a que se responda a muchas preguntas que el Gobierno no ha querido responder hasta ahora. Por ejemplo, ¿qué informes y pruebas tiene el ministro del Interior para avalar la teoría de una trama organizada? ¿Qué líneas de investigación siguen abiertas? ¿Se sigue investigando la presunta trama, si es que alguna vez se investigó? ¿Con qué informaciones y pruebas contaba la ministra de Medio Ambiente cuando acusó falsamente a un colectivo concreto de personas de la mayor catástrofe ecológica de la historia de Galicia? ¿Qué informes obran en poder de la ministra que asocian, según ella, bajo nivel sociocultural de algunas zonas de Galicia a la proliferación de incendios en esa comunidad? ¿Comparte o no el Gobierno las inmorales acusaciones de integrantes del entorno de amistades más próximo al presidente y de plataformas próximas a sus tesis en relación con la intencionalidad política de los incendios?
A día de hoy, señorías, la única trama política conocida es la relativa a un integrante de las listas del Partido Socialista detenido, que el señor Rubalcaba debe aclarar si forma parte de su trama y, sobre todo, por qué no se informó de ello en su momento. Señorías, no se rían tanto, el tema no tiene ninguna gracia.
Díganme qué hubiera ocurrido -díganmelo con sinceridad- si en lugar de integrante de las listas del Partido Socialista hubiese ido en las listas del Partido Popular. ¿Quieren que se lo diga yo? Hoy sería el delincuente más conocido del país. Todos conoceríamos su cara y su vida y milagros. Los telediarios de Televisión Española habrían abierto toda su información con su fotografía. Qué lamentable, por cierto, ha sido el papel de Televisión Española, que nuevamente ha tenido un comportamiento bochornoso y ha sido un ejemplo de manipulación política, desviando y ocultando las responsabilidades del Gobierno y apuntándose sin pudor a la tesis de la trama.
Ante esta suma de gravísimos hechos, desde el Grupo Parlamentario Popular exigimos la dimisión de la ministra de Medio Ambiente por propagar bulos infundados, aunque hoy intenta desmentir lo que no hace falta que yo me esfuerce por señalar de nuevo en esta Cámara, porque todas SS.SS. saben que fueron sus declaraciones las que recogieron los medios de comunicación, y aquí está la prueba evidente de ello, por falta de previsión, por irresponsabilidad, por negligencia y porque nunca un ministro de Medio Ambiente ha presentado un balance más calamitoso de su gestión.
¿Dónde estaba la ministra cuando se inició la crisis? ¿Por qué tardó cinco días en llegar a Galicia? A la ministra de Medio Ambiente ya la conocemos por dirigir el operativo durante el incendio de Guadalajara desde un hotel de la Costa del Sol, donde estaba, como ella dijo, puntualmente informada. ¿Acaso lo hizo en esta ocasión desde otra playa española? Hasta ahora, el único mérito de la señora Narbona ha sido crear una Comisión interministerial, que no se ha reunido, y ustedes le reconocerán sin duda su capacidad de insulto contra los dirigentes del Partido Popular. En todo lo demás su gestión ha sido un auténtico desastre. Hasta tal punto es así, fíjense señorías, que el 7 de agosto, cuando en Galicia ardían todos los fuegos y la situación era claramente alarmante y preocupante, la señora Narbona alababa el cambio de orientación en la política de incendios para superar -estoy leyendo literal- un enfoque referido a la lucha contra el fuego excesivamente centrado en la extinción.
La desfachatez de la ministra le lleva ahora a intentar desdecirse de todas estas afirmaciones, pero ya es tarde porque ahora sabe que su estrategia inicial fracasó, que todo el mundo se ha dado cuenta de que era una burda mentira para intentar despistar de lo fundamental, que era la falta de asunción de responsabilidades por parte del Gobierno, como es una constante en todas las áreas de gestión del mismo.
Todo esto es tan grave, señorías, que el señor Zapatero, el presidente del Gobierno, tiene que cesar inmediatamente a la ministra de Medio Ambiente o al ministro del Interior, que avaló algunas de las declaraciones de la ministra, o a los dos. Ya hemos pedido la dimisión de la ministra de Medio Ambiente. Si el ministro del Interior no comparece y aporta datos contrastados y no meras especulaciones sobre la existencia de tramas, exigiremos también de forma inmediata su dimisión. Nuevamente estamos ante un caso de acusaciones falsas sin ninguna prueba, y eso que es siempre grave en un ministro del Interior es mucho peor. Si hay tramas, como ha afirmado, ¿las ha investigado? ¿Desde cuándo las ha investigado? ¿Cuántas se han desarticulado?
A la luz de los detenidos hasta la fecha, ¿puede un ministro del Interior de una democracia hablar de tramas? ¿Las conoce el fiscal general del Estado? ¿Qué ha hecho el fiscal general del Estado desde el año 2004 para perseguirlas? ¿Cuántas causas hay abiertas por tramas incendiarias? ¿Ha denunciado acaso el ministro del Interior alguna trama ante los tribunales?, porque el ministro del Interior de una democracia denuncia y criminaliza en los tribunales, no, como suele hacer, ante las cámaras de televisión y los micrófonos de la prensa. Por no hablar de la vicepresidenta, que no ha aparecido, como el secretario de organización del Partido Socialista, don José Blanco, tal locuaz en otras ocasiones y que anda escondido en estos momentos. En el caso de la vicepresidenta, es un asunto de su competencia directa, y para el presidente del Gobierno no es urgente aplazar sus vacaciones y los problemas de los gallegos pueden esperar y quedar pospuestos hasta el Consejo de Ministros ordinario, cuando concluyan las mismas.
Señorías, parece evidente que el señor Zapatero debe bajar del pedestal de la soberbia y reconocer que fue un error no crear la agencia nacional de emergencia que le propuso el Partido Popular. Tal y como ocurrió en otras catástrofes, el Gobierno, en lugar de asumir sus responsabilidades por una desastrosa gestión, ha optado por la propaganda; en lugar de reconocer fallos en las políticas, falta de medios y coordinación, anuncia en esta ocasión no un plan, sino nada menos que una unidad militar; en vez de dotar de más medios a todos los organismos existentes, que -como saben SS.SS.- son muchos, intentar establecer protocolos y coordinarlos, lo que hace es anunciar un nuevo cuerpo. Más se parece ese cuerpo de militares -agentes al servicio directo, según nos han dicho, del señor Zapatero y sin control alguno- a una especie de guardia republicana propia de de otros regímenes no parlamentarios. El ejército sí tiene una función propia y necesaria, pero en este tipo de cometidos se debe priorizar siempre el componente civil. El ejército debe ser un elemento subsidiario. Den medios, señorías, a los servicios civiles existentes y déjense de una vez de ideas peregrinas.
Señorías, a diferencia de ustedes, nosotros aportamos a la crítica alternativas y soluciones. Queremos que se habilite un Pleno extraordinario para poder discutir una proposición no de ley en la que planteamos una amplia gama de medidas que, posteriormente, mi compañera, Ana Pastor, desarrollará. La gravedad de lo acontecido en Galicia no puede quedar sin el control de esta Cámara. Mi grupo pide la celebración de estas comparecencias, y de no aceptarse, lo haríamos en el seno de una Comisión de Investigación que a tal efecto solicitaríamos. Son muchos, muy importantes e inaplazables los debates que se vuelven a abrir con una catástrofe de estas dimensiones, el primero y principal el de la eficacia del Estado al servicio de los ciudadanos.
Lo que ha ocurrido en Galicia es una proyección más de la España del señor Rodríguez Zapatero, una España invertebrada y fragmentada que es incapaz de coordinarse en los momentos críticos, una España distraída en debates existenciales y que deja desamparados a los ciudadanos ante sus problemas, una España en la que la ineficacia del Gobierno da alas a los que fundamentan sus deseos de ruptura en la inutilidad y en el mal funcionamiento del Estado. Negar la posibilidad de traer estos debates a la Cámara sería un acto de desprecio sin precedentes. ¿Cómo puede explicar el Gobierno que no comparece con cuatro fallecidos y con el drama medioambiental que ha supuesto para Galicia y para toda España? Este mes de agosto, señor presidente -y concluyo-, ha sido una prueba más de la absoluta incompetencia que invade a este Gobierno. Miles de personas han visto afectadas sus vacaciones por el desastre de El Prat; diariamente llegan a cientos los inmigrantes ilegales a través de cayucos en Canarias, motos acuáticas por Ceuta o por la abandonada aduana del aeropuerto de Gerona. Mientras, a Zapatero lo que le ocupa y le preocupa es, como todos sabemos, la memoria histórica, los estatutos, debatir si somos una confederación o una nación de naciones, las lenguas o si algunos tienen derechos históricos; eso, cuando no se dedica a montar líos diplomáticos. El resultado de todo este despropósito político es que los bosques se queman más que nunca y, desgraciadamente, señorías, por mucha ironía que quieran plantear en este tema, hay gente que muere tratando de apagarlos, como en Guadalajara y en Galicia, y eso sí que es irrecuperable.